«Científicos, zoólogos y médicos»: así son los yanomami, una tribu amenazada que vive en Brasil y Venezuela

El pasado miércoles, un ataque contra una aldea de esta tribu en la región de Parima de Roraima, en Brasil, acabó con la vida de un niño y dejó a cinco personas heridas. Los miembros de los yanomamis suelen habitar en selvas y montañas situadas precisamente al norte de ese país y al sur de Venezuela.

La tribu tiene una población a día de hoy de en torno a 38.000 personas. Distribuidos entre Brasil y Venezuela, ocupan en torno a 9,6 millones de hectáreas en el primer país y alrededor de 8,2 millones en el segundo. Según Survival International, las dos áreas sumadas dan lugar al mayor territorio indígena de selva del mundo. «Viene a ser algo parecido a la extensión de Portugal», dice Fiona Watson, directora de investigación y campañas de la organización.

Se piensa que llegaron hace miles de años desde Asia a través del Estrecho de Bering a América, donde fueron hasta el sur. Viven relativamente aislados: desde 1940 entraron en contacto continuado con personas del exterior.

Los miembros de esta tribu se distribuyen por comunidades. En cada una de ellas hay a su vez familias diferentes y también pueden mezclarse unas y otras.

Cada comunidad vive en una casa comunal o yano. «Las hay más pequeñas, para 30 o 40 personas. Pero pueden albergar hasta a 400 e incluso más», añade Watson, mientras recuerda haber vistado una con 600 yanomamis a la vez.

Las casas tienen forma circular y una zona central donde se reúnen sus ocupantes para hacer fiestas o rituales. Asimismo, cada familia tiene un espacio con sus hamacas y una hoguera para cocinar, que les permite mantenerse calientes durante la noche.

Aunque muchas comunidades tienen relación entre ellas, otras viven aisladas, como es el caso de los moxihateteas. Según informa Survival, posiblemente vivan en el área con más invasores que buscan oro ilegalmente.

Los yanomamis creen en la igualdad y en la vida colectiva. Tanto entre hombres y mujeres como a la hora de realizar las tareas. De hecho sus comunidades son independientes y en ninguna hay jefes: las decisiones las debaten opinando todos y las toman tras llegar a acuerdos.

Donde sí hacen distinciones por géneros es a la hora de repartir las tareas: las mujeres recolectan larvas, moluscos o frutos secos. Los hombres, por su parte, se encargan de la caza, aunque esta solo representa el 10% de su alimentación. Ambos cuidan de los huertos, de los que sale el 80% de su comida.

«Ellos no viven con más de lo que necesitan», expresa la experta. «Su tecnología y sus conocimientos les ayudan a mantener el bosque», indica, algo muy diferente a la sociedad exterior: «Nosotros siempre queremos más de lo que necesitamos».

En las zonas que habitan los yanomamis hay varias ONG que trabajan en su educación. «Quieren alfabetizarse y entender mejor cómo es la relación con el exterior y saber cuáles son sus derechos». De eso informa Fiona Watson, que añade que, además, son «científicos, zoólogos y médicos» y saben cómo actuar en el medio ambiente.

Así, utilizan más de 500 tipos de plantas para construir casas, curar enfermedades o pescar. La experta explica a este periódico que, además, varios grupos de la tribu han llegado a publicar enciclopedias sobre plantas medicinales, sobre champiñones e incluso acerca de cómo trabajar en su bosque.

Por su parte, los más jóvenes de la tribu combinan procesos de educación con entrenamiento para la vida adulta.

Actualmente los yanomamis sufren graves casos de desnutrición infantil o de enfermedades que podrían ser evitadas. El propio presidente de Brasil, Lula da Silva, calificó la situación de «genocidio» y aseguró que este es un «crimen premeditado» por la administarción anterior.

Los yanomamis están siendo invadidos por grupos de garimpeiros que trabajan ilegalmente sus tierras. Aunque muchos de ellos salieron tras la operación puesta en marcha por el Gobierno para evacuarlos, algunos todavía permanecen allí. «En los últimos cinco años han entrado narcos y criminales», apunta la experta, que añade que esta llegada ha incrementado también el nivel de violencia en la población que «no puede defenderse», al disponer «de arcos y flechas». También ha aumentado los casos de violencia sexual contra mujeres y niñas.

Pero esta llegada no solo afecta en el aspecto de la seguridad. También está propiciando que lleguen enfermedades como la malaria y el sarampión, además de otras bronquiales, para las que no tienen inmunidad. Durante los últimos cuatro años, expresa Watson, se han diagnosticado al menos 44.000 casos de malaria, una enfermedad potencialmente mortal para los miembros de la tribu.

«Al enfermar los yanomamis, están demasiado débiles para cazar, pescar o cultivar, por lo que no pueden llevar comida a sus familias. De ahí la desnutrición que afecta especialmente a los menores», completa Watson. Según cifras del Ministerio de los Pueblos Indígenas, solo el año pasado murieron 99 yanomamis de uno a cuatro años de edad por padecimientos vinculados a estas invasiones.

«Es una situación hecha por el Gobierno anterior que se podría haber evitado», señala la directora de investigación y campañas de Survival. «Ellos no hicieron nada por sacar a los garimpeiros que trabajan ilegalmente en la tierra yanomami».

Asimismo, la llegada de estos invasores ha producido también un aumento de los niveles de contaminación por mercurio que sufren en mayor medida quienes habitan en zonas cercanas a estos enclaves mineros, aunque también afectan al total de la población, al introducirse el mercurio en los ríos, los peces y los bosques.

Los chamanes, que forman parte de la comunidad yanomami cuidan de los enfermos y orientan a la tribu, explica Watson, que añade que son «esenciales».

«Entran en contacto con los espíritus: cada montaña, río o pez tiene alma y cada yanomami tiene su equivalente en el mundo natural», zanja la experta.