El chiísmo llora sangre en Irak
Las fuerzas de seguridad iraquíes superan su primera gran prueba sin EE.UU. en la celebración de la Ashura
Llamada a la oración. Los fieles se cubren con sábanas blancas, afilan sus cuchillos y comienzan a darse golpecitos de forma constante en la cabeza con la mano para ir calentando. Con el alba empiezan a sonar los tambores y se entonan los primeros versos. ... Comienza el ritual de cada Ashura —proviene de ashra, diez en árabe, y significa «el décimo día», ya que se celebra en el día 10 del mes de Muharram, primero del calendario islámico— con el que millones de chiíes de todo el mundo recuerdan el martirio del Imam Husein, nieto del Profeta y tercero de sus doce Imames.
El atentado del miércoles en Irán, en el que murieron al menos 39 personas, encendió todas las alarmas en Irak y obligó a reforzar las medidas de seguridad ante el riesgo de ataques. Los medios iraquíes informaron de la detención de doce mujeres suicidas el jueves, que fueron sorprendidas intentando acceder a Kadimya, el lugar más sagrado para los chiíes de Bagdad ya que acoge el santuario donde descansan los restos del séptimo Imam, Musa Al Kazem, y del noveno, Al Jawad. Un triple cinturón de seguridad formado por policías y militares, el bloqueo de las carreteras a vehículos en un radio de varios kilómetros, las patrullas permanentes de helicópteros y el registro persona a persona de los casi dos millones de peregrinos que se acercaron hasta Kadimiya, según los servicios de la Media Luna Roja, evitaron que se consumara la amenaza permanente del Estado Islámico de Irak, brazo de Al Qaida, contra la población chií, a la que consideran hereje.
«Prohibido con Sadam»
El mismo esquema se repitió en Kerbala, lugar de la tumba del Imam Husein, donde la peregrinación también fue millonaria y donde los responsables de seguridad informaron de la detención de 73 personas por su presunta vinculación con Al Qaida. La Ashura supuso la primera gran celebración que las fuerzas de seguridad tuvieron que dirigir desde la salida de las fuerzas de combate estadounidenses en verano, todo un examen para calibrar su capacidad de actuación a partir del 1 de enero de 2011, cuando culmine la retirada americana.
«Esto estaba prohibido durante la dictadura de Sadam y por eso ahora lo vivimos con más intensidad que nadie», dice un anciano cristiano que, cuchillo en mano, participa de la ceremonia «en solidaridad con mis hermanos chiíes». El chiismo es la segunda secta en número de fieles del islam, pero es mayoritaria en Irak, Irán o Bahrein.
«El Imam Husein fue el revolucionario, el que dijo basta a la injusticia. No hay dolor por Husein, por él somos capaces de todo», asegura el director de la procesión de Fátima, en la que comparten fila ancianos y niños de dos años que no pueden contener el llanto al sufrir el primer corte en su cabeza. El martirio de Husein hace 1330 años —toda su familia murió junto a él, menos las mujeres y niños, y su cadáver fue decapitado— agrandó el cisma en el mundo musulmán abierto tras la muerte de Mahoma y supuso la separación definitiva entre chiíes, seguidores de la familia del Profeta, y suníes, que optaron por los califas. Un cisma que en la historia reciente desencadenó en guerra civil en 2006.
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