Casey DeSantis, la Lady Macbeth de las primarias republicanas
La mujer de Ron DeSantis, actual gobernador de Florida, es la mano derecha política del candidato conservador. Sus enemigos le acusan de fomentar sus peores instintos y la califican de «paranoica» y «vengativa»
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Al contrario que en la orilla europea, la pareja de un candidato político de altura tiene mucha importancia en EE.UU. En otras tradiciones políticas, el cónyuge pasa más desapercibido. Tiene lógica: a él o a ella nadie los elige y no tienen –o ... no deberían tener– ni cargos ni encomiendas institucionales.
En la orilla americana se mira con lupa a la pareja del candidato que opta a posiciones ejecutivas, como presidente o gobernador de un estado: tiene que ser su complemento ideal, realzar sus valores entre el electorado y, si hay victoria electoral, impulsar una agenda política propia. No es nada nuevo –a Eleanor Roosevelt, en la Casa Blanca entre 1933 y 1945, se le considera la primera dama con más poder de la historia– ni ha perdido tradición: muchos ojos están puestos ahora en Casey DeSantis, la mujer de Ron DeSantis, el gobernador de Florida y ahora candidato presidencial que aspira a tumbar a Donald Trump en las primarias republicanas.
El foco está sobre Casey porque no se recuerda una pareja que tenga un papel tan central en la persona política del candidato. A sus 42 años, cumple con el retrato robot que importa a parte del electorado: atractiva, fotogénica, impecable, vestida como Jackie Kennedy, devota, madre de tres niños, superviviente de cáncer, entregada a su marido. Pero es mucho más que eso: Casey está en todas las decisiones importantes de Ron DeSantis, ya sean personales o políticas.
Es algo conocido desde que DeSantis entró en política, como diputado por un distrito de Florida en la Cámara de Representantes en 2013. Él era entonces el menos famoso de los dos. Ella era un rostro conocido, después de trabajar durante años como reportera y presentadora en canales locales de Jacksonville, Florida. Seis años después, DeSantis se convirtió en gobernador de Florida –gracias al apoyo de su actual rival, Trump– y Casey tuvo un papel central en la campaña. Tras la victoria, dijo que no se limitaría a impulsar un asunto político –lo habitual entre primeras damas–, sino varios. Una vez en la residencia del gobernador, ella instaló su oficina –más grande que la del jefe de gabinete– pegada a la de su marido.
La sensación del partido
Como gobernador, DeSantis se convirtió en la nueva estrella del partido republicano. Impuso una gestión de la pandemia de Covid-19 centrada en reabrir la economía lo antes posible y combatió la obligatoriedad de mascarilla y de las vacunas. También peleó todas las batallas contra la agenda 'woke' y más allá de los límites de su estado, hasta convertirse en figura nacional y, ahora, contendiente del liderazgo de Trump.
Casey ha sido pieza esencial: contrarresta la incomodidad que muchas veces tiene de DeSantis en la escena pública, da cercanía a su presencia robótica, le mete carisma. Dicen de ella que es su «arma secreta», «punta de lanza», «poder en la sombra». Un artículo reciente en 'Politico' también ha sacado un perfil menos amable: la de la persona irascible, que echa gasolina –como ha podido ser en el caso de la batalla de DeSantis con Disney– cuando lo que se necesita es mesura. En él, gente que trabajó con DeSantis la califican, de forma anónima, de «paranoica», «vengativa hija de puta», «que ve fantasmas en cada esquina», «que alimenta los peores instintos» de DeSantis. Roger Stone, célebre aliado de Trump, la comparó en un mensaje de Telegram con Lady Macbeth. En la obra de Shakespeare, Macbeth mata al rey –en estas primarias solo puede ser Trump– animado por su esposa, Lady Macbeth. La tragedia, claro, acaba muy mal para los dos.