Caos comunicativo de Zapatero sobre el Sahara, con Moratinos en Argel
A 8.745 kilómetros de Madrid, la titular de Exteriores tuvo que desmentir una información y aclarar las palabras del ministro Jáuregui
ABC/M. CALLEJA/L. AYLLÓN
Desmentidos, aclaraciones, reiteraciones, un «sí, pero no», y para rematarlo un ex ministro de Exteriores (Miguel Ángel Moratinos) de misión especial en Argel.
Este fue ayer el caos comunicativo del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en torno al conflicto saharaui. Se vio acentuado cuando, ... ya por la tarde, apareció Moratinos en el aeropuerto de Argel con el objetivo oficial de abordar los preparativos de la cumbre de la Unión por el Mediterráneo (su celebración está ya descartada el día 21 en Barcelona), «un objetivo oficial» que fue corroborado por la APS —agencia oficial de prensa argelina—, por fuentes cercanas a Moratinos y por la propia ministra, Trinidad Jiménez. Pero a nadie se le escapa el telón de fondo de los últimos acontecimientos en El Aaiún ¿será el ex ministro Moratinos la voz de Zapatero en la delicada situación que mantiene el Gobierno socialista en el contencioso saharaui?
A su llegada a Argel, Moratinos fue recibido como si fuera todavía el ministro español de Exteriores: el jefe de la diplomacia argelina,Mourad Medelci, le esperaba en el aeropuerto. Además está previsto que se produzca un encuentro entre Moratinos y el propio presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, donde se abordaría, entre otras cuestiones, el parecer argelino —principal valedor de la causa saharaui en el tablero diplomático— en torno a los disturbios acaecidos en El Aaiún tras el desmantelamiento del campamento-protesta de Gdeim Izik por parte de las fuerzas de seguridad marroquíes.
La llegada de Moratinos a Argelia fue el último capítulo en un día de despropósitos comunicativos por parte del Gobierno de Zapatero que reveló que, definitivamente, el Sahara Occidental ha pillado en fuera de juego al Gobierno. Un día de despropósitos que comenzó en el Congreso de los Diputados y pasó por Suramérica, donde se encuentra de gira la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez. Ayer se hallaba en Quito (Ecuador), a 8.745 kilómetros del foco de tensión entre marroquíes y saharauis.
Todo comenzó por la mañana, en el Pleno del Congreso donde el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, dio la cara para explicar la posición del Gobierno sobre un tema tan espinoso. ¿El resultado? El caos organizativo producido por una mala interpretación de las palabras del ministro, que corrió como la pólvora por los pasillos con la falsa versión de que había reconocido la soberanía de Marruecos sobre el Sahara. El contexto de su intervención, sin embargo, había dejado claro que no era así.
El ministro de la Presidencia se había referido a la decisión de Marruecos de restringir el acceso de periodistas al campamento saharaui después de la muerte de un menor de 14 años por disparos de la Policía marroquí, y había explicado que el Gobierno de España no podía hacer nada contra estas restricciones a los informadores porque «la admisión en el territorio forma parte del núcleo duro de la soberanía de un país».
¿Soberanía marroquí?
Algunos dedujeron rápidamente que el ministro reconocía la soberanía de Marruecos sobre el Sahara, y pronto encontraron quien se creyera esa versión, ante unas palabras nada finas del ministro sobre un asunto tan delicado como es el del Sahara Occidental.
El alboroto fue tal que Jáuregui tuvo que explicar después que «simplemente» había querido decir que en la actualidad es Marruecos el que determina, por su capacidad de administrar ese territorio, quién entra y quién no entra. «Ese ha sido el sentido de mis palabras», afirmó. Subrayó además que eso no supone «ningún reconocimiento de soberanía sobre ese territorio». Jáuregui habló de Marruecos como administrador del Sáhara Occidental, pero insistió en que sólo pretendió reflejar una situación «de facto».
Pero el barullo comunicativo del Gobierno no acabó ahí. En Quito, la ministra de Exteriores se desayunaba con una noticia proveniente de «El país», que no era del agrado de Moncloa, en la que se afirmaba que el ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, Taieb Fassi Fihri, informó a Jiménez —durante el encuentro que mantuvieron en Madrid el pasado día 3— de la operación que iban a realizar las fuerzas de seguridad marroquíes para desmantelar el campamento saharaui. Visiblemente molesta y en un tono muy firme, Jiménez calificó ante los periodistas en varias ocasiones de «rotundamente falsa» dicha información.
La ministra también tuvo que capear el temporal mediático en torno al malentendido previo de Jáuregui: «Esas palabras no suponen ningún reconocimiento. De hecho España no tiene ningún consulado en El Aaiún, porque aunque constatamos la situación de control que se da por parte de Marruecos sobre ese territorio, no reconocemos que esa situación esté legalmente actualizada».
El silencio de Zapatero
Y en este enredo, ¿cuál es la postura oficial del Gobierno socialista sobre los acontecimientos de El Aaiún? Jiménez reiteró que, hasta conocer lo que realmente ha ocurrido en el campamento, España no puede expresar ningún tipo de condena. «Eso —dijo— hubiera sido lo más fácil, pero ¿de qué nos serviría?, ¿estaríamos en mejores condiciones de seguir siendo un interlocutor privilegiado entre las partes? Somos un Gobierno responsable y no nos apresuramos a condenar sin conocer los hechos».
Por su parte, el presidente del Gobierno de España sigue mudo, sin pronunciarse sobre una «causa» abanderada tradicionalmente por la izquierda española: sobre el Sahara Occidental, Zapatero calla.
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