Biden se enfrenta a todos los clanes demócratas en su última gran batalla por la candidatura
La animosidad contra los Obama y los Clinton ya no se disimula en una Casa Blanca tomada por su familia
La violencia política noquea de nuevo a EE.UU.
Corresponsal en Washington
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Iniciar sesiónJoe Biden sufrió un duro golpe en mayo de 2015. Aún en la vicepresidencia, estaba en el hospital militar Walter Reed en Washington, junto al lecho de muerte de su hijo Beau, que a los 46 años sucumbía a un terrible cáncer cerebral. ... Beau era todo para su padre. Había servido en Irak, estaba entrando en política, la familia lo veía como futuro presidente. En su libro de 2017, Biden cuenta que el último deseo de Beau fue que no desistiera: «Sigue activo».
Esa anécdota, a veces exagerada para que pareciera que Beau le pidió a su padre directamente que volviera a presentarse –por tercera vez– a la Presidencia, explica la actual situación de la familia Biden. El presidente se niega a ceder, las filtraciones de su campaña revelan que está furioso con los Obama, con los Clinton, con Nancy Pelosi, con los líderes de su partido en el Capitolio, con su vicepresidenta, con todos. A todos ellos les culpa de haber llegado a esta situación, porque su intención era presentarse a las elecciones en 2016 a la Presidencia.
Pero el partido se lo impidió. Barack Obama, su jefe de entonces, le pidió que se hiciera a un lado. En 2008, él mismo había cerrado el paso a Hillary Clinton, y era el turno de esta. Donald Trump no se les antojaba más que un bufón que no podía llegar a ningún sitio. Las encuestas anticipaban una verdadera paliza en unas elecciones entre Clinton y Trump, los modelos predictivos del 'New York Times' le daban a aquella un 97% de opciones de ganar. A Joe no le dejaron más opciones que apartarse.
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Solo la derrota de Clinton hizo al partido ver que Biden había estado ahí desde el principio. La candidata perdió en estados que él podía ganar de calle, porque en Míchigan, Wisconsin y Pensilvania, donde él nació, lo consideraban uno de los suyos, un tipo normal al que le gustaban los coches, un patriota con hijos en el Ejército, un demócrata centrista con excelentes relaciones con los sindicatos. En 2020, cuando a Biden le llegó el turno, demostró además que podía sumar Arizona y Georgia, en una de las mayores victorias electorales de su partido en la historia reciente. Entonces, Biden había prometido ser presidente de un solo mandato. Pero Trump resultó ser mucho más querido entre los republicanos de lo que muchos esperaban. Los dos juicios políticos de 'impeachment', los 81 cargos penales y las condenas que se iban acumulando no le hicieron mella. En abril de 2023, anunció que la probable candidatura de Trump para un segundo mandato no le dejaban más opción que volverse a presentar, porque podía ganarle.
Tenía otras razones el presidente. Estos días, a los Obama y a los Clinton les recuerda que ambos sufrieron duras derrotas en elecciones parciales, en las que perdieron el control de las dos cámaras del Capitolio en lo que en ambos casos se entendió como una reprobación. Pero en las parciales de 2022, lo que prometía ser un tsunami republicano en el Capitolio se quedó en mera marejada. Los demócratas mantuvieron el Senado y perdieron la Cámara por solo nueve escaños. Biden siempre lo ha interpretado como un apoyo del pueblo.
Tanto Clinton como Obama ganaron la reelección contra todo pronóstico, con las encuestas en contra. En su campaña y su familia se preguntan por qué iba a ser diferente en caso de Biden.
Círculo cercano
Desde su debacle en el debate del 27 de octubre en Atlanta, Biden se ha parapetado en su familia. Su hijo Hunter, que acaba de ser condenado por falsedad en una licencia de armas, ha vuelto a la Casa Blanca y se le ha visto asesorando a su padre, algo que enerva al partido, pues no se le considera cabal. Su mujer, Jill, hace campaña sola y acaba de aparecer en la portada de la 'Vogue'. Sus nietos le han visitado en Washington y pasan algunos días de verano en una de sus residencias en Delaware.
Tras el debate se reunieron todos en Camp David, y de allí, según se filtró, salió la consigna de que el patriarca, a sus 81 años, iba a mantenerse en la candidatura. Nadie iba desfallecer. El gran impedimento, para muchos en su partido, es el propio presidente. Sus heridas, mantienen, son autoinfligidas. Es él quien ha tropezado una vez tras otra, quien apareció catatónico en más de un evento, quien llamó Trump a su vicepresidente y a Putin, presidente de Ucrania. La edad, dicen, es la que pone el límite en esta presidencia.
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