Biden bendice el bloque nórdico frente a Rusia: «Si yo fuera Prigozhin, tendría cuidado con qué como»

Biden también mostró optimismo respecto al horizonte temporal en el que puede resolverse el conflicto. En su opinión, la contraofensiva ucraniana para recuperar los territorios ocupados por Rusia debería desembocar en negociaciones entre las dos partes que pueden poner fin a la guerra.

«Mi esperanza y mi expectativa son que Ucrania realice avances significativos y que eso conduzca a una solución negociada en algún momento», evitó precisar un calendario. Biden, además, dio muestras de que no se toma muy en serio las nuevas amenazas de Moscú relacionadas con la posible entrega de aviones occidentales F-16 a Ucrania. «No creo que haya posibilidad real de que Putin use el arma nuclear. No solamente Occidente, sino también China y el resto del mundo se lo han dicho muy claramente, que no se adentre en ese terreno», tranquilizó también a las poblaciones de unos países que han recibido con especial contrición las sucesivas amenazas del Kremlin, después de que varios altos funcionarios rusos amenazasen con ese tipo de represalias si Finlandia y Suecia terminaban entrando en la OTAN.

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En su primera visita a un territorio que hasta hace muy poco era neutral, que prefería el no alineamiento militar y ganado en el último año para la OTAN, Bien se ha mostrado confiando y muy suelto. Se ha permitido incluso ironizar sobre el peligro que suponen las tropas del grupo Wagner, estacionadas en Bielorrusia y que mantienen en alerta a vecinos como Polonia. «Ni siquiera sabemos dónde está, si yo fuera él, tendría cuidado con qué comer, tendría la vista puesta siempre en mi menú», recomendó no sin cierto desprecio a Evgueni Prigozhin.

Lo cierto es que el equipo de seguridad de Biden también extremó las medidas durante esta visita a Helsinki, a solo dos horas en coche de Rusia. No solamente fueron blindados con barreras de hormigón, barridos de señales y protegidos con francotiradores tanto el Hotel Radison Blue, en el que pernoctaba, como el Palacio Presidencial, en el que se reunió primero con el presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, y después también con los jefes de gobierno de Noruega, Suecia, Dinamarca e Islandia, para hablar sobre «la cooperación en asuntos de seguridad, medio ambiente y tecnología».

A su alrededor se extremaron también las exigentes medidas de seguridad e incluso su vaso de agua, durante la rueda de prensa posterior a estas reuniones, aparecía tapado con una tapa de plástico a medida, que evitaba el vertido rápido de cualquier sustancia no supervisada por su personal, un detalle novedoso en las ruedas de prensa gubernamentales europeas.

El encuentro se produjo en el Salón de los Espejos, en torno a una mesa en forma de herradura, en la que Biden fijó una demarcación: «Las naciones sentadas a esta mesa no sólo compartimos una historia común, sino los mismos valores». Finlandia, ahora aliada, limita con Rusia en una longitud de alrededor de 1.340 kilómetros que han doblado la frontera exterior de la OTAN, una realidad impensable hace solo cinco año, cuando el anterior presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visitó Helsinki para hacerse una foto de amigos con Putin y amenazar abiertamente con sacar a Estados Unidos de la OTAN. Aquella otra rueda de prensa estaba este jueves en la mente de todos los periodistas finlandeses acreditados y fue motivo de preguntas que Biden zanjó con gran desenvoltura y agilidad.

La corresponsal de Yle, Lida Tikka, preguntó a Niinistö si le preocupaba todavía la imprevisibilidad de Washington. «Permítame ser claro en esto -le quitó Biden de forma espontánea la palabra a su anfitrión-, nadie puede decir nada sobre el futuro con total seguridad, no sabemos siquiera si llegaremos sanos y salvos a casa esta noche, pero tan seguramente como se puede predecir la política exterior de los Estados Unidos, Estados Unidos seguirá comprometido con la OTAN». «Parece que el presidente ha respondido a sus preocupaciones», se limitó a responder Niinistö.