Atrapar al otro Volodímir Zelenski. «La guerra ha terminado. Tenemos a su presidente»
Los rusos interceptaron a este albañil de 64 años, tocayo de la primera autoridad de Ucrania, pero lo tomaron a risa. Otros no han tenido esa suerte. Por menos, hay civiles secuestrados o deportados, según EE.UU son más de un millón
Vecino de una población en el Donbás, en pleno frente, ha estado granparte del tiempo escondido en el sótano
Al soldado ruso le dio por la carcajada cuando abrió el pasaporte y lo leyó. Eso ha contado en cuanto ha podido Volodímir Zelenski, 64 años y obrero de la construcción, habida cuenta de que su pueblo natal de Bakhmut, que no quiere abandonar bajo ... ningún concepto, está en plena línea de combate, al filo entre Donestk y Lugansk. Lo que se dice bajo el fuego. «Ok. chicos, la guerra ha terminado. Podemos irnos a casa, tenemos a su presidente», narra este Zelenski que dijo jocoso el militar del Kremlin al ver en sus credenciales que compartía nombre y apellido con la primera autoridad del país invadido. Pero nada más. Porque, amén de haber nacido en territorio de la URSS, –Ucrania lo fue hasta 1991–, y servido como chófer en el ejército soviético, el Zelensky de Bakhmut piensa que el otro, el importante, al que votó en 2019, no está haciendo lo suficiente por negociar el fin de la contienda . Y que, como muchos en el Donbás, la patria ucraniana es su hogar, pero que la prosperidad y a la paz a su generación la llevó el comunismo.
El episodio del pasaporte tuvo lugar el pasado abril, pero con tanta batalla no ha habido oportunidad. Precisamente por miedo a algo así, a que el enemigo advirtiera la coincidencia, Volodímir Zelenski ha pasado la mayor parte del tiempo desde el inicio de la contienda en febrero metido en el sótano de su casa, aterrorizado. Su esposa, Valentina Zelenska, de 72 años, se fue al oeste mientras el marido se negaba a abandonar la casa que compró hace 20 años y donde disfruta de respirar «el aire más puro» posible. Ella ha regresado hace poco, sólo después de que a finales de septiembre las tropas ucranianas consiguieran echar a los rusos del municipio, aunque ahí siguen acosando desde las afueras con la artillería día y noche. Se rumorea que son mercenarios de la Wagner, o sea, armados privados a sueldo de Vladimir Putin ante la escasa disposición a lanzarse al combate que está mostrando su propia población. Mercenarios que tienen fama de ser unos caníbales impíos.
Pero hasta donde se sabe, lo de Volodímir Zelenski el albañil, se quedó en un susto. Los matones llamaron a su puerta, les hizo gracia que fuera tocayo del presidente, y ya. Otros no han tenido esa suerte. Crímenes aparte, son muchos los civiles que por menos han sido arrancados de sus hogares, 'secuestrados' según el argot de las víctimas, algo que forma parte de la tradición de Moscú. Quizás el ejemplo más salvaje fue la deportación en 1944 por orden de Joseph Stalin de quinientos mil chechenos a Asia Central, acusados de espiar para los nazis. Los ucranianos que han sufrido una mala suerte similar durante el presente conflicto refieren torturas variadas. En julio, el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken culpó a Rusia de haberse llevado por la fuerza más de un millón de personas de los territorios que está ocupando, se cree que una cuarta parte son niños. Dijo que es «una transferencia ilegal» de personas que viola la Convención de Ginebra. Se están utilizando para intercambiarlos por prisioneros.
Volodímir es un nombre muy común en la región, –así se llama el patrón de Kiev– y también apellidarse Zelenski. Sin ir más lejos, se publicó que era el caso de Igor, el novio bailarín de la hija menor de Putin. Pero en Bakhmut, hasta que el presidente fue elegido, no habían visto una cosa igual.