ANÁLISIS
El ataque de EE.UU contra los hutíes traslada la presión a Arabia Saudí
Riad lleva casi diez años bombardeando a los rebeldes del Yemen, y su participación en la operación de Washington es clave para su éxito o fracaso
Quiénes son los hutíes de Yemen y por qué EE.UU. y Reino Unido los han bombardeado en el mar Rojo
Finalmente EE.UU perdió la paciencia, tras dos meses de sabotaje de los rebeldes del Yemen al comercio internacional en el mar Rojo, y anoche decidió pasar al ataque con la colaboración del aliado británico. Los bombardeos nocturnos, que según la BBC alcanzaron 27 ... objetivos en tierra de los rebeldes chiíes (de la rama hutí), fueron un buen golpe de efecto para trasladar el mensaje de la Administración Biden: si no cesan los ataques con drones contra los mercantes en el mar Rojo, EE.UU y sus aliados atacarán las bases en Yemen desde las que son lanzados.
Como demuestra la guerra de Israel en Gaza, el poder de la aviación no es suficiente para neutralizar a un enemigo fanático, en el que se mezcla nacionalismo y fervor religioso hasta justificar el terrorismo suicida. Es preciso ocupar el terreno y destruir las instalaciones enemigas subterráneas. Ocurre con Hamás. Y será también necesario en el caso de los hutíes del Yemen, que llevan dos décadas alzados en armas en guerra civil y ocupan gran parte del territorio, incluyendo la capital, Saná.
Ocupar el terreno, o emprender una acción más contundente que la de anoche, requiere -más aún en las actuales circunstancias de Oriente Próximo- contar con aliados árabes. Y hasta ahora todos -por no hablar de algunos aliados europeos como España- han preferido excusarse. En la acción de la noche del 11 de enero se menciona tan solo una 'colaboración' por parte de Bahréin, el diminuto Estado del Golfo Pérsico que como es bien sabido controla Arabia Saudí.
En Riad se encuentra, en cambio, la clave del éxito de cualquier operación seria contra los hutíes. Arabia Saudí, líder del islam suní, lleva diez años combatiendo en Yemen contra su archienemigo iraní, cabeza del islam chií. Ambos lo hacen por poderes: Riad apoya con todos los medios, también sus tropas, al régimen yemení derrocado; y Teherán pone también armas y dinero en favor de los rebeldes hutíes. Hace un año, árabes y persas firmaron un alto el fuego después de dejar el país en ruinas; hoy Yemen es una de las naciones más pobres del planeta, con el 80 por ciento de sus 23 millones necesitados de ayuda alimentaria.
La conveniencia del alto el fuego, y las circunstancias de la guerra de Israel en Gaza, mueven al régimen saudí a abstenerse de sumarse a la operación que preconiza EE.UU contra los hutíes. El mundo árabe, y en general el islam así como la izquierda occidental, están con la causa palestina, y cualquier decisión pronorteamericana del líder saudí, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, le haría muy impopular en ese contexto. Por otra parte, la cobertura de una operación que se presenta en defensa de la libertad del comercio mundial, daría a Arabia Saudí una ocasión de oro para derrotar a los hutíes y a Irán, y volver a instalar en Saná un régimen aliado suní. Riad tendrá que deshojar la margarita.
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