La pinza entre la izquierda y Le Pen tumba el gobierno más efímero de la V República francesa
331 diputados votaron a favor de la propuesta presentada por la izquierda
Francia perpetúa su crisis política, víctima de divisiones sin precedentes
Corresponsal en París
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Iniciar sesiónA las ocho y 25 minutos de la tarde de este miércoles, 331 de los 577 diputados de la Asamblea Nacional –de extrema izquierda, socialistas, comunistas, ecologistas y de extrema derecha– votaron la censura del Gobierno de centro-derecha de Michel Barnier, abriendo así ... una nueva página de la histórica crisis que hipoteca el futuro político de Francia.
Solo se necesitaban 288 votos para precipitar la censura, pero fue apoyada con 331 votos, por lo que no fue necesario votar la moción presentada por Marine Le Pen. A los apoyos de la extrema derecha y las izquierdas se sumaron los votos de algunos diputados de ambigua clasificación política. Tras esto, el Gobierno queda destituido de oficio, pero seguirá ejerciendo tareas técnicas, hasta la formación de un nuevo ejecutivo, en fecha imprevisible.
Tras la censura, tanto la extrema izquierda como la extrema derecha pidieron la dimisión del presidente de la República, Emmanuel Macron, que había anunciado, horas antes, su ambición de nombrar un nuevo jefe de Gobierno en las próximas 24 o 48 horas.
Coincidencias a diestra y siniestra: los extremos se tocan en la política francesa
Juan Pedro QuiñoneroLe Pen y Melénchon han presentado sendas mociones de censura con el mismo objetivo: tumbar al Gobierno
Para Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, la dimisión de Macron, nada probable, quizá imposible, tiene un objetivo político esencial. Le Pen (extrema derecha) espera salvarse de su posible condena a la inhabilitación y posible prisión, por extorsión de fondos al Parlamento europeo, si se convocasen unas elecciones presidenciales anticipadas cambiando los calendarios políticos y judiciales.
Mélenchon, por su parte, espera ser el candidato de las izquierdas si unas presidenciales se convocaran con rapidez. El líder de la extrema izquierda justifica ese proyecto personal afirmando que «Macron es el principal responsable del caos político en el que se encuentra Francia. Por eso debe dimitir».
La defensa de Barnier
En un tono muy sereno y moderado, Michel Barnier, el primer ministro censurado, respondió a sus principales adversarios haciendo un balance crítico muy duro de la situación económica francesa: «El estado grave en el que se encuentran la deuda y los déficits públicos no desaparecerán por arte de magia con la censura. Los presupuestos del Estado que hemos presentado eran el mejor compromiso posible, a mi modo de ver», subrayó.
Ante el incierto futuro político inmediato, todas las fuerzas parlamentarias toman posiciones antagónicas. En nombre de la extrema izquierda, Eric Coquerel avanzó las ambiciones inmediatas del Nuevo Frente Popular (NFP): «Con esta censura ponemos fin a la farsa de un Gobierno minoritario, no democrático. Con esta censura suenan las campanas del fin del mandato presidencial de Macron». A partir de ahí, las izquierdas se proponen presentar su propio proyecto de gobierno, con una posible candidata ecologista al puesto de primera ministra.
Socialistas y ecologistas, sin embargo, adoptaron un tono menos apocalíptico, con distintas ambiciones, pero también justificaron la censura en nombre del «fracaso» y el «caos» político en el que se encuentra Francia «víctima de las decisiones de Macron». Socialistas y ecologistas están divididos entre radicales y pragmáticos.
Entre estos últimos está Yannick Jadot, que fue portavoz de Greenpeace (Francia), que cree posible un acuerdo de gobierno entre algunos ecologistas, algunos socialistas, los amigos políticos de Macron y la derecha moderada. Ambición ecuménica, muy piadosa. En el lado radical se encuentra Sandrine Rousseau, quien es partidaria de un proyecto de «izquierda auténtica», para imponer sus criterios propios al presidente de la República.
En nombre de la derecha tradicional, François-Xavier Bellamy hizo un análisis muy crítico de la pinza de los extremos: «Esta censura hipoteca nuestro futuro. La alianza de la extrema derecha y la extrema izquierda costará muy cara a los agricultores, a los médicos, a las enfermeras, a los policías, a los gendarmes, a los empresarios, grandes y pequeños, a millones de franceses». Bellamy y otros líderes de la derecha tradicional son partidarios de volver a intentar un «bloque común», centrista, conservador moderado, abierto a socialistas independientes. Vaya usted a saber. Se trataría, a su modo de ver, de «sentarse en una mesa a dialogar». Veremos.
Error histórico
En nombre de las familias políticas próximas a Barnier y Macron, centristas «aperturistas», Gabriel Attal, ex primer ministro, declaró que «votar la censura es un error histórico. El voto unido de la extrema izquierda y la extrema derecha es una catástrofe para Francia y los franceses». A partir de ahí, Attal y Édouard Philippe, otro ex primer ministro, aspiran a la «reconstrucción» de una fuerza política centrista, conservadora, intentando unir grupúsculos de distinta obediencia. Proyecto ambicioso, por construir, sin prisas.
El mes de julio pasado, ante una situación política muy semejante, idéntica, Macron tardó más de dos meses en encontrar un primer ministro, Michel Barnier, que apenas ha conservado el puesto tres meses cortos, desde el 5 de septiembre pasado.
En el Elíseo, tras un viaje oficial a Arabia Saudí, Emmanuel Macron aspira a encontrar una solución rápida para evitar el temible espectáculo de la reapertura de la catedral de Notre Dame, el próximo sábado, con una Francia empantanada y sin Gobierno.
Más allá del acontecimiento cultural, religioso, institucional, la reapertura de Notre Dame también será un acontecimiento diplomático con muchas aspiraciones internacionales. Si bien el Papa Francisco no ha deseado participar en la inauguración, el presidente electo de EE.UU., Donald Trump, ha confirmado su presencia, entre otros jefes de Estado y de gobierno.
Hace unos días, Macron declaró estar convencido de que la reapertura de Notre Dame, tras los cinco años de trabajos que han seguido al trágico incendio de 2019, debía ser un «mensaje de esperanza, nacional e internacional». El espectáculo de una Francia sin gobierno pudiera ser una catástrofe política y diplomática.
De ahí que el Eliseo filtrase, la noche de ayer, la gran esperanza macroniana de tener un nuevo primer ministro en 24 o 48 horas. ¿Será posible?. Veremos.
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