El asalto en Brasilia refuerza el gobierno de Lula en su arranque
Claves de Latinoamérica
El 93% de los brasileños rechaza los actos vandálicos protagonizados por los seguidores radicales de Bolsonaro
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl asalto de los seguidores de Bolsonaro a los edificios de los tres poderes del Estado ubicados en una misma plaza en Brasilia –con especiales destrozos en el Congreso Nacional y una penetración limitada en el Tribunal Supremo y la Presidencia– ha sido comparado ... con el realizado un año antes por los seguidores de Trump en el corazón de Washington, el cual posiblemente trató de emular.
Entre las diferencias, no obstante, hay una sustancial. Mientras el ataque al Capitolio pretendía alterar la votación misma que designaba a Joe Biden como nuevo presidente estadounidense, en lo ocurrido en Brasilia el riesgo institucional fue reducido, pues Luiz Inácio Lula da Silva había tomado posesión del cargo una semana antes y su gobierno ya había echado a andar.
La Justicia investigará a Bolsonaro por el asalto al Parlamento
EFESigue así la petición de la Fiscalía, que sospecha que el exmandatario incitó a sus partidarios a invadir y destrozar las sedes del Parlamento, la Presidencia y el Supremo el 8 de enero
La ocupación el 8 de enero de la Plaza de los Tres Poderes fue de entrada, pues, un problema de desorden público que no suscitaba ningún dilema de legitimidad o continuidad democrática, dado que el recambio presidencial ya se había producido, con el apoyo de los principales resortes del Estado y sin que Jair Bolsonaro o sus partidarios hubieran hecho mucho realmente para impedirlo. No es lo mismo paralizar un proceso de designación, lo que prolongaría la permanencia en el puesto del hasta entonces presidente, entrando con ello en un limbo constitucional, que seguir cuestionando el resultado electoral cuando el nuevo gobierno ya está al mando (también de la Policía y el Ejército) y actuando.
De todos modos, el empeño de Bolsonaro en continuar alimentando el rechazo de Lula entre sus seguidores más radicales ha dado lugar a un intento de subvertir gravemente el orden institucional. El que ni siquiera sus propios promotores estuvieran probablemente muy convencidos del éxito que iba a tener la acción (difícilmente Lula iba a caer por la toma de un Congreso vacío; más bien lo que se buscaba era incitar a elementos destacados del Ejército a una rebelión) no resta trascendencia a lo ocurrido.
Actos vandálicos
No obstante, esa movilización extremista ha tenido el efecto contrario del pretendido. Ciertamente ha demostrado que existen grupos muy disconformes con la salida de Bolsonaro de la presidencia dispuestos a llegar lejos en sus operaciones (tanto quienes salen a la calle como sus financiadores), pero también que su movilización y apoyo carece de un calibre decisivo. Tras las presidenciales de octubre, el 40% de los brasileños decía no creer que Lula hubiera ganado las elecciones, y más de un tercio del electorado apoyaba una «intervención militar» para girar el resultado, si bien solo el 10% de la población aceptaría vivir bajo una dictadura. Las imágenes del 8 de enero han servido para despertar la conciencia democrática en la sociedad brasileña: el 93% se ha pronunciado contra los actos vandálicos en Brasilia, según DataFolha.
Al mismo tiempo, lo sucedido está permitiendo a los fiscales proceder contra los cabecillas del asalto (se enfrentan a posibles penas por terrorismo o intento de golpe de estado) y abrir una investigación sobre los nexos de esa red con el propio Bolsonaro e integrantes de su círculo, como su exministro de Justicia Anderson Torres. También ha puesto en alerta a los altos mandos del Ejército sobre posible connivencia en sus escalafones con operativos subversivos, en un asunto en el que se han expresado sospechas en ambos sentidos: que la Policía Militar, apenas inicialmente desplegada ese día para custodiar los emblemáticos edificios, pudo colaborar con los asaltantes, y que Lula, ausente en un viaje dominical, pudo dejar hacer para luego poder abortar cono eficacia la amenaza de los bolsonaristas.
En cualquier caso, el gobierno de Lula sale fortalecido. Siempre contó con que la polarización social, demostrada en las reñidas elecciones (Lula obtuvo el 50,9% de los votos; Bolsonaro, el 49,1%), supondría protestas callejeras de los sectores más contrarios; no obstante, muchos de quienes votaron contra el líder del Partido de los Trabajadores, a partir de ahora –en desaprobación del asalto ocurrido en Brasilia– pueden retenerse de seguir engordando el fenómeno Bolsonaro y comenzar a distanciarse de él. Las instituciones han cerrado filas en torno a la presidencia de Lula, y su propio gobierno, cuya composición es algo dispar por la necesidad de sostenerse sobre una coalición que vaya más allá del PT, se ha visto galvanizado en defensa de la democracia brasileña.
La figura de Bolsonaro seguirá siendo incómoda para Lula, tanto si un proceso judicial le conduce a la cárcel como si el expresidente esquiva la detención, pues sus seguidores han demostrado estar dispuestos a protagonizar desórdenes. No obstante, su liderazgo puede ir diluyéndose, sobre todo si Lula cumple su promesa de gobierno abierto y no sectario, aunque no por ello vaya a reducirse el creciente populismo de un lado y de otro.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete