Los años de la dragona vuelven a cernirse sobre la Casa Blanca
Hay un tipo de primera dama que debe actuar para proteger a su marido
Jill Biden, la mujer que conduce a su marido con susurros
Corresponsal en Washington
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Iniciar sesiónLos años de la dragona han vuelto a Washington. No es desde luego la capital de Estados Unidos ajena a rumores sobre la salud de un presidente y el poder real de su mujer. Desde los años de Franklin D. Roosevelt, enfermo de poliomielitis, obligado ... a usar silla de ruedas, la Casa Blanca ha sido sometida periódicamente a la insistente pregunta de qué poder tiene la primera dama, y cómo lo ejerce.
No todas las mujeres de presidente se han visto en esa tesitura. Las hay que ya tenían suficiente con lo suyo: Jackie Kennedy con las infidelidades de su marido, Betty Ford con sus adicciones, Melania Trump con sus ganas de marcharse de esta ciudad húmeda y pantanosa. Otras, como la propia Eleanor Roosevelt, Hillary Clinton o Michelle Obama parecían tener su agenda siempre llena, más interesadas por lo político que lo protocolario.
Y luego están las apodadas dragonas, las que toman el control cuando su marido pasa por algún percance. No es un apodo inventado. La mítica Helen Thomas, corresponsal en la Casa Blanca fallecida en 2013, enfrentó a Ronald Reagan en 1987 sobre los rumores de que quien estaba al mano era su mujer, que era de hecho quien había despedido a su jefe de gabinete tras una discusión. Reagan enfureció. Discutió con la prensa en el Despacho Oval, algo impropio del presidente aparentemente más simpático y paternal de la historia. Según dejó escrito Thomas, Reagan «expresó su resentimiento sobre la idea de que su mujer estuviera implicada en decisiones gubernamentales y todo eso, que fuera la dragona de la Casa Blanca».
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Pero lo cierto es que, según demostraron después historiadores y libros de memorias varios, Nancy Reagan sí tomó el control de la situación varias veces, comenzando por el día del intento de asesinato de Reagan en el hotel Hilton de Washington en 1981. El secretario de Estado, Alexander Haig, proclamó que estaba él al mano, porque el vicepresidente estaba en Texas. Eso no gustó a la primera dama, y Haig fue despedido en un año.
Cuando Reagan comenzó a mostrar signos de deterioro cognitivo, y los medios de mayor prestigio se hicieron eco de momentos de confusión y titubeos, Nancy Reagan comenzó a aparecer en reuniones y visitas, susurrando a su marido, pidiendo tiempo, marcando terreno. Donald Regan asumió el cargo de jefe de gabinete en 1985, y rápidamente surgieron desacuerdos y fricciones entre él y Nancy Reagan. Las tensiones alcanzaron su punto máximo durante el escándalo Irán-Contra, cuando se reveló que altos funcionarios de la Administración habían estado involucrados en la venta secreta de armas a Irán.
Tras una discusión con la primera dama, Regan fue reemplazado por Howard Baker, quien asumió el cargo de jefe de gabinete. La relación tensa entre Nancy Reagan y Donald Regan quedó reflejada en las memorias de Regan, en las que criticó abiertamente a la primera dama y la describió como una figura dominante en la Administración de su esposo.
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