Afectados por la ola de incendios más letal en Chile: «Es lo más parecido a una bomba»
Los fuegos habrían sido provocados de acuerdo con los peritajes dados a conocer por la Policía
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«Solo tenía un dólar, un dólar que había conseguido hace cinco años. Me lo dieron como obsequio y lo tenía guardado en la billetera como recuerdo para la suerte». Probablemente Marco Baxmann, un chileno de 29 años residente en la zona devorada ... por el fuego en los últimos días, nunca pensó que esa decisión hace un lustro le permitiría salir del infierno en que se convirtió Viña del Mar el pasado viernes y dirigirse hacia su casa en Quilpué, en medio del área castigada por las llamas.
No disponía de más efectivo, no había luz ni manera de sacar dinero, no funcionaban Internet ni la línea telefónica, el servicio de metro estaba suspendido por el incendio y los autobuses llegaban llenos desde Valparaíso. Es el escenario dantesto al que se enfrentó este joven el 2 de febrero al salir de trabajar. «Los coches trataban de meterse por todos lados. El cielo cada vez se ponía más turbio, más negro, más sofocante. Costaba respirar. Era una sensación terrorífica», relata a 'ABC' sobre el fuego originado el pasado viernes en Chile, que ha dejado al menos 130 muertos en la región.
En mitad del caos, su mayor preocupación era dejar Viña del Mar, regresar a su casa y comprobar que todos sus seres queridos se encontraban bien. «Intenté comunicar con mi hermana, con mi familia, pero tenía poca batería y la señal no funcionaba muy bien. Los mensajes no llegaban completamente, así que estaba básicamente solo», explica sobre las casi seis horas que deambuló por la ciudad costera en busca de un autobús que lo devolviera a su hogar.
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«Incluso se me ocurrió la 'brillante' idea de irme caminando. El trayecto entre Viña del Mar y Quilpué serán unos 15 kilómetros. A medida que me acercaba, el humo era más sofocante. Había mucho más pánico en ese sector porque el fuego estaba ahí mismo, se empezó a propagar tan rápido que mucha gente no se ni dio cuenta», narra. La situación lo obligó a descartar la idea de retornar a pie y volver al punto de partida, donde logró subirse a un autobús que lo transportó a su hogar.
Durante el camino, pensó en todo lo que había contemplado: la gente «presa del pánico, asustada». Vio niños, ancianos, jóvenes, adultos, animales... «completamente desorientados» al hallarse «a la deriva». Una estampa que se ha repetido en toda la región: «Hay una imagen que muestra una calle llena de autos quemados, carbonizados. Es devastadora. Al verla, me puedo imaginar a la gente tratando de arrancar y las llamas alcanzándolos. Los veo dejando su auto y corriendo porque, si no, iban a morir», recrea.
Afortunadamente, la casa de Marco ha resistido al incendio, pero buena parte de sus vecinos no han tenido tanta suerte. Muchos de sus amigos y de sus compañeros del colegio, de la universidad y del trabajo han sufrido «pérdidas totales». «Es terrible. El fuego es muy rápido, en cosa de minutos empieza a consumir tu casa y no tienes tiempo para el miedo. La desesperación te nubla la mente. ¿Qué tomarían si saben que su casa se está quemando? ¿Qué se llevan? Todo lo que está en tu casa es importante y y no hay tiempo», reflexiona.
En un escenario «gris, cubierto de cenizas», los chilenos tratan ahora de ser «resilintes» y «levantarse nuevamente, como ocurrió con el terremoto». En este contexto, cuando todo apunta a que el incendio fue provocado en base a las evidencias detectadas por la Policía, el joven llama a aprender la lección y encontrar «maneras de mitigar estos riesgos» para la población y el medio ambiente.
«Es lo más similar a una bomba»
Menos suerte ha tenido la familia de Óscar Balbontín, que reside en la población Canal Chacao. Él se encontraba fuera de la ciudad cuando el fuego alcanzó las viviendas de sus padres y su abuela: la primera se salvó, la segunda no. «Si yo pudiera describir en una sola palabra la situación, es lo más similar a una bomba. La gran mayoría de las casas han quedado destruidas, solo ha resistido la estructura de cemento. Todo lo demás quedó en ruinas, todo hecho polvo», lamenta.
«Fue fuerte verlo todo por televisión. El miedo fue inmediato por la casa de mis padres. Quedé en shock. Mi novia intentó calmarme, pero yo estaba histérico, estaba muy nervioso por mí y por mi familia. Se cortaron las comunicaciones, no había WhatsApp ni llamadas ni SMS, no había ningún tipo de comunicación ni luz. Nada, nada», señala, mientras detalla cómo algunos de sus familiares vaciaron los tubos de gas licuado de las viviendas para evitar explosiones y la propagación del fuego.
En cuanto a las pérdidas, afirma que lo más doloroso, aparte de la casa en sí, es la faceta sentimental. «Todas las fotos familiares se perdieron, los recuerdos de mi abuelo, que falleció durante la pandemia en 2021», se desespera. Con él coincide Marco: «Pierdes tu hogar, tu casa, un lugar en donde puedes llegar todos los días, donde comes, donde vas al baño, donde habitas, donde creas recuerdos, donde tienes una rutina».
Por delante les queda ahora la tarea de limpiar y ordenar, «sacar todo lo tóxico», porque todos los elementos en el interior de la vivienda quedaron convertidos «en una masa de cosas mezcladas todas juntas». Sin embargo, lo más difícil será explicarle a su abuela, ahora ingresada por motivos ajenos al incendio e ignorante de lo que ha sucedido, que su casa ha desaparecido.
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