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Al Shabab huye del hambre

La milicia islamista se refugia en su bastión tradicional al sur del país, donde controlan el 70 por ciento del territorio

Al Shabab huye del hambre efe

EDUARDO S. MOLANO

Armada tan solo con su voz, la joven Faduma Yusuf amenaza con aguar la fiesta política. Desde hace unos minutos, y dada la inusual visita de la clase dirigente al barrio, la joven somalí lanza continuos improperios ante la diatriba política emitida por Abdisamad Moallim, ministro del Interior y Seguridad Nacional del país africano.

« Las milicias de Al Shabab han sido expulsadas de Mogadiscio . Sin embargo, la lucha continúa», asegura, exultante, el político a ABC. Ensimismado en sus pensamientos, Moallim se muestra ajeno a los gritos de Yusuf. Tan solo dos metros les separan.

Ignorada por el silencio de la política, esta mujer exige sus cinco minutos de fama. Es verdad que su historia no difiere demasiado a las escuchadas desde que fue declarada la situación de hambruna en el Cuerno de África: «Tras huir de la localidad de Baidoa por la sequía, hace tan solo dos días, perdí a mi único hijo. Tenía un año y medio». Sin embargo, la historia de Yusuf muestra, a día de hoy, una premisa alejada del habitual lenguaje del «oenegerismo transfronterizo»: pese al dolor de los políticos, la actual crisis humanitaria ha beneficiado especialmente a un Gobierno —el somalí— que en los últimos tres años se mostraba incapaz de combatir a las milicias islamistas de Al Shabab, y que ahora han huido de la capital.

El barrio de Bakara Market, en pleno centro de Mogadiscio, sirve de prueba. Hasta ayer, ningún periodista internacional había puesto pie en el considerado nido de la serpiente de Al Shabab. Sin embargo, sus muros inertes, sus comercios vacíos y su total ausencia de figuras humanas —al margen de las milicias paramilitares— tiñen de desasosiego un paseo que, hasta hace tres años, se habría considerado la exclusiva por excelencia del reporterismo en el Cuerno de África. La fotografía no tiene premio. De Al Shabab, ni rastro.

Nueva estrategia

«Las milicias islamistas han cambiado su táctica, ahora se infiltran entre la población local a la espera de lanzar ataques de otra forma», asegura a este diario el coronel Osman Abdullahi. Obviada la habitual compostura marcial, el discurso de la cúpula gubernamental es otro: a día de hoy, la mayor parte de los rebeldes islamistas han huido a las poblaciones del sur ante la ausencia de comida. Allí, su principal fuerza es geográfica —las milicias controlan cerca del 70 por ciento de las poblaciones asoladas por la sequía—, aunque si la hambruna se prolonga, también lo hará la miseria en que se encuentran las milicias islamistas. Por ello, la actual «bandera blanca» de Al Shabab en Mogadiscio —la milicia operaba en cerca del 40 por ciento de la capital— podría suponer una seria ruptura de la actual crisis militar , pero a la vez servir de germen para una nueva guerra civil por tomar el poder en Somalia, ahora ya no frente a los islamistas, sino ante los señores de la guerra.

«En su cruzada por eliminar a Al Shabab, el Gobierno ha centrado sus esfuerzos en dotar de mayor poder a los clanes y señores de la guerra —el número de familias nobles reconocidas ha pasado de cuatro a siete—. Sin embargo, es precisamente esta nueva identidad irreal la que puede provocar una nueva guerra civil. Al menos con Al Shabab el enemigo común era claro», asegura el analista Afyare Abdi Elmi.

Desde 1991, al menos 700.000 personas han perdido la vida en los enfrentamientos librados en el país, primero por los clanes feudales y, ahora, por las milicias islamistas. De igual modo, en tan solo diez años, el país africano ha dispuesto de hasta once jefes de gobierno, lo que evidencia un notable problema de identidad política. Es cierto que la religión, por medio de la Unión de Tribunales Islámicos, intentó unir al país hasta su salida del poder en 2007. Pero la «sharia» o ley islámica se aplicó de forma tan fanática , que terminó buscándose nuevos enemigos. Al Shabab se alzó entonces en armas. Y la comunidad internacional se obcecó en solucionar la crisis por la vía militar. Eso sí, sin grandes despliegues. En la actualidad, cerca de 9.200 militares de la Unión Africana de Uganda y Burundi se encuentran en el país, pero sin ningún apoyo en la clase dirigente.

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