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Irlanda, de nuevo tierra de emigrantes

Con la crisis, los más mayores intentan aguantar, pero los jóvenes se van en busca del trabajo que no hay en su país

P. GARDEU

PATRICIA GARDEU

Róisín (prefiere no dar su nombre real) es madre soltera, no trabaja, tiene 41 años y dos hijas de uno y tres años, pero la situación económica que vive Irlanda no le preocupa demasiado. «No sé si soy afortunada o fui muy lista», explica. En septiembre de 2009 vio venir el declive económico de su país. Vendió la tienda que regentaba en Dublín, reunió unos ahorros y se trasladó a Kinsale para ser madre a tiempo completo. «Vendí en el momento oportuno: se movía mucho dinero, la gente no se esperaba lo que se le venía encima», explica.

Róisín tiene claros los motivos de esta crisis: «Codicia, estupidez y demasiados años del mismo gobierno (el partido Fianna Fail, de centro derecha)». Un gobierno que ha anunciado bajadas salariales de los funcionarios y subidas de impuestos a partir de enero. Tony Lane, director en «Kinsale del Welfare Office» (equivalente al INEM) alega, sin embargo, que el gobierno da ayudas semanales a los desempleados de 196 euros para el padre, 135 euros para la madre, y 26 euros por hijo. «Son las mejores ayudas de toda Europa», subraya. Aunque Róisín está convencida de que todo «lo que sube, baja», ni aun así confía en su país. Hace un mes sacó todos sus ahorros de la banca irlandesa y los ingresó en la británica. El gobierno asegura que el temor a que los bancos se declaren insolventes es infundado. Pero los irlandeses no se fían.

La visión de los jóvenes es la más pesimista. No se plantean en qué banca ahorrar porque no tienen ahorros. Una de cada tres personas de entre 18 y 24 años, y una de cada 10 en edades superiores, está planteándose emigrar al extranjero en busca de trabajo. Irlanda arrastra la herencia de ser un país de emigrantes; un lastre que parece no abandonarle. Australia y Estados Unidos son zonas de referencia a la hora de elegir destino.

O Nueva Zelanda. Es el caso de Janet Murphy, de 33 años. Regresa a casa por Navidad, pero solo por unos días. Lleva dos años y medio en Nueva Zelanda. No encontraba trabajo en su país y el estilo de vida de los neozelandeses le atraía. Una historia que en su familia, como en la de tantos irlandeses, se repite: dos tíos en Canadá y varios primos en Australia. «Los principales problemas de Irlanda son la corrupción gubernamental y los altos costes de vida. No sé si es la mejor solución, pero de momento hay más oportunidades fuera», explica.

A los destinos clásicos se suman otros como la India. Es allí a donde se trasladará en febrero la irlandesa Áine Edwards, de 38 años. Es gerente de proyectos. Después de que en 2003 trabajara como voluntaria en la India, ahora le han ofrecido encargarse de la internalización de negocios. Las oportunidades que no encontraba en su país se han convertido en un reto en el extranjero. Piensa que es el momento oportuno para emigrar: «Creo que mucha gente se moverá a Canadá, Australia o Nueva Zelanda, esto es solo el comienzo. Hay una gran falta de confianza en el gobierno. Deberían fomentar el espíritu empresarial en Irlanda, la industria sostenible y las exportaciones».

Otro tipo de emigración que está desarrollándose, especialmente en zonas turísticas, es la estacional. Son muchos los negocios que han colgado el cartel de «hace mucho frío, nos vemos en primavera».

Chile, por ejemplo

Pero no todos los irlandeses piensan que emigrar sea ni la mejor, ni la única solución. Al primer impulso, Aine Wade, de 42 años, apuesta por emigrar a Chile si la economía continúa en caída libre. Pero después recapacita. Además de un marido y una hija de un año, siente que a Irlanda le ata un compromiso: «Tenemos la responsabilidad social de quedarnos. He recibido mucho de mi país y ahora me toca a mí devolvérselo». Su lema es: «Si no encuentras trabajo, créalo. La base está en la autosuficiencia, en no pedir dinero a los bancos». Por eso, junto a su marido, ofrece paquetes turísticos que agrupan clases de pesca y de inglés. «Hay que promover el turismo internacional, es el único modo de lograr que en el país entre dinero. En tiempos de crisis nacen ideas».

Aine no tiene fe en los bancos, pero como tantos otros irlandeses de su quinta esta crisis no le preocupa «más de lo normal». «Es la segunda recesión que vivo, por eso no tengo el miedo que tienen los jóvenes. Sé que todo es cíclico». Pero Aine añade un lado positivo al declive económico: «Antes la gente era demasiado consumista y te juzgaba por todo. Esta crisis está sirviéndonos para convertirnos en personas más tolerantes».

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