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Funeral vudú en Haití

Un grupo de haitianos conmemora a las víctimas del terremoto con un rito vudú sobre una fosa común

Marca el reloj las 16.53 horas del 12 de enero de 2011. Un cortejo precedido por una cruz parroquial y un incensario portados por monaguillos vestidos de blanco impoluto entra por un cancelín lateral del principal cementerio de Puerto Príncipe. Llevan un pequeño ataúd blanco al tiempo que entonan cánticos religiosos, se dirigen a un nicho por entre callejones de tumbas y un operario procede a introducirlo y cerrar el hueco con cemento. Entre ellos, dos franciscanos.

¿Quién va dentro de esa caja? ¿Por qué lo entierran el mismo día y a la misma hora a la que se conmemora el devastador terremoto de 2010? Uno de los asistentes aclara el misterio.

En el féretro no va nadie y no es un entierro al uso. Lo que llevan dentro es un centenar de fotografías y los nombres de 200 o 300 de los fallecidos en el seísmo. Participan en el acto vecinos de la feligresía de la capilla de San Alejandro que así dan sepultura de manera simbólica a los seres queridos que no tuvieron un funeral porque no fueron localizados entre los escombros o porque no fueron identificados. Fray Emmanuel, de México, dice que son «miles» los muertos en el barrio. A una decena de metros se halla el lugar donde fueron enterrados varios miles de víctimas del siniestro en una fosa común. Un artista local da los últimos toques en vivos colores a un mural conmemorativo donde aparecen, entre otros asuntos, las víctimas, los gobernantes y el dinero. Mientras, allí mismo una veintena de personas encienden velas y se van animando al ritmo del ron según se va yendo el sol entre las cruces de los sepulcros y los panteones.

Botellas de mano en mano

Algunos apenas aparentan la mayoría de edad, otros tienen aspecto rastafari y los hay también entraditos en años. Especialmente los jóvenes, bailan, cantan y conversan alrededor de un par de ladrillos en los que han depositado las velas. Casi todos beben de unas cuantas botellas que van de mano en mano. Se encuentran sobre la plataforma de hormigón que cierra la fosa común. El pintor del mural sigue a lo suyo.

Unos cuantos pasillos de tumbas más allá hay una cruz grande pintada de negro sobre la que vierten el líquido viscoso de una botella. A continuación danzan y canturrean en grupo hasta que una chica de unos treinta años se queda sola como fuera de si, tambaleándose en círculos, gesticulando con el rostro, contoneándose y levantando la pierna estilo Bruce Lee. Todo forma parte de un ritual vudú, señala uno de los haitianos presentes, que continúa desarrollándose cuando, siendo ya noche cerrada, el reportero abandona el cementerio. Nada de lo observado tiene que ver con el minuto de silencio anunciado por las autoridades para las 16.53 horas, pero los presentes dan por buena esta forma de honrar a los que se fueron con el terremoto.

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