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Castro da vía libre a la reforma de la economía y al fin de los subsidios

Subraya que es «imprescindible» la supresión de la cartilla de racionamiento, pero «no será de golpe»Pesimismo entre la disidencia al confirmarse que el partido no abordará la reforma política

MANUEL M. CASCANTE

Entre la autocrítica y el cinismo, Raúl Castro abrió el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba asumiendo algunos errores, después de medio siglo de dictadura del pensamiento único, pero sin dejar opciones a su corrección fuera de «la voluntad del pueblo contenida en la política del Partido, el Gobierno y el Estado».

La reformulación del socialismo, contenida en un documento que debaten mil delegados en cinco comisiones, despierta en los cubanos una preocupación fundamental: la cartilla de racionamiento, símbolo de un modelo fracasado que se resiste a tirar la toalla, pese a estar contra las cuerdas y al borde del K.O. «La libreta de abastecimientos y su eliminación fue, sin dudas, el asunto que provocó más intervenciones en el debate», reconocía Castro. Hoy, esa libreta se ha convertido «en una carga insoportable para la economía y en un desestímulo al trabajo, además de generar ilegalidades diversas en la sociedad». Así, su supresión aparece como «una de las principales medidas que será imprescindible aplicar», aunque «a nadie en su sano juicio se le puede ocurrir decretar de golpe la eliminación de ese sistema».

Diez años más

Con casi 80 años y después de acaparar —junto a su hermano— durante 52 el poder en Cuba, Castro ha llegado a la conclusión de que «resulta recomendable limitar a un máximo de dos períodos consecutivos de cinco años, el desempeño de los cargos políticos y estatales fundamentales».

En su idea de abrir la mano a la iniciativa de los particulares para estimular la maltrecha economía cubana, el presidente insistió en el «reordenamiento de la fuerza laboral, ya en marcha, para reducir las plantillas infladas en el sector estatal» y en «la ampliación y flexibilización del trabajo en el sector no estatal (que), lejos de significar una supuesta privatización de la propiedad social, permitirá al Estado concentrarse en la elevación de la eficiencia de los medios fundamentales de producción y desprenderse de la administración de actividades no estratégicas».

En cuanto al propio partido, el por ahora segundo secretario advertía que «lo único que puede hacer fracasar a la revolución y el socialismo en Cuba es nuestra incapacidad para superar los errores que hemos cometido durante más de 50 años (...) y el hecho real es que, a pesar de que desde los primeros años Fidel diferenció con claridad los papeles del partido y el Estado, no fuimos consecuentes en el cumplimiento de sus instrucciones. La dirección debe hacerse una severa autocrítica y adoptar las medidas necesarias para evitar la reaparición de tales tendencias. Ello, a su vez, es aplicable a la insuficiente voluntad política para asegurar la promoción a cargos decisorios de mujeres, negros, mestizos y jóvenes, sobre la base del mérito y las condiciones personales. No haber resuelto este problema es una vergüenza».

La Iglesia y Moratinos

Respecto a los presos políticos, que el régimen califica de «contrarrevolucionarios», Castro se felicitaba por el «proceso recientemente concluido de excarcelación de aquellos que en tiempos difíciles y angustiosos para la patria han conspirado contra ella al servicio de una potencia extranjera». Y reconoció el mérito a «la alta jerarquía de la Iglesia católica, que contribuyó con su labor humanitaria a que esta acción concluyera en armonía» y a «la contribución del anterior ministro de Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos». Castro echó mano del «bloqueo» al que tanto recurre la dictadura castrista para consolidarse. Después de reconocer que Estados Unidos «ha decidido algunas medidas positivas, pero sumamente limitadas», aseguró que el embargo «persiste e incluso se intensifica bajo la actual presidencia».

La disidencia interna ha expresado desde el principio su pesimismo y dudas de que esta reunión del partido único comporte cambios profundos, medidas económicas eficaces y, ni mucho menos, algún tipo de avance en derechos y libertades. El responsable de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (Ccdhrn), calificó ayer de «inquietante» el hecho de que la «alta nomenklatura» cubana «se esté regalando diez años más» en el poder, porque serán «diez años más arruinando la economía nacional y alimentando la desesperanza de la inmensa mayoría de los cubanos». El activista de derechos humanos, que consideró «muy reiterativo» el discurso inaugural de Raúl Castro, aseguró también en unas declaraciones a ABC que se confirma que «no se van a derivar mejoras en materia de derechos y libertades fundamentales que no están en la agenda de este semicongreso».

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