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«Especular con los precios de los alimentos es matar a miles de personas»

Antoni Bruel, coordinador general de Cruz Roja en España, presenta el Informe Mundial sobre Desastres 2011

«Especular con los precios de los alimentos es matar a miles de personas»

MIGUEL MUÑOZ

Occidente está engordando mientras el tercer mundo se sigue muriendo de hambre. Ese es el gran titular que se desprende del Informe Mundial sobre Desastres 2011, que Cruz Roja ha presentado este jueves en todo el mundo y se ha centrado en el hambre y la malnutrición.

El dato es contundente: 1.500 millones de personas tienen sobrepeso en todo el mundo y 925 millones padecen hambre crónica. O dicho de otro modo, un 15 por ciento de la población mundial se acuesta hambrienta mientras un 27 por ciento de la población estadounidense es obesa.

Y además, un disparado índice de precios de los alimentos sigue condenando a muerte a muchas personas: solo en el segundo trimestre de 2010 subió un 30 por ciento. Antoni Bruel, coordinador general de Cruz Roja en España, ha desentrañado para ABC las claves del informe.

—El informe es muy crítico con la especulación financiera en los precios de los alimentos. ¿Está haciendo Cruz Roja algún tipo de medida de presión en contra?

—Utilizamos todas las posibilidades que nos da ser miembro observador de Naciones Unidas. Intentamos que los gobiernos regulen la compra y venta de cereales para evitar la especulación, que consiste en comprar y retener granos que se van a consumir dentro de cuatro o cinco años a un precio mucho mayor. Esos precios deben estar a la disposición de las personas que tienen que comer, no a la de los mercados. Es algo muy simple.

—¿Se ha avanzado algo en esa regulación desde que estalló la crisis de los alimentos en 2008?

—No, no se ha avanzado nada. Pero entendemos que es un tema que tiene que resolverse, porque en estos momentos especular con los alimentos mata a miles de personas.

—¿Es consciente un especulador que realiza sus transacciones desde un ordenador que está muriendo gente por su culpa?

—Creo que si tiene capacidad para usar un ordenador, también tiene capacidad para saber qué puede ocurrir con lo que hace. La excusa de «yo no sé qué consecuencias tiene lo que estoy haciendo», en el siglo XXI y con la información de la que disponemos todos, no sirve. Por eso lo más importante es la regulación. Si la ley impide especular, el que no sigue la ley es un delincuente, y ya está.

—¿Pueden los alimentos convertirse una amenaza mundial de inestabilidad política, como el petróleo?

—Cada vez existe más preocupación en este sentido, tanto con los alimentos como con el agua. Si no se toman decisiones importantes pueden acabar siendo en instrumento de conflictos entre países, sobre todo si tenemos en cuenta el escenario de 9.000 millones de habitantes en el mundo previsto para 2050. De hecho, ya están influyendo: uno de los detonantes de las protestas que han estallado en el norte de África ha sido la falta de acceso a los alimentos. Yemen es un caso muy claro.

—Apuntan a los biocombustibles como otra causa del aumento del precio de los alimentos. ¿Hay que dejar de producirlos?

—En principio estaban concebidos para que algunas naciones tuvieran una actividad económica nueva. Pero ha sido al contrario: se ha dedicado un esfuerzo y una capacidad de trabajo a producirlos que han restado el volumen de alimentos que entran al mercado. Además, un campo dedicado a los biocombustibles no puede cambiar de pronto a la alimentación, porque es otro tipo de tratamiento de las plagas, otra gestión del cereal y la semilla... El espacio que invaden los biocombustibles es un territorio perdido para la alimentación.

—¿Cómo se puede combatir esa tendencia?

—Abriendo áreas nuevas. En Europa, por ejemplo, lo que se ha hecho es habilitar para biocombustibles zonas donde se había dejado de cultivar. Pero hay quien busca la producción barata de los países africanos, y empieza a plantar cereales para biocombustible donde antes se cultivaban cereales para la alimentación, porque resultan más baratos.

—¿Hay más causas de la subida del precio de los alimentos?

—La desaparición de las reservas de grano. Casi todos los países mantienen sus reservas de petróleo, pero las reservas de un bien básico como el cereal se han agotado con la excusa de que no hay dinero. Es decir, antes, si tú tenías trigo en tus reservas y el mercado mundial disparaba los precios de los alimentos, tú inyectabas el trigo de tus reservas y contenías ese precio. Ahora ese sistema de regulación está prácticamente anulado.

—El informe propone como solución ayudas para los pequeños agricultores. ¿En qué consisten?

—En el acceso al agua potable y lo que llamamos seguridad alimentaria, que consiste en asegurar que cada familia tiene lo suficiente para cultivar y criar animales para su propio consumo y un excedente para poder comercializar. Es algo que en la mayoría de zonas rurales se puede lograr. Además estabiliza una comunidad y puede ponerla en perspectiva de progreso, y son proyectos de muy bajo coste y un impacto positivo para las familias. En esto intentamos convertir a muchos pueblos de África.

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