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Los zoroastrianos buscan su hueco en el Irán de los ayatolás

El boom turístico en la República Islámica abre la puerta a la mejora económica y social de los zoroastrianos, seguidores de la religión de la Antigua Persia que han sufrido todo tipo de abusos desde la invasión musulmana en el siglo VII

Vista del Templo del Fuego de Yazd ABC

La ciudad del desierto Yazd es un destino obligado para el turista, que encuentra en sus callejuelas de barro y viejos templos el pasado persa del país. «Bienvenidos a Irán», refunfuña Advi, taxista zoroastriano reconvertido en guía. Acaba de detenerlo la Policía, «con ... cualquier pretexto», y le ha puesto una multa: «Solo porque soy zoroastriano. Si fuera musulmán, ni me hubieran parado». Advi -seudónimo- es miembro de la pequeña minoría de seguidores del Zoroastro (o Zaratustra), una religión reconocida en la República Islámica de Irán pero que sufre de discriminación diaria, intimidación e incluso acoso por las facciones más rigoristas del islam chií bajo acusaciones de que «amenazan la seguridad nacional y corrompen los valores de la Revolución islámica».

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