El voto judío, algo menos azul
Desde las primarias persigue a Barack Obama el fantasma del voto judío, considerado un tradicional bastión demócrata que esta vez podría no peligrar, pero sí verse menguado. Quizás este es uno de los pocos segmentos electorales en que el candidato demócrata ha tenido siempre todos ... los sondeos en contra.
El voto judío ha sido ininterrumpidamente azul (demócrata) en los Estados Unidos desde mucho antes de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y la fundación del Estado de Israel. Ya en los años veinte, la proporción variaba entre dos y tres votos judíos a uno a favor del candidato demócrata. Esta brecha se agrandó espectacularmente en la década de los treinta, en la que Roosevelt obtuvo siempre un respaldo de entre el 80 y el 90 por ciento de estos votantes. El republicano Eisenhower consiguió levantar algo de cabeza, rozando el 40 por ciento de sufragios en clave hebrea, que volvieron a euforizarse con Kennedy. Un 82 por ciento de judíos votaron por él frente al 18 por ciento que lo hizo por Nixon.
Esta tendencia se ha mantenido desde entonces, sobre todo en la era Clinton. La presidencia de Bill fue firmemente avalada por el voto judío, lo mismo que la posición de Hillary en el Senado y en la carrera presidencial. La ex primera dama tuvo un ligero traspiés en 1999, cuando su célebre «triangulación» estuvo a punto de emborronar su apoyo incondicional al Estado de Israel. Desde entonces la candidata se esforzó en ser mucho más clara.
Hillary, favorita en las primarias
Durante las primarias demócratas, parecía claro que Hillary era la gran amiga de Israel y que de Obama no se acababan de conocer las intenciones. Son los tiempos en que empiezan a planear dudas sobre sus veleidades musulmanas. El mismo candidato ayuda poco cuando hace alguna declaración sobre el «dolor del pueblo palestino», y cuando habla con cierta ligereza de Irán.
Poco a poco, el de Illinois irá aprendiendo a centrar el balón en este delicado asunto. Sobre su evolución hay dos versiones, según la proximidad a Obama de la fuente que se consulte. Los más adictos creen que el candidato ha sabido expresar una creciente claridad de su apoyo a Israel sin renunciar a aparecer como un amante de la exploración diplomática, incluso la más arriesgada. Eso sería especialmente así desde la célebre gira por Europa y por Oriente Medio que fue su bautismo de fuego internacional.
Los más escépticos aluden a aquella gira como a una especie de máster para novatos similar al que pasó la número dos del ticket republicano, Sarah Palin, cuando el pasado mes de septiembre aprovechó la asamblea general de la ONU para entrevistarse con todos los mandatarios mundiales posibles. Desde esta perspectiva, el Obama de las primarias no es que fuera tibio en lo israelí, es que era torpe.
Todos los sondeos apuntan a que los demócratas retendrán su hegemonía en el voto judío, un 76 por ciento del cual se decantó en el 2004 por Kerry, frente al 24 por ciento que lo hizo por Bush. Pero la tendencia es a un entusiasmo menguado, con distancias más cortas. Dos factores que podrían contribuir a ello es la situación en Oriente Medio y hasta cierta disgregación sociológica del famoso «voto judío», que aunque el mito empuja a ver como un lobby temible y como una piña, según el Pew Research Center tiende a votar cada vez menos en bloque.
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