Nace en Estados Unidos la universidad contra la corrección política
Un grupo de intelectuales y académicos de EE.UU. se han rebelado contra la censura y han creado la Universidad de Austin, un centro que busca preservar la libertad de investigación e intercambio de ideas frente a la asfixia creciente provocada por la ortodoxia progresista en los campus y más allá de ellos
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Iniciar sesión‘The Chair’ es una comedia que Netflix ha estrenado este año y que busca retratar, desde el humor, la crisis de la universidad estadounidense. Una de las principales tramas es el procedimiento de expulsión de un profesor -un genio académico que se pierde entre ... problemas personales y los vapores del alcohol y que es el interés romántico de la protagonista, interpretada por Sandra Oh- por haber realizado el saludo nazi durante una clase. En realidad, el profesor lo hacía dentro de una explicación excéntrica del absurdismo y el fascismo, pero un estudiante lo recoge en su móvil, se propaga por el campus y acaba con la censura y fulminación del académico.
«Si te ha hecho gracia la serie», asegura Niall Ferguson, un prestigioso historiador y comentarista que ha pasado por algunas de las mejores universidades del mundo, «es que no trabajas en educación superior. Hay algo podrido en el estado de la academia que no es para reírse».
Ferguson lo escribe así en su tribuna de ‘Bloomberg’ con motivo de una irrupción que ha sacudido esta semana al mundo universitario de EE.UU., el más poderoso del mundo. El historiador es uno de los intelectuales que están detrás de la creación de la Universidad de Austin, un nuevo centro académico en la capital de Texas con una intención más que ambiciosa: revertir el rumbo antiliberal que ha tomado la universidad estadounidense en las últimas décadas, con un deterioro acelerado de la libertad de cátedra, de discusión, de expresión y de intercambio de ideas. Todo ello motivado por una ortodoxia progresista, cada vez más dominante y asfixiante . En pocas palabras: su idea es montar la universidad ‘anti woke’.
Antiguos lemas
La realidad suele superar a la ficción y ‘The Chair’ no es una excepción. La serie utiliza la amabilidad necesaria para la comedia -y para conseguir salir adelante en una gran plataforma- para dejar fuera las situaciones más gravosas de la universidad actual de EE.UU.: cada vez es más difícil pensar con libertad en el que debería ser el reservorio de la libertad de pensamiento; cada vez es más habitual ser atacado, censurado, excluido o expulsado por no comulgar con la ortodoxia ‘woke’ en asuntos de identidad sexual y de género, antirracismo, clima o justicia social.
«EE.UU. se ha quebrado de muchas maneras. Pero la educación superior puede ser la institución más rota de todas», defiende Pano Kanelos, que será el rector del nuevo centro, después de haber tenido ese cargo en St. John’s College, en Annapolis (Maryland). La universidad debe ser el lugar que defienda «la libertad sin restricciones, el derecho a pensar lo impensable, a discutir lo que no se puede mencionar, a desafiar lo incuestionable», escribe citando la declaración sobre libertad de expresión de la Universidad de Yale.
‘Lux et Veritas’ (‘Luz y verdad’) es el lema de Yale, al igual que ‘Veritas’ es el de Harvard y ‘Die Luft der Freiheit weht’ (‘Sopla viento de libertad’), el de Stanford. Ante el estado de la discusión académica en la universidad estadounidense, quizá esos lemas son solo letras agrietadas en blasones. En los últimos años, se amontonan los casos de censura y ataques en la universidad a voces críticas. Un ejemplo, entre otros, es Peter Boghossian, un profesor de Filosofía de la Portland State University que acabó por dimitir el pasado septiembre, después de años acorralado por invitar a dar conferencias a personas que no conformaban con la ideología dominante. « Invité a esos conferenciantes no porque estuviera de acuerdo con su visión del mundo, sino sobre todo porque no lo estaba », explicó en su carta de dimisión, en la que diseccionaba el avance del antiliberalismo en la universidad.
El 70% de los alumnos están a favor de denunciar a los profesores si consideran ofensivo algo que digan en clase
«Poco a poco, la universidad ha hecho imposible la exploración intelectual. Ha transformado un bastión de la libertad de investigación en una fábrica de justicia social en la que solo se admiten cuestiones de raza, género y victimismo y solo provocan agravio y división », escribió Boghossian, que ganó celebridad nacional por escribir junto a otros profesores un trabajo paródico titulado ‘El pene conceptual como construcción social’ en el que se aseguraba que el miembro masculino es un producto de la mente humana y es responsable del cambio climático. Fue publicado en una revista científica y confirmó las denuncias del profesor: todo vale si se conforma con el lenguaje y el tono ‘woke’.
«A los estudiantes de Portland State no se les enseña a pensar. En su lugar, se les entrena para imitar la certidumbre moral de los ideólogos. El claustro y los gestores han abdicado de la misión de la universidad por buscar la verdad y en su lugar impulsan la intolerancia frente a creencias u opiniones divergentes. Esto ha creado una cultura de ofensa en la que los estudiantes ahora tienen miedo de hablar de forma abierta y honesta», cuenta el docente, al que le hicieron la vida imposible en el campus, desde acusaciones de violencia doméstica a pintarle esvásticas con su nombre en los baños.
Contra un discurso único
Impulsores de la Universidad de Austin como Ferguson y Kanelos abruman con estadísticas para retratar el clima opresivo para el discurso libre en la universidad estadounidense: el 62% de los estudiantes aseguran que el clima en el campus impide que los estudiantes digan lo que piensan (en 2019 era el 55%); el 70% de los alumnos están a favor de denunciar a los profesores si consideran ofensivo algo que digan en clase (85% para los estudiantes que se consideran progresistas); desde 2000, ha habido 491 campañas para evitar conferencias indeseables en las universidad (la mitad lograron su objetivo); desde 2015, se han registrado 426 incidentes relacionados con la libertad de expresión en los campus.
La Universidad de Austin nace con el apoyo de académicos, intelectuales, periodistas y creadores que han sido críticos en los últimos años con el avance del discurso único en el entorno académico. La idea inicial partió de un grupo reducido en el que se encuentran Ferguson y Kanelos, además de gente como la periodista Bari Weiss -excolumnista de ‘The New York Times’ y convertida en una de las voces más críticas con la llamada ‘cultura de la cancelación’- o Joe Lonsdale, un emprendedor del sector de la tecnología, fundador de Palantir Technologies, y que será uno de los apoyos financieros para el centro incipiente.
También respaldan a la nueva universidad personalidades académicas que son o han sido rectores de universidades importantes -Larry Summers (Harvard), Robert Zimmer (Universidad de Chicago)-, académicos de prestigio -desde Steven Pinker, acosado también en su cátedra de Harvard, a Jonathan Haidt o Ayaan Hirsi-, creadores como el guionista y escritor David Mamet o comentaristas como J onathan Rauch o Andrew Sullivan.
Este último -un autor británico que pasó por varios grandes medios de izquierdas, como ‘Time’ y ‘The Atlantic’ antes de refugiarse en su propio blog de pago en Substack- ya advirtió en 2018 que el dominio ‘woke’ se había extendido más allá de la universidad hasta las secciones de opinión de los periódicos, los comités de las grandes empresas o las organizaciones de la sociedad civil. «Todo lo vivimos en el campus ahora», escribió entonces, en algo que quedó expuesto a la perfección la semana pasada durante la gran conferencia anual de Microsoft. En el comienzo de la jornada, la presentadora empezó por reconocer que la sede de la compañía estaba levantada en terrenos «ocupados tradicionalmente» por pueblos nativos y pasó a enumerar los nombres de las tribus, antes de describir su apariencia física y su raza para el público ciego (además de eso, otros presentadores decían cuáles eran los pronombres con los que se identifican, para aceptar a quienes utilizan pronombres no binarios).
Ecos en Europa
«Advertencias de lenguaje desencadenante. Espacios seguros. Pronombres preferidos. Microagresiones. Antiracismo. Son términos que se despliegan de forma rutinaria en los campus de todo el mundo anglosajón como parte de una campaña sostenida para imponer una conformidad ideológica en el nombre de la diversidad», dice Ferguson, en un fenómeno que, como tantos otros que provienen de EE.UU., también ha salpicado al clima político y al activismo izquierdista de España, donde se ha adoptado en parte el lenguaje identitario surgido en la otra orilla. Hasta se ha llegado a adoptar menciones al ‘ Black Lives Matter ’ o la ‘abolición de la policía’ cuando son cuestiones alejadas de la realidad social española.
Este un fenómeno que, como tantos otros que provienen de EE.UU., también ha salpicado al clima político y al activismo izquierdista de España
Ferguson compara el ambiente de la universidad estadounidense con el del nacimiento de los totalitarismos del siglo XX - «el canto de eslóganes, el blandir de los carteles, la denuncia a colegas o compañeros de clase , la falta de proceso debido, las cancelaciones, las rehabilitaciones tras confesiones abyectas»- y niega que su objetivo sea volver a las universidades del pasado, «que eran instituciones religiosas, tan comprometidas con la ortodoxia y hostiles con la herejía como lo son hoy los seminarios ‘woke’». La fórmula es la de la universidad liberal: el «atreverse a pensar» de Kant.
El anuncio de la creación de la Universidad de Austin ha provocado reacciones furibundas desde algunos sectores izquierdistas. En una tribuna en la revista ‘New York’, Sarah Jones la ha comparado con experimentos anteriores, como la Liberty University, con el objetivo de producir votantes republicanos. «No estará comprometida con la libertad de expresión, sino con el adoctrinamiento», denuncia sobre el nuevo centro, al que califica de «universidad bíblica para libertarios». En redes sociales, las críticas eran abundantes desde sectores similares.
Tanto Ferguson como Kanelos aseguran que esperan este tipo de respuesta, pero que en los impulsores de la Universidad de Austin hay diversidad ideológica y unidad en el compromiso con la búsqueda de la verdad. De hecho, Ferguson advierte de que los ataques a la libertad de cátedra no son exclusivas de la izquierda : «Ante el creciente número de republicanos que llaman a un veto a la teoría crítica racial (estudios críticos con las convenciones académicas sobre justicia racial), me temo que el antiliberalismo está sufriendo una metástasis».
Queda mucho para que la Universidad de Austin funcione como una alternativa académica real . El verano que viene comenzarán los ‘Cursos Prohibidos’, un programa sin créditos oficiales y dedicados a materias provocativas que han quedado expulsadas de la academia. Después, comenzará un máster sobre Emprendedores y Liderazgo y, dentro de varios años, una oferta completa universitaria, con dos años centrados en humanidades y otros dos conectados con el sector empresarial y profesional. De momento, la universidad ha conseguido una financiación de diez millones de dólares y espera recaudar otros 250 en los próximos meses . Le queda un camino duro por delante: demostrar que esta idea, para algunos, indispensable para la supervivencia del discurso académico liberal, es también viable.
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