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La Unión Europea lucha por minimizar los daños del Brexit

La idea es que el proceso no desemboque en una situación, en la que desde Londres pudieran proclamar que están mejor fuera de lo que estarían habiendo seguido dentro ya que sería un veneno mortal para toda la UE

Lo prioritario para las autoridades europeas es terminar con las incertidumbres de los ciudadanos comunitarios que vivien en el Reino Unido AFP

ENRIQUE SERBETO

El líder del grupo parlamentario popular en el Parlamento Europeo, el alemán Manfred Wrber, definió muy bien cuál es el objetivo más importante de la UE en el proceso de salida del reino Unido: « lo que no puede suceder es que el Brexit sea un éxito» , que el resultado acabe dando la razón a los partidarios de abandonar la aventura comunitaria. De ahí, los responsables europeos se han pasado el tiempo tratando de explicar el matiz de que no debe confundirse con un tipo de castigo al socio desleal que abandona el barco, sino simplemente la constatación de las consecuencias que acompañan a la decisió n tomada en el referéndum.

La idea de que el proceso desemboque en una situación en la que desde Londres se pudiera proclamar que están mejor fuera de lo que estarían habiendo seguido dentro sería un veneno mortal para toda la UE , porque con toda lógica abriría un proceso que culminaría en su desaparición.

Pero hay pocas posibilidades de que ello suceda. Lo que se ha conocido hasta ahora es que la idea de poner en cuestión su pertenencia a la UE ha sido como pegarse un tiro en el pie. Que los británicos fueron convocados a votar para elegir entre algo que conocían -estar en la UE con condiciones especiales- y algo que no habían previsto, porque nadie les dijo cual sería concretamente la alternativa. Y de hecho, los bandazos entre los distintos tipos de Brexit , «duro» o «blando» que se han visto en el Gobierno británico demuestran que, en efecto, los líderes llevaron al país a un terreno que ellos mismos desconocen.

Eso es la base principal de la estrategia negociadora de la UE . Como el artículo 50 establece un proceso limitado en el tiempo y el 29 de marzo de 2019, dos años exactos después de enviada la carta informando del deseo del Reino Unido de abandonar el club, el país ya no será miembro de la UE, haya o no acuerdo, Bruselas ha impuesto que lo primero que hay que negociar son las condiciones del divorcio y solo si eso está claro, empezar a dialogar sobre qué forma adoptarán las futuras relaciones. Para Londres era al revés, querían cerrar primero como será el futuro, antes de entrar en los detalles de la separación, pero a la vista de sus propias dificultades, con una Theresa May debilitada después de las elecciones que ella misma convocó, nadie podría definir ahora cuales son los objetivos concretos de esas futuras relaciones.

Y dentro de los detalles del divorcio, las instituciones europeas han puesto en primerísimo lugar acabar con las incertidumbres de los ciudadanos comunitarios que quieran seguir viviendo en el Reino Unido. Lo más probable es que se llegue al acuerdo de que aquellos europeos que se encuentran a día de hoy legalmente en suelo británico y los británicos que viven en alguno de los 27 países que se quedan, mantendrán «de por vida», mientras que los que quieran instalarse a partir de la salida de la UE, deberán ajustarse a la nueva relación que todavía no se ha definido. Pero este será precisamente el termómetro de las negociaciones , porque el factor inmigración fue uno de los más relevantes en el debate del referéndum y en el argumentario de los partidarios del Brexit y de hecho, la opinión pública británica ha empezado a preocuparse por otras consecuencias de la decisión que han tomado como la economía.

Desde Bruselas intentan no perder de vista que el Reino Unido seguirá estando en su sitio aunque abandone la UE, de modo que no es previsible que hagan nada que desemboque en un periodo de tensiones. A falta de una definición por parte británica de sus objetivos, están obligados a minimizar los daños .

La «nueva» Europa sin Reino Unido

Otra cosa es lo que se calcula que puede suceder en esa Europa a 27 sin el Reino Unido. No pocos analistas prevén que el eje franco-alemán se reforzará y que hay muchos campos en los que el avance en la integración en varios campos va a ser posible ahora que Londres no va a tener posibilidad de vetarlo. En ciertas medidas de protección contra prácticas comerciales abusivas , en defensa, en la integración de la zona euro, en fin, en una mayor unión política. La llegada de Emmanuel Macron a la presidencia francesa ha abierto perspectivas mucho más claras en este sentido. España e Italia formarán ahora parte del núcleo duro junto al eje Paris-Berlin, cuya caldera de vapor se pondrá en marcha después de las elecciones de septiembre en Alemania. La sospecha es que, a cambio, algunos países como Polonia pueden convertirse en «submarinos» de Londres en el interior de la UE, aunque la experiencia ha demostrado que no tiene la capacidad de resistir la presión de los grandes.

De todos modos, la discusión más importante será sin duda la del dinero que el Reino Unido debe pagar para saldar todas sus cuentas pendientes y que es algo cuyo cálculo no parece sencillo. Los 60.000 millones de los que se habla se consideran «realistas» aunque también hay una carta que los británicos no han querido sacar aún, que es la eventual reclamación de los bienes cuya propiedad han contribuido a financiar. La respuesta de Bruselas es que pertenecen a la Unión, que tiene personalidad jurídica propia, y no a los países que la forman, por lo que no son divisibles.

En fin y si todo va bien, dentro de dos años se habrá producido ya el proceso de salida y el Reino Unido tendrá ante sí un abanico de posibilidades para diseñar sus relaciones con la UE , desde el modelo de Canadá, que es de libre comercio y cooperación regulatoria, al de NorUega, que es lo más próximo a ser miembro porque pagan al presupuesto comunitario y participan del mercado único (con las cuatro libertades indivisibles, incluyendo la libre circulación de personas que el Reino Unido quiere limitar). Y lo único evidente es que pase lo que pase lo que pase el reino Unido seguirá dependiendo de la UE y su mercado, aunque ya no podrá mantener el pasaporte bancario para sus bancos y, lo peor, tampoco influir en las decisiones que le afectarán directamente. Los partidarios del Brexit decían que querían recuperar la soberanía de su país: la experiencia demostrará probablemente que el resultado será el opuesto.

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