El viejo régimen ocupa los puestos clave del nuevo gobierno tunecino

Las elecciones se celebrarán dentro de seis meses para que las débiles fuerzas de oposición puedan darse a conocer a la sociedad

AFP

F. DE ANDRÉS

Con una decisión que podría generar nuevos disturbios, el primer ministro interino de Túnez, Mohamed Ganuchi, anunció ayer la composición del nuevo gobierno de «unidad nacional» en el que el partido del huido dictador retiene las principales carteras. De los 19 ministerios, tres serían por ... primera vez para líderes de partidos de oposición legales, dos de ellos sin representación en el parlamento. El anuncio se produjo más tarde de lo previsto, dentro del horario del toque de queda para evitar protestas callejeras de la oposición. Las carteras más importantes, en particular las de Interior, Exteriores, Economía y Defensa, quedan en manos de la Agrupación Constitucional Democrática (RCD), el partido de Ben Alí.

Ganuchi confirmó que, como pedía la oposición, las elecciones presidenciales y legislativas adelantadas no se producirán dentro de dos meses —como estipula la Constitución—, sino dentro de seis meses «como máximo». De esa manera, tanto los dirigentes de los partidos opositores como los que están en el exilio, cuyo regreso a Túnez es inminente, dispondrán de más tiempo para hacer campaña. El gran público que sólo sitúa a los políticos por la televisión desconoce por completo el rostro de los opositores así como sus mensajes.

El primer ministro también anunció la desaparición del infame Ministerio de Información, responsable de la propaganda del régimen de Ben Alí. El Ministerio del Interior, no menos impopular por las prácticas de detenciones arbitrarias y torturas de opositores, se mantiene en manos del RCD para evitar «vendettas». Se levanta la prohibición de la actividad pública del partido islamista, un grupo que en Túnez quiere mirarse en el modelo de islam tolerante del partido turco de Tayip Erdogán. Hay una orden para poner en libertad a todos los presos políticos. Ganuchi —un veterano político del partido de Ben Alí, pero limpio en asuntos de corrupción— se compromete a investigar los casos más sonados de enriquecimientos súbitos y sospechosos de personalidades de Túnez.

Todas estas medidas son muy populares y necesarias, pero muchos dirigentes de la oposición y del único sindicato tunecino las consideran insuficientes. La mayoría exigían más y mejores carteras para la oposición, y mayores garantías en materia de reforma electoral. Los más radicales exigen, simplemente, el «apagón» del partido de Ben Alí. El centro de la capital fue ayer escenario de varias manifestaciones que pedían la desaparición del RCD, y que fueron finalmente disueltas por el Ejército con uso de cañones de agua, gases lacrimógenos y disparos al aire.

Los analistas más ecuánimes consideran, no obstante, que el RCD, que ha dirigido los destinos de Túnez durante más de dos décadas y al que pertenecen los altos funcionarios que conocen los resortes del Estado, es imprescindible para evitar que la transición quede abocada al caos y a un eventual golpe militar. «Sólo hay que garantizar que sean expulsados y juzgados los hombres del RCD que se han lucrado durante la dictadura», apunta el politólogo y activista de derechos humanos Omar Chouika.

Por otro lado, la jornada de ayer registró una relativa vuelta a la normalidad en el país después de tres días de pillaje y choques con milicias partidarias de Ben Alí, que mantuvieron paralizada toda la actividad en Túnez. Los comercios y cafés de la capital reabrieron sus puertas, y el tráfico rodado volvió a las calles, controladas aún por la policía y el ejército. Las Fuerzas Armadas tunecinas han sido para muchos las auténticas protagonistas del éxito de esta revuelta por su resistencia a dirigir sus armas contra los manifestantes. Muchos puntos de la ciudad volvieron a reproducir la imagen de ciudadanos abrazando a soldados.

El número de muertos de los tres días de revueltas, tras la huida a Arabia Saudí de Ben Alí, se cifra en varias decenas. Ayer se conoció la muerte del fotógrafo francés Lucas Dolega, de treinta y dos años, herido gravemente por un proyectil de gas lacrimógeno el pasado viernes, durante la represión policial de una manifestación contra el régimen.

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