Trump debe reconsiderar su tóxica estrategia

Cierto es que ayer el presidente y su Gobierno pusieron entre paréntesis cualquier división para apoyar a los receptores de al menos seis paquetes explosivos, para, tal y como dijo Trump, «permanecer unidos» ante la amenaza de la «violencia política». El problema, sin embargo, es que el presidente lleva semanas inmerso en una estrategia de crispación tras la cual no extrañan sobresaltos de este tipo.

Por supuesto, Trump no es responsable de nada más que de sus habituales hipérboles discursivas. Pero un susto como el de ayer debería hacer reflexionar al presidente sobre el poder que sus palabras tienen sobre la ciudadaní a y sus partidarios. En sus mítines aún se canta «a la cárcel» cuando hace referencia a Clinton y acusa a los demócratas, sin pruebas, de financiar una caravana de inmigrantes centroamericanos que viaja hacia EE.UU. infiltrada de terroristas islamistas.

También debería reconsiderar el presidente sus constantes ataques a la prensa, en especial a CNN, en cuya redacción se recibió ayer otro paquete dirigido al ex director de la CIA John Brennan . Casi a diario, Trump le reprocha a la cadena televisiva que sólo emita «noticias falsas» destinadas a dejarle en mal lugar.

No necesita Trump esos exabruptos, dada la buena marcha de la economía, el pleno empleo y éxitos recientes como la renegociación del acuerdo de libre comercio de América del Norte . Sus insultos crean un ambiente tóxico incluso para la cargada política norteamericana. Aunque sólo fuera en este apartado, Trump debería aprender de presidentes republicanos como Ronald Reagan o George W. Bush, que supieron imponer sus decisiones más osadas con buen talante y campechanía.