Trípoli festeja el fin del Ramadán sin Gadafi

No, no había miles de personas, tan solo unos cientos, pero merece ser reseñado porque es la primera vez en décadas que los habitantes de la capital expresan a su libre albedrío sus sentimientos sin el pesado yugo de la coacción y seguros de que la ciudad está bajo control insurgente.

Caravanas de coches hacían sonar sus bocinas, niños en bicicleta, jóvenes gastando a base de acelerones los neumáticos de sus motos y, paseando como si no fueran nadie, agentes de policía que lucen de nuevo sus uniformes pero con el distintivo de la revolución añadido. Por primera vez también se veían cuadrillas de barrenderos en acción.

Desde lo alto del escenario las pruebas de sonido no se hacían con al clásico 123… 123… sino con insultos lanzados contra el dictador, lo que levantaba las risas del público.

Medio centenar de guerrilleros marcharon alrededor de la plaza kalashnikov en ristre y escucharon con la mano en el pecho el nuevo himno libio antes de empezar a disparar peligrosamente al aire sin control alguno. Uno de ellos tuvo que ser trasladado al hospital herido en una pierna.

Nadie parecía hacer caso a los grandes carteles colgados en uno de los muros de la medina en el que se pide a los ciudadanos que dejen de acompañar las celebraciones con disparos. Una de las asignaturas pendientes del nuevo Gobierno será la de desarmar a la población.

En la cercana calle Rashid los comercios reabrían sus puertas por vez primera y los jóvenes paseaban entre tenderetes de pantalones vaqueros, camisetas y zapatillas de imitación. Nirastro de los famosos relojes con el rostro de Gadafi en la esfera. “Problema, señor, problema”, dice el vendedor dando a entender que los han quitado de a circulación.