El terror no puede con el fuego eterno «parsi»

“No creo que los terroristas supieran lo que es un ‘parsi’. Ellos atacaron el hotel Taj Mahal y la cafetería Leopold porque eran lugares muy populares entre los extranjeros, nada más”. Yazdi Tantra y Ader Gandi dirigen las páginas web más visitadas por la comunidad zoroastriana –conocida como ‘parsi’ en India- en todo el mundo. Internet se ha convertido en una herramienta indispensable para mantener unidos a los miembros de esta confesión milenaria nacida en la antigua Persia de la mano de Zaratustra y que tiene en Bombay su auténtico centro mundial. ‘El directorio parsi’ recibió miles de visitas de todo el mundo tras los atentados en la capital financiera india, una ciudad en la que algunas de las más importantes fortunas pertenecen a familias con miembros parsis como los Tata, actuales dueños del Taj Mahal.
“Pensar bien, hablar bien y actuar bien” son los tres principios de esta confesión nacida hace 3700 años de la mano de Zaratustra, el primer profeta que llevó el monoteísmo al mundo. Su ciudad más sagrada es Yazd, en el sur de la República Islámica de Irán, donde su fuego eterno no se ha apagado nunca. Hace mil años que emigraron desde su cuna en la antigua Persia huyendo de las persecuciones religiosas. Desde entonces, la ciudad de Bombay se ha convertido en su segunda casa ya que alberga a unos sesenta mil de ellos, aproximadamente la mitad de toda la comunidad mundial. Viven por toda la ciudad, pero se concentran especialmente en una especie de colonias, llamadas ‘baugs’, construidas por filántropos parsis en el pasado.
En peligro de extinción
Para los parsis, el linaje se transmite mediante línea paterna y las mujeres que se casan con hombres ajenos a la comunidad pierden automáticamente su estatus en el seno de los zoroastrianos. Cada vez hay menos matrimonios que respeten la tradición en India y el número de miembros de la comunidad está en franco descenso en los últimos años, “por ello resulta fundamental el papel de Internet, que es capaz de poner en contacto a parsis de todo el mundo para que se conozcan y puedan formar familias”, señala Yazdi desde su despacho en el norte de Bombay.
“Irán queda en el corazón de todos como el lugar donde nació nuestra religión”, destaca la abogada Mehernaaz Sam Wadia. Normalmente no tienen problemas para obtener visados y viajar a suelo iraní, un país donde pese a la islamización se mantienen vivas las principales fiestas zoroastrianas como Chahar shanbe suri (último miércoles del año), el año nuevo, Newroz, o el Yalda, primer día del invierno. En Irán están aceptados como una de las tres minorías religiosas oficiales e incluso tienen un representante en el Majlis (parlamento), pero la emigración sigue siendo la nota predominante, especialmente entre los más jóvenes.
En el café Leopold las fotografías de paisajes iraníes decoran las paredes. Sobre la caja registradora, una imagen de Zaratustra. El actual dueño del local, Farhang Jehani, quiso abrirlo veinticuatro horas después del atentado, pero le obligaron a cerrarlo para proseguir con la investigación. Las marcas de los impactos de bala siguen frescas en los espejos que decoran uno de los cafés más animados de Colaba, una zona en la que históricamente los establecimientos donde está permitido el consumo de alcohol han estado en manos ‘parsis’. El mundo conoce hoy a los zoroastrianos por algunas figuras míticas como la familia Tata, el fallecido Freddy Mercury o el director de orquesta Zubin Mehta, pero su fuego lleva encendido miles de años, miles de años en los que el “pensar bien, hablar bien y actuar bien” les ha permitido sobrevivir entre religiones tan poderosas como la musulmana o la hindú.
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