«Señor presidente, tu nación llora»
Los restos del presidente Lech Kaczynski aterrizaron ayer en una Polonia sumida en el silencio y la contricción. El inmediato presidente en funciones, Bronislaw Komorowski , y el primer ministro Donald Tusk esperaban petrificados a pie de pista; la hija Marta se arrodilló al emerger ... el catafalco, y antes de acompañarlo todos a la capilla ardiente abierta en la sede de la jefatura del estado.
En el aeropuerto, al ruido de los motores había sustituído la impresionante “Marcha fúnebre” del polaco Chopin. 24 horas después del accidente aéreo que acabó con toda la delegación presidencial, que se dirigía a su vez a la ya de sí triste conmemoración de la histórica tragedia de Katyn, el féretro presidencial envuelto en la enseña roja y blanca había sido despedido con honores en Rusia y llegaba, en un CASA español, a un país que mira al cielo, tras sentir abrirse el suelo de su nuevo estado democrático.
“Tal vez esto sea una señal de que dejemos de pelearnos entre nosotros para empezar una vida juntos”, decía a las cámaras una ansiosa ama de casa, en sus cincuenta. Millones de polacos abarrotaban en silencio las iglesias del domingo, mientras llegaban a Moscú para su identificación las cajas negras del avión y los restos de las 97 víctimas, incluyendo a los principales militares del país, altos funcionarios, diputados y la propia dirigente histórica de Solidaridad, Anna Valentinowicz, la obrera que subiendo a una grúa del puerto lanzó la protesta de Gdañsk en 1979.
Flores y velas
Los vecinos de Varsovia seguían acercándose en número de decenas de miles a las verjas del palacio presidencial, donde las flores y velas impiden ya aproximarse, y recorrían sin rumbo el Camino Real, sin más que hacer bulto, o pueblo, en la indescriptible emoción. Todo se había parado cuando, en la mañana, aullaron las sirenas aéreas para anunciar, ya no bombardeos, sino dos minutos de silencio nacional y una semana de duelo.
Entre el olor a velas en las calles, muchos revivían por ósmosis popular la conmoción, hace 5 años, cuando la misma joven Polonia democrática sentía haber “perdido a su capitán”, como reiteraban ayer en opiniones a la prensa, con la muerte del Papa Karol Wojtyla.
Oraciones y encomiendas se confundían facilmente por doquier entre el presidente, el pontífice desaparecido y el incierto futuro, rodeado de flores, ojos enrojecidos y banderas bicolores. Los jóvenes que no vivieron la ocupación y la guerra, ni la lucha contra el totalitarismo socialista, de las dos previas generaciones, decían contar con estas dos fechas como su particular cuota de tragedia polaca: “En nuestra vida olvidaremos esto”, decía el estudiante Waldemar Karweta.
Lech Walesa, el ex presidente y lider del levantamiento obrero contra el comunismo, recordaba a un Kaczinski, primero compañero de lucha, luego acérrimo adversario: "Trabajamos codo con codo para edificar la democracia polaca… luego las diferencias nos separaron”.
El primer jefe de gobierno de la democracia ha dicho que “desearía que este suceso cambiara la política polaca”. Tadeusz Mazowiecki lamenta no obstante que siendo “hombre experimentado, sé que eso no ocurrirá facilmente y no tengo demasiadas esperanzas”.
En manifestaciones a radio Tok, este que fue uno de los intelectuales católicos fundadores del heróico sindicato Solidaridad, quiere creer no obstante que “aún así, esta pusilanimidad de la política polaca, al menos quede apartada por un tiempo ahora frente a la tragedia ocurrida”.
Mazowiecki recuerda que los polacos serían “un pueblo al que une el dolor”, para matirzar que “nuestro problema es que eso dura poco y no tiene consecuencias, o tiene demasiado pocas. Pero debe perdurar la memoria y debe cambiar el modo de actuar de cada uno..."
Otro veterano de la lucha anti-comunista, el gran editor y publicista Adam Michnik, se confiesa “absolutamente estremecido” y valora el inesperado siniestro como una inmensa “desgracia, inesperada e inmerecida, que ha caído sobre nuestra patria”.
Carencias del sistema
Con todo su particularismo, geográfico, histórico y cultural, Polonia es un país cuya sociedad tiende a estar mejor y a ser más moderno de lo que parece, con una nueva clase profesional joven y pujante, por más que el nuevo sistema tenga a su vez carencias increíbles como el hecho de que no tenga aún un ordenamiento para vuelos de delegaciones institucionales, que eviten un descabezamiento masivo del estado como el visto en este siniestro.
Pero valga decir que, espectacularmente, la economía no sólo no ha sufrido apenas la crisis global sino que, en medio de la recesion general, el PIB crecía el pasado año un 1,7%, la divisa ha tenido que ser contenida ante su apreciación y el paro –tradicionalmente alto- se sitúa en el 12,7% de la población activa. Las empresas son resistentes y el consumo y las empresas están poco endeudadas. En el primer trimestre el zloty había ganado al euro un 6% y la decisión de contenerlo supone para los analistas un cambio de riendas en política monetaria.
Pese a la crisis, la inversión extranjera sumó 8.400 millones de euros el pasado año y sólo descendió un16% frente a 2008. El asesor del primer ministro decía ayer confiar en que “con todo el parón del país, no esperamos ninguna alteración peligrosa en la economía”, que tras el fallecimiento también del presidente del banco central, Slawomir Skrzypek, “monitorizamos muy de cerca”, dijo Michal Boni a los medios. El vicepresidente del Banco Nacional de Polonia, Piotr Wiesiolek, un controvertido aliado político del fallecido Kaczynski, ha asumido la gestión monetaria.
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