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La revitalización de la relación transatlántica

Una estatua de Sadam, símbolo del régimen, derribada en Bagdad tras la entrada de las tropas norteamericanas EPA

Ahora que la atención comienza a centrarse en la reconstrucción del Irak de posguerra, Estados Unidos debe enfrentarse a un problema todavía más profundo: cómo abordar los cambios tectónicos en el seno de la Alianza Atlántica puestos de manifiesto por la diplomacia anterior al conflicto. ... Los dos aliados más fuertes de EE.UU. en el continente europeo, Francia y Alemania, se manifestaron activamente por todo el mundo en contra de una política por la que el presidente de EE.UU. estaba dispuesto a arriesgar vidas estadounidenses. Ese cisma tentó a Rusia a enfrentarse a EE.UU. más explícitamente que en cualquier otro momento desde el final de la Guerra Fría. Y este patrón se repite en la controversia con estos aliados respecto al papel de Naciones Unidas en el Irak de posguerra. La continuación de estas tendencias supondría una progresiva erosión de la Alianza Atlántica, el elemento central de la política exterior estadounidense durante medio siglo. El final de la Guerra Fría y de una amenaza común había ido socavando gradualmente muchas de las premisas subyacentes de la OTAN. No obstante, durante una década, EE.UU. siguió siendo una potencia dominante por hábito y por impulso; aunque bajo la superficie, muchos europeos se irritaban por el creciente desfase en cuanto a poderío militar y crecimiento económico entre los dos lados del Atlántico y por la nueva y férrea afirmación del interés nacional por parte del Gobierno estadounidense.

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