ABC Las mafias de la inmigración: Grecia se blinda ante el éxodo afgano
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Las mafias de la inmigración: Grecia se blinda ante el éxodo afgano

El Gobierno heleno no está dispuesto a que el país se convierta de nuevo en santuario de las redes ilegales de tráfico de personas, como ocurrió con la crisis generada por la guerra en Siria

Begoña Castiella
Un grupo de inmigrantes afganos, sorprendido en una operación de las tropas turcas en Van EFE

Un afgano es conocido en todos los campos de ‘refugiados’ de Grecia por conseguir los mejores pasaportes falsificados que permitarán a los solicitantes de asilo alcanzar Alemania, Suecia o cualquier otro país europeo. «Si quieren comprarlo, se consigue en la plaza de Omonia, en pleno centro de Atenas; también en las ciudades de Tesalónica y Patras. Los interesados contactan al suministrador por Telegram». Así lo confirma a ABC un voluntario que entra y sale a diario de uno de esos campamentos. Su versión coincide con la cruda realidad que arrojan las conversaciones captadas por la Policía entre inmigrantes rehenes de la red de tráfico de personas desarticulada estos días en Grecia. La operación, en la que han sido detenidas quince personas, ha servido a los investigadores para comprender mejor la evolución del ‘negocio’ del tráfico ilegal de personas entre Asia y Europa, una actividad que el eventual éxodo afgano no hará más que espolear durante los próximos meses.

El contenido de las conversaciones registradas por los agentes griegos da cuenta de un lucrativo negocio en que el precio por salir del hacinamiento oscila entre los 600 y 3.000 euros, en función del medio de transporte que se emplee para viajar con documentación falsa.

El monopolio de la trata está enmanos de sirios instalados desde hace años en Atenas. Estos, a su vez, utilizan a jóvenes de procedencia afgana para robar los pasaportes a los turistas. Los sirios ofrecen toda clase de ‘garantías’ para tener éxito en la salida: llevan tiempo en el país, hablan bien inglés y cuentan conexiones en toda Europa. Muchos de ellos abandonaron su país ya desde el principio de la dictadura de Hafez al-Asad, a principios de la década de los setenta del siglo pasado. Y después, desde 2000, durante la presidencia de su hijo Bashar, antes de la guerra. Son casi griegos.

En la frontera terrestre, la parte turca todavía está sembrada de minas antipersona, retiradas hace tiempo en el sector heleno. Las autoridades griegas estrechan el control con cámaras térmicas y disuaden a los ilegales con cañones de agua

La 'clientela' griega

Según datos de ACNUR actualizados a 5 de septiembre, Grecia ha recibido este año a 5.564 personas, de las que 2.077 llegaron por mar a distintas islas del Egeo y el resto por tierra, a través de la frontera con Turquía. El descenso en el trasiego de inmigrantes evidencia un mayor control sobre el paso de irregulares, que contrasta con la actitud, mucho más tolerante, del Gobierno radical de Alexis Tsipras, entre 2015-2019. La vigilancia sobre las fronteras se ha redoblado. En el caso del Mar Egeo, con más patrullas de guardacostas junto con la Marina y efectivos del operativo Frontex.

La nueva política de mano dura desplegada por el Gobierno de Nueva Democracia en los dos últimos años incluye acusaciones de distintas entidades de ayuda a los inmigrantes sobre supuestas deportaciones ‘en caliente’ en al alta mar, hasta devolver a las embarcaciones de nuevo a aguas internacionales. Son las llamadas ‘pushbacks’, que las autoridades helenas desmienten de plano.

Un grupo de iraníes se prepara para cruzar por el paso subterráneo de la ciudad turca de VanEFE

Pero el grueso del movimiento se sitúa a cientos de kilómetros de las islas: por la frontera con Turquía, en la ribera del Évros, donde se detecta una visible presencia del Ejército y la Policía, asistidos por nuevos medios de detección y disuasorios, como cámaras térmicas, cañones de agua o incluso bombas aturdidoras. Y al fondo, la presencia de una enorme valla en fase de construcción. Solo los juncos y algunos riachuelos en la zona se alían con los inmigrantes para sortear un control tan férreo en una opción no exenta de riesgos: el área es coto de los traficantes que introducen la droga afgana en Europa a través de Turquía. No quieren testigos. La parte turca, además, todavía está sembrada de minas personales, retiradas hace tiempo en el sector griego de la frontera.

La presión desde la frontera es enorme, por lo que las devoluciones en caliente, también aquí, están a la orden del día pese a que los griegos lo niegan con rotundidad. Los cálculos de ACNUR cifran en 3,7 millones los refugiados recluidos en Turquía, a un paso de la soñada Europa. En su gran mayoría son sirios (98%). De ellos, 322.000 han solicitado asilo.

También por esta ruta, las llegadas han descendido en los últimos meses respecto a los años de gobierno de Tsipras. Solo en 2015, a Grecia accedieron casi un millón de personas por este paso y por mar; en este último caso desde las islas hasta El Pireo, y desde allí, en tren o autobús, a la frontera con la República de Macedonia del Norte, para seguir su camino hacia otros países europeos más anhelados: Alemania, el más generoso, y Suecia en segundo lugar.

Hasta febrero de este año, Grecia acogía 91.945 refugiados y 80.784 solicitantes de asilo

Hasta febrero de este año, Grecia acogía 91.945 refugiados y 80.784 solicitantes de asilo. Pese a que los trámites burocráticos se han agilizado, muchos de ellos llevan hasta cuatro años en un campamento o en un piso financiado por distintos programas de la Unión Europea con apoyo de la Organización Internacional de Migración y del propio Gobierno de Atenas. Son los que no han han podido ser reunidos con familia legalmente en otros países al no poder acreditar una relación paterno-filial de parentesco, ni ser reubicados en otro país. El tedio de la espera, junto al reclamo de un futuro mejor en cualquier ciudad europea, les lleva a viajar de forma ilegal para reunirse con sus familiares. Las mafias también ayudan también con sus mentiras urdidas bajo la apariencia de videos y fotos auténticos.

La ola afgana

Las autoridades griegas no están dispuestas a que su país sea de nuevo «puerta de entrada de las redes de traficantes». La situación en Afganistán ha llevado al Ejecutivo que dirige Kyriakos Mitsotakis a blindarse ante un eventual éxodo afgano . El ministro de Inmigración y Asilo heleno, Notis Mitarakis, pone sordina preventiva: Grecia «comprende la crisis humanitaria, participa junto con la Unión Europea en tratar el problema desde su raíz pero más allá de esto, nosotros como país, no podemos levantar un peso desproporcionado, como sucedió en 2015». Una indirecta muy directa hacia la política en materia de inmigración (o más bien falta de ella) en tiempos de Tsipras, donde unos dirigentes inexpertos hubieron de afrontar una situación que les sobrepasó hasta el punto de tener que ceder en las ONG la gestión de la crisis. Grecia está decidida a no caer en el mismo error.