Guerra de Ucrania
Putin ordena deportaciones en masa y secuestros para someter el Donbass antes del asalto final
Según los ucranianos, incluso se han creado en las zonas ocupadas campos de filtrado, un campamento previo donde se decide a quién se deporta, en una estrategia que evoca las deportaciones masivas de la URSS
La gran ofensiva rusa en el Donbass ya ha comenzado, según Ucrania
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Mónica G. Prieto
Karina Petrovka ya no puede hablar con su abuela salvo que ésta le llame. «Ella tiene 77 años. Cuando los rusos tomaron su barrio en Mariúpol, la obligaron con otros residentes a subirse a autobuses con rumbo desconocido. No sé a cuánta gente se llevaron», ... explica esta desconsolada trabajadora social originaria de Mariúpol, asentada en Járkov. «El 28 de febrero perdí contacto con ella, hasta que el 24 de marzo me llamó. Me dijo que la habían reubicado en la ciudad rusa de Yaroslavl, con los demás. Me dijo que le daban de comer, que estaba bien y que no me preocupase por ella. También que no quiere volver a Mariúpol porque no hay a dónde regresar, ahora que todo está destruido», suspira con los ojos llenos de lágrimas. «Lo peor es que no sé si los rusos le forzaron a decirme todo aquello».
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Diversos residentes de Mariúpol y otras localidades del Donbass ocupadas por las tropas rusas -en el caso de la primera, aún está en disputa- confirmaron a este diario la deportación de residentes. Se ha documentado una treintena de secuestros de cargos electos -y decenas más de periodistas y activistas- que pretenden ser sustituidos por políticos que trabajen para Moscú, y hay denuncias de desapariciones de civiles en todas las zonas ocupadas por Rusia. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, tacha las acusaciones de «mentiras» pero Moscú ha informado de que 420.000 personas han abandonado «voluntariamente» Ucrania con rumbo a Rusia «huyendo de las peligrosas regiones de Ucrania y de las repúblicas populares de Donetsk y Luhansk». Por su parte, la comisaria ucraniana para los Derechos Humanos Lyudmila Denysova asegura que «el Ejército ruso ha deportado forzosamente a 700.000 ucranianos a Rusia, entre ellos 130.000 niños». Ha declarado también que alrededor de 20.000 personas son llevadas a Rusia todos los días, los ucranianos se encuentran en 35 regiones de la Federación Rusa.
Los movimientos forzosos de población, así como la designación de autoridades prorrusas municipales y la obligatoriedad para los funcionarios locales de firmar nuevos contratos con Rusia -algunos empleados se niegan a suscribir dichos contratos-, caracterizan la ocupación del Donbass y la ampliación de territorio que acomete Rusia en lo que parece una cuidada estrategia de cambio demográfico, pasando de una sociedad mixta a otra obligadamente prorrusa. La jugada incluye más elementos, como la sustitución de la telefonía ucrania por la rusa, la sustitución mediante el secuestro de cargos electos por títeres del Kremlin y la oferta de ayuda humanitaria a quienes acepten de buen grado a las nuevas autoridades. Según los ucranianos, incluso se han creado en las zonas ocupadas campos de filtrado, un campamento previo donde se decide a quién se deporta, en una estrategia que evoca las deportaciones masivas de la URSS, que alejó a tres millones de personas de sus regiones de origen entre 1936 y 1952. Muchos de ellos terminaron en Siberia o en las repúblicas centroasiáticas.
«Los rusos están deteniendo civiles, como ha confirmado el alcalde, para interrogarlos. A veces les desnudan, les golpean, tratan mal a la gente. Hace unos días llegaron y exigieron a los varones que, o se iban con ellos en 15 minutos, o les disparaban»
Olga habla por teléfono desde la localidad de Bakhmut, en el Donbass. «Hoy ha habido dos explosiones, aunque en general está la situación tranquila y aún no ha caído en manos rusas, a diferencia de Kramatorsk y Slaviansky (anexionadas a la República de Donetsk en 2014). Sin embargo, estamos muy asustados porque hay muchos movimientos de tropas y tememos ser los siguientes». La mujer explica que «Donbass está totalmente aislada del resto del país porque las redes telefónicas ucranianas han sido sustituidas por el sistema ruso, que es unidireccional y ha triplicado los precios». Eso explica que sólo la abuela de Karina pueda llamar a su nieta, sin que ella tenga opción de devolver la llamada. Olga también confirma las desapariciones forzosas. «Los rusos están deteniendo civiles, como ha confirmado el alcalde, para interrogarlos. A veces les desnudan, les golpean, tratan mal a la gente. Hace unos días llegaron y exigieron a los varones que, o se iban con ellos en 15 minutos, o les disparaban. El alcalde les instó a agruparse en la plaza y al final la gente exigió a los rusos que se fueran a golpes. Y lo lograron», recuerda orgullosa. Muchos en Ucrania recuerdan la gesta, como también han quedado grabadas en la memoria de todos manifestaciones pacíficas reprimidas mediante las armas, como ocurrió a principios de abril en Energodar. Allí, el alcalde Dimitro Orlov pidió a los residentes que salieran a las calles para exigir la liberación de su vicealcalde, Ivan Samoidiuk. La protesta fue dispersada a tiros y con granadas de ruido.
Una pesadilla que comenzó en 2014
Para los residentes del Donbass, la pesadilla comenzó en 2014. «Desde entonces, los hombres se quedan en casa para evitar ser forzosamente reclutados por el Ejército de Donetsk, según cuentan mis padres», explica Daria, de 28 años, que abandonó su Donetsk natal en 2014 tras un ataque contra su universidad. «Los milicianos rusos comenzaron a ocupar ciudades muy rápido. Primero, la administración civil era tomada por prorrusos. Decían que querían una vida mejor para todos, que la independencia de Ucrania nos traería privilegios y que Rusia nos permitiría votar en un referéndum. En mayo del 2014, la mayoría votó a favor . Era el primer paso para tomar el control, y no había opción: un amigo policía abandonó, pero le dijeron que sólo tenía dos opciones, o cambiar de bando o perder la vida».
La joven reside ahora en Járkov, de nuevo bajo las bombas y sin un certificado universitario. «El que me dieron cuando acabé mis estudios sólo es reconocido en Donbass, ni en Ucrania ni en Rusia. Es como no tener nada», explica. La última vez que su madre llegó a visitarla, el pasado septiembre, tardó dos días en llegar a causa de los controles rusos. «Antes, sólo había seis horas de carretera».
«Mi abuela es prorrusa y mi madre antirrusa. Viven en el mismo distrito, pero ni siquiera se dirigen la palabra. Aunque mi abuela escuche una explosión en la zona de mi madre, ni la llama para preguntarle si está bien»
Daria explica que sus amigos ya no ven las cosas como antes. «Tú tampoco lo harías. Si ves dos semanas seguidas la televisión de Donbass, cambiaría tu visión del conflicto. Mi abuela es prorrusa y mi madre antirrusa. Viven en el mismo distrito, pero ni siquiera se dirigen la palabra. Aunque mi abuela escuche una explosión en la zona de mi madre, ni la llama para preguntarle si está bien». El veneno propagandístico siembra simpatías hacia el Kremlin y el drama, para muchos ucranianos que mantienen familia en Rusia, se amplía ante la incomprensión de sus allegados. «No se cree que viva en un refugio. Mi propia prima me dice ‘venga, si habéis sido liberados, deberíais estar agradecidos. Lo que pasa es que sois comunistas'», lamenta Helena, una funcionaria de 32 años en el húmedo sótano de Járkov, a 40 kilómetros de la frontera con Rusia. «Están tan cegados por la televisión que no creen la verdad aunque se la contamos en directo», añade.
Zaporiyia, próximo objetivo
La ciudad de Zaporiyia, capital de la región del mismo nombre, se sabe el próximo objetivo si los rusos logran doblegar al Donbass. Ha recibido a 55.000 personas que huyen de sus localidades, la mayoría del Donbass, a medida que son ocupadas por el Ejército de Moscú -se calcula que el 80% del territorio regional- dado que la localidad es la salida natural hacia la Ucrania de Zelensky, pero no se quedan mucho tiempo. «Recibimos 2.000 personas al día, pero sólo un 20% se queda aquí», explica Irina, pacificadora y responsable de acogida en el Kozac Palace Expocenter. «El 80% se marcha a otras zonas de Ucrania o Europa porque temen que Zaporiyia también sea ocupada, y no quieren tener que volver a huir tras rehacer sus vidas», detalla Olena Zhuk, responsable del Consejo Regional de Zaporiyia.
Una familia llega con el coche cargado de enseres, una abuela y un bebé de corta edad procedentes de Termiuk, en la región de Donetsk. «La ciudad se ha llenado de rusos y se comportan de forma enloquecida», explica la mujer entre aspavientos. «Roban coches particulares y entran en las casas buscando comida e incluso pidiendo usar la ducha. Dicen que buscan chicas jóvenes para violarlas », relata la mujer, que quiere poner rumbo con su familia a Odesa. Las autoridades ucranianas aseguran haber documentado casos de violaciones de mujeres, jóvenes y niños de ambos sexos.
«Mi hijo enfermó de miedo, vomitaba cada vez que escuchaba las sirenas antiaéreas, y decidimos abandonar la ciudad»
La salida de Mariúpol hacia territorio bajo control ucraniano pasa por Berdyansk, también ocupada por los rusos. «No se puede vivir allí. No hay internet, no podemos usar las tarjetas de crédito ucranianas y pasan continuamente vehículos militares rusos cargados de armamento y munición. Cada día veíamos carros de combate», explica Vitali, residente de Mariúpol que escapó con su familia y sólo llegó a pasar dos días de Berdyansk antes de decidir continuar camino hacia el oeste de Ucrania. Tatiana, de 45 años, vivía en Berdyansk pero es natural de Gorlovka, en Donetsk. Su vida es una continua huída. «Escapé en 2014, cuando la guerra nos alcanzó, embarazada de seis meses. Nos instalamos en Berdyansk y ahora volvemos a huir porque nos persigue la guerra», explica mirando nerviosamente al teléfono en el párking donde la han dejado junto a su madre, sentada sobre una bolsa de pertenencias y rodeada de mil paquetes que contienen toda una vida, y sus hijos, Irina y 14 años y Vlada de seis. «Mi hija y yo sobrevivimos a un ataque hace unos días cuando pasábamos por una manifestación de ucranianos en contra de Rusia. Los soldados rusos nos lanzaron dos granadas y sobrevivimos por pocos metros. Mi hijo enfermó de miedo, vomitaba cada vez que escuchaba las sirenas antiaéreas, y decidimos abandonar la ciudad».
Tatiana apenas concentra la mirada ni la conversación, que gira de un drama a otro. «Mis niños son hijos de la guerra, no tienen documentos porque los certificados para registrarlos están en zona ocupada por los rusos. No pueden acceder a documentación normal ni a ningún tipo de ayuda gubernamental, ni yo puedo recibir mi pensión. Los rusos nos querían dar ayuda humanitaria, pero mi hija dijo que no comería ni bebería nada que viniera de los asesinos », explica alterada. A su lado, la espigada Irina -campeona regional de gimnasia rítmica- asiente con determinación. «No se trata de 37 días de guerra, esta guerra dura ya ocho años. Estamos hartos de violencia y hartos de que nos humillen sin darnos papeles por ser de Donbass», apostilla Tatiana.
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