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Entrevista

«El problema del mundo árabe no es el islam, son los dictadores y la mentalidad que han impuesto»

Faten Kallel, la única tunecina de la selecta lista del Foro de Jóvenes Líderes Globales (del World Economic Forum), fue hasta octubre secretaria para la Juventud del Gobierno de Túnez

Ha hablado con ABC de las ambiciosas reformas en derechos sociales que están aprobándose en su país

Faten Kallel, consultora y ex secretaria de Estado para la Juventud de Túnez F. J. CALERO
F.J. Calero

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El Comité tunecino sobre Libertades e Igualdad Individuales creado por el presidente Béji Caïd Essebsi ha propuesto este miércoles una serie de grandes reformas sociales, inéditas en el mundo árabe: garantizar la paridad de sexo en la herencia y la despenalización de la homosexualidad. Los avances en derechos sociales, ¿son cuestión de la progresión de la sociedad o de la voluntad política?, ¿está Túnez preparada para despenalizar la homosexualidad?

El pequeño país magrebí ha abrazado la paridad vertical en las listas electorales de las pasadas elecciones municipales, en las que una mujer del partido islamista Ennahda puede incluso lograr la alcaldía de la capital: un hecho insólito al otro lado del Mediterráneo. La Autoridad Superior independiente para las elecciones anunció el pasado 13 de junio los resultados definitivos de las elecciones municipales del 6 de mayo, con una participación de solo el 35,6% y en las que ganaron las listas independientes (2.373 asientos), seguidos de los islamistas de Ennahda (2.139) y la coalición laica y conservadora Nidaa Tounes (1.600), estas dos últimas aliadas en la configuración del Gobierno del país en 2015.

Las viejas generaciones tienen miedo a dejar a la gente libre con sus creencias. Es lo que pasó hace siglos en Europa, que tuvo una revolución y la liberación del dictado de la Iglesia

«La vieja generación tiene miedo a dejar a la gente libre con sus creencias. Es lo que pasó hace siglos en Europa, que tuvo una revolución y la liberación del dictado de la Iglesia, que les ha dejado libres. No hemos aprendido a tomar decisiones. En Túnez mucha gente trata de cambiar esta situación y darle un enfoque distinto, pero el Gobierno lo limita todo a la agenda de securitización», señala a ABC Faten Kallel (1980), integrante del partido socioliberal Afek Tounes que dejó el pasado octubre su puesto como secretaria de Estado de Juventud del Gobierno de Túnez, durante su visita el pasado mayo a la Casa Árabe de Madrid para hablar sobre el liderazgo de la mujer en los países árabes. Kallel ha formado parte de la selecta lista del «Young Global Leaders» , organizada por el «World Economic Forum». «Dejé la secretaría en octubre porque no tenía la misma visión que el Gobierno. Preferí dejarlo para estar más a gusto con mis convicciones y mis ideas», explica esta graduada de la Universidad de Cartago y de la Universidad París-Dauphine, que ha trabajado como consultora de gestión en varios despachos de abogados internacionales importantes en Túnez.

El único fruto democrático de las Primaveras Árabes es uno de los países que se mencionan en el documento del Consejo Europeo para acoger las denominadas «plataformas regionales de aterrizaje» o centros de recepción para los inmigrantes que sean rescatados en el mar. Con menos de 12 millones de habitantes, los tunecinos que viven en el extranjero son cada vez más numerosos desde la revolución... Y una gran parte de ellos son jóvenes. De hecho, cada vez más los que se van o sueñan con irse de su país por la grave crisis económica y la falta de oportunidades para los universitarios.

Usted ha sido hasta octubre secretaria de la Juventud del Gobierno de Túnez, y uno de los grandes problemas de Túnez es toda una generación de jóvenes que no tiene esperanzas de encontrar una salida a sus frustraciones.

Sí, tenemos un gran problema en Túnez con el sistema educativo, centrado en la formación formal en la escuela. Los otros ámbitos como Deporte, Cultura y la socialización de los jóvenes están abandonados, no existe o hay muy pocas inversiones, y las que hay no se han hecho de una forma moderna para atraer a los jóvenes. Yo fijé una estrategia sobre tres ejes que permiten la socialización, la reintegración de la población con dificultades y la creación de espacios para hacer que diferentes perfiles puedan convivir juntos. Pero desgraciadamente yo pertenecía a un partido minoritario dentro de la coalición de Gobierno, dominado por Nidaa Tounes y Ennahda. Preferí dejarlo. Quería hacer un sistema educativo informal paralelo al sistema formal para la gente que tiene problema de integración, de drogas… No hay un sistema de diálogo y muchos se sienten incomprendidos. Hay que buscar una solución para ellos.

¿Es Túnez una bomba de relojería si no consigue darles a sus jóvenes un futuro mejor?

No creo que sea una bomba de relojería. Hay dos tipos de jóvenes: quienes han hecho sus estudios superiores y quieren irse a vivir fuera a Europa, EE.UU... pasa en todos lados; y los que no tienen título y recurren a la emigración ilegal. Es muy raro cuando alguien tiene un diploma y recurre a la inmigración clandestina. Generalmente tienen los medios, visado, y pueden conseguir empleos; sobre todo ingenieros y médicos, y hay una fuerte demanda de Europa para atraer a estas personas. El problema es quien no tiene diploma y cree que no tiene futuro en Túnez. Desgraciadamente, Túnez está en una crisis económica debido a la situación política, por el consenso entre los dos grandes partidos políticos principales que no quieren hacer reformas ni encontrar soluciones para mantenerse en el poder. En 2011 y 2012 hubo una gran oleada de inmigración clandestina. La oleada continúa, pero viene pasando en todo el Mediterráneo.

De todas formas creo que ya ha explotado la bomba. Es difícil ir a peor. Ahora la economía empieza a mejorar y hay un poco de crecimiento. En las municipales vi un comportamiento distinto de los tunecinos. Están aprendiendo a votar y las consecuencias de su voto. En 2011 y 2012 ganó el voto del miedo al antiguo régimen, en 2014 fue el voto del miedo a Ennahda por incompetentes. Ahora han votado por convicción. Los dos principales partidos han intentado generar miedo, pero aún así la población ha optado por votar a listas independientes. Ha sido un gran cambio. Con las mejoras económicas tendremos un poco más de esperanza. El mundo antiguo está cambiando con la tecnología, y hay mucha juventud muy innovadora y creativa. En Túnez no tenemos el derecho de hacer volar un dron sin autorización y tenemos «startups» que están investigando en la materia. Es una batalla entre la vieja y la nueva forma de hacer las cosas. Hay mucha gente joven en la clase política que empieza a emerger, que está intentado luchar para implantar una nueva visión.

Muchos de los yihadistas tunecinos tenían títulos superiores. ¿En Túnez se ha roto con esa idea de que el fracaso escolar y la pobreza conducen a los jóvenes a la yihad? ¿Qué responsabilidad tiene el Gobierno en no acercar a todos esos jóvenes universitarios o con formación profesional a empleos de calidad?

Es un tema muy complejo. Muchos dicen que se unen a la yihad los jóvenes pobres que no han tenido una buena educación. No es eso: se trata de un problema identitario. He trabajado en un proyecto, que no fue aceptado, que radicaba en la idea de que la religión no forma parte de la creencia sino de la identidad. Es el régimen dictatorial el que ha impuesto durante años esta identidad arabo-musulmán en todos los países. Túnez es muy diferente de Marruecos, un poco más próximo a Argelia… tenemos historias diferentes, pero ha habido en los últimos 60 años una imposición de la identidad arabo-musulmán. La identidad es algo indivisible que no se puede tocar.

Con el contexto global, cuando la población árabe dice que están marginados y que el islam está amenazado piensa en su identidad. Si yo me siento amenazada en tanto que tunecina -ni musulmana ni árabe-, y si algún día invaden Túnez, por supuesto que iré a defender a mi país. Hay mucha gente que se siente musulmana y es muy fácil adoctrinarla cuando se les dice que el islam está amenazado. Es un problema identitario. Es principalmente eso, no tiene nada que ver con los diplomas. Hay que cambiar el discurso religioso público para que termine en una reflexión. La vieja generación lo limita a la pobreza e ignorancia, pero un ingeniero no es un ignorante. En la I Guerra Mundial corrían para hacer la guerra. Aunque la guerra fuera horrible era un orgullo luchar por defender la identidad. Ahora quieren ir defender su identidad, el islam, en guerras que no entienden. La vieja generación tiene miedo dejar a la gente libre con sus creencias. Es lo que pasó hace siglos en Europa que tuvo una revolución y la liberación del dictado de la iglesia que les ha dejado libres. No hemos aprendido a tomar decisiones. En Túnez mucha gente trata de cambiar esta situación y darle un enfoque distinto, pero el Gobierno lo limita todo a la agenda de securitización.

Recurrir a la identidad permite controlar a la población. Cuando le hablas al intelecto tienes que convencerle, pero cuando desarrollas el miedo y les dices que están amenazados es más fácil tener a miles de personas bajo control

La identidad es sinónimo de máquina de votos tanto en Europa como en Oriente Medio y África del Norte.

Recurrir a la identidad permite controlar a la población. Cuando le hablas al intelecto tienes que convencerle, pero cuando desarrollas el miedo y les dices que están amenazados es más fácil tener a miles de personas bajo control. Marine Le Pen basó su campaña en la inmigración: «Estáis sin trabajo, moriréis de hambre y desapareceréis». Es un discurso fácil que desarrolla el miedo. En Túnez incluso Nidaa Tounes también basa su discurso en la identidad. La gente se siente amenazada en todo el mundo por la crisis económica. Estamos al final de una era en la que solo cuenta el dinero. Ahora viene una nueva generación más abierta con los millennials y la nueva tecnología. El mundo antiguo se está muriendo y esto provoca un gran pavor. En todo el mundo hay amenazas: zonas con gran problema de agua, inseguridad alimentaria, empleo, contaminación… Cuando la gente no ve solución, tiene miedo y los partidos que se basan sobre la identidad amplifican ese miedo. La nueva generación que hoy tiene 15, 16 o 17 años va a promover un nuevo movimiento global. Tras los ciclos de prosperidad aparece un periodo de violencia marcado por la identidad.

Ley contra las violencias hacia las mujeres

Souad Abderrahim, del partido islamista Ennahda, podría ser la primera alcaldesa de la capital tunecina. ¿Está Ennahda implicado en la igualdad de las mujeres o es solo el uso de una mujer como vitrina?

Sí, ella especialmente es una vitrina para el partido, porque no forma parte de la organización, es más bien independiente, más conservadora que islamista, no es islamista como tal. No me molesta porque sirve a la causa de las mujeres de todas formas. Quizá no termine siendo alcalde, necesita la mayoría municipal y puede que haya coaliciones en su contra, pero cuando Ennahda toma posición en cuestiones progresistas hay que apoyarlo. Sé que son islamistas y su pensamiento no cambiará; hacen maniobras políticas para parecer más progresistas. Si ponen a una mujer al frente de la capital, es muy bueno para el país. Miembros de Ennahda pidieron despenalizar el consumo de cannabis. Yo apoyo eso. El líder del partido, Rachid Ghannouchi, ha dicho que no tenemos el derecho de perseguir a los homosexuales. No hace falta que crea de verdad en lo que promulga, pero si mejora las condiciones de los homosexuales, yo lo apoyo.

¿Van las élites políticas y sociales más rápidas que el grueso de la población, como por ejemplo la ley que combate las violencias contra las mujeres aprobada el pasado verano?

No creo que vaya más rápido que la población. No creo que la población esté en contra, pero ha habido campañas de contaminación y denigración contra esta ley. Por ejemplo, en el acoso sexual en la calle ha habido toda una campaña que tenía eslóganes como ligar con una chica y decirle guapa te lleva a prisión. Hacer estas campañas mediáticas es poner a la opinión pública contra la ley. Había que hacerla pasar incluso si la población no está de acuerdo. Es como en Francia con el matrimonio gay: la mitad de la población estaba en contra, pero la reforma se hizo porque había que hacerlo. El presidente actual en Túnez ha sido elegido por un millón de mujeres: ¿qué mínimo que hacer pasar esta ley?

¿Es posible unir los conceptos de feminismo e islam como hacen algunas activistas europeas?

¿Qué es eso de feminismo islamista? No lo entiendo bien. No tiene sentido porque ser feminista es defender a todas las mujeres, no solo a las mujeres musulmanas. Yo no llevo el velo ni pienso llevarlo algún día, pero defiendo a las mujeres que llevan velo. El feminismo es una ideología con una manera de pensar y unos valores… no comprendo ni la idea de feminismo islamista (ríe). El islam no puede ser feminista, porque hay desigualdades en los textos sagrados, imponer el velo para protegerse de los hombres no puede ser feminista.

Como dice de Marruecos la escritora Leila Slimani, ¿la sexualidad en Túnez es «haz lo que quieras pero en secreto»?

Estamos en la misma situación. Es un tabú la sexualidad, sobre todo fuera del matrimonio, que incluso es combatida todavía por una ley en vigor. Esto cambia en las categorías de la sociedad: la gente es un poco menos acomplejada, sobre todo los jóvenes, que hablan más del tema. Hay estadísticas entre los estudiantes por las que el 60-70 % de chicos y chicas han tenido alguna experiencia sexual y lo dicen.

En su Twitter ha criticado mucho al presidente francés, Emmanuel Macron.

Como política pienso que con Macron hay mucho de «lengua de madera» (del francés: lenguaje vago, impreciso, pomposo o engañoso): mucha comunicación y muy poco de verdad. En la visita de Macron en Túnez, que fue muy celebrada, hubo mucho de «langue de bois» sobre qué es Túnez, donde hay una mayoría musulmana pero no hay un estado islámico. No entiendo esa correlación de que los musulmanes son malos, pero Túnez es un buen alumno. El problema del mundo árabe no es el islam, son los dictadores y la mentalidad que impusieron durante décadas gracias a Europa y EE.UU., que por ejemplo ayudaron mucho a Ben Ali. Muchos me decían que Túnez era mejor que otros países por la ley contra la violencia a las mujeres, pero no quiero ser mejor o peor. Hay mucha complicidad. Yo esperaba que con 39 años Macron fuera más franco y directo; que dijera las cosas claras. En Túnez hay muchos conservadores, pero también progresistas, ateos; en definitiva, una población que aspira a tener una mejor democracia. Me molesta el discurso de Macron sobre que la Iglesia juega un rol en la República. Es una contradicción: no es bueno mezclar el islam con la política, pero al mismo tiempo el presidente francés viene con un discurso de cómo debe trabajar la Iglesia en la República, cuando los franceses lucharon mucho tiempo para romper con esa idea. Yo esperaba mucho más de la presidencia de Macron. Forma parte -diría que demasiado- del sistema y hace falta una nueva generación que traiga otro sistema.

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