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El primer ensayo de genocidio

El holocausto de los judíos a manos de los nazis tuvo sus prolegómenos. Hace ahora cien años Alemania acabó con los herero en la sabana de Namibia «Dentro de las fronteras alemanas debe ser fusilado cada herero, tenga o no armas, tenga o no ganado», dictó en represalia por la muerte de cien colonos durante una sublevación indígena. La gran mayoría de los 80.000 herero y la mitad de los 20.000 nama fueron ejecutados o perecieron huyendo en el desierto de Omaheke, en lo que los alemanes han aceptado en llamar el primer genocidio del siglo XX. «Nosotros, los alemanes -ha dicho durante la conmemoración en Okakarara (al noroeste de Windhoek) la ministra Heidemarie Wieczorek-Zeul- aceptamos nuestra responsabilidad moral e histórica y la culpabilidad de los alemanes de entonces». «Yo presento mis respetos ante vuestros ancestros masacrados», dijo emocionada la ministra socialdemócrata, dirigiéndose a 5.000 descendientes de los herero que sobrevivieron a la matanza, llegados de todo el país, África del Sur y Botswana y, en inglés, agregó: «En el nombre de Dios os pido vuestro perdón». En plena boga del racismo cientifista de principios de siglo, cuando las ideologías se arrogaban funciones higienistas y el proyecto de crear hombres nuevos, desangrar pueblos y depurar regiones se iba a convertir en un factor de la política exterior occidental. Si el ministro serbio Garasanin se inspiró en los métodos prusianos para concebir la «limpieza étnica» en el Balcán, el propio Adolf Hitler argumentó años después sus proyectos de exterminio para el pueblo judío y gitano escribiendo que, tras las matanzas de Stalin en la URSS y de las potencias en África, ningún gobierno osaría levantar un dedo «para defender a un judío» de Europa Central. Prolegómenos El genocidio turco de los armenios, el exterminio belga en el Congo, las masacres inglesas en el Golfo Pérsico, las depuraciones francesas en África central e Indochina, la gran hambre organizada en Ucrania, la atroz reorganización de Stalin en el sur de Rusia y Asia, la orgía de sangre en Macedonia y el sur de Serbia... eran los prolegómenos de un siglo que iba a parir de seguido el Holocausto, industrializado éste por uno de los pueblos más avanzados de entonces. «Quien no recuerda el pasado está ciego ante el presente. Alemania ha aprendido amargamente las lecciones de su pasado», proclamó la representante del canciller Schröder, en unas disculpas sin precentes que asumían «atrocidades que hoy llamaríamos genocidio». En plena sabana africana el Gobierno de la tercera economía del mundo pedía oficialmente perdón a los Herero y los Nama en el centenario de la matanza orquestada por Trotha, el 11 de agosto de 1904. Aceptar las disculpas El jefe de los herero se adelantó para aceptar sus excusas, aceptando «el gesto de la ministra alemana, que ha hecho lo que tenía que hacer»; pero Kuaima Riruako agregó que «siempre tendremos el derecho de reclamar justicia al Gobierno alemán», en posible referencia a una demanda a Berlín y empresas alemanas interpuesta por un grupo herero en EE.UU., por valor de 4.000 millones de dólares. Alemania viene apoyando a Namibia desde su independencia, con un total de 500 millones de euros en ayuda al desarrollo. El levantamiento indígena contra el dominio alemán se prolongó entre 1904 y 1907 y dejó 65.000 muertos. Durante la Primera Guerra Mundial, Alemania perdió el país a manos inglesas, que lo anexionaron a Suráfrica, de la que se independizó en 1990 tras una larga guerra. Hoy quedan 120.000 herero en Namibia, menos del 7 por ciento de la población actual, y 25.000 blancos de lengua alemana.

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