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El porno escándalo Griveaux «destiñe» sobre un paisaje político en París

«La República En Marcha» (LREM), el partido de Macron intenta encontrar un sustituto o sustituta a Griveaux, que acepte la«cruz» de presentarse como candidato a la alcaldía de París

Benjamin Griveaux, en una imagen reciente EP / Vídeo: Benjamin Griveaux anuncia su retirada de la alcaldía de París
Juan Pedro Quiñonero

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El porno escándalo Benjamin Griveaux se ha convertido en un campo de minas, no solo políticas, que amenaza con «desteñir» y «manchar» durablemente a buena parte de la clase política nacional.

Griveaux presentó una denuncia y querella por «intrusión» en su «vida privada». Horas más tarde, la policía detuvo a un «activista» ruso, Piotr Pavlenski , que se ha vanagloriado de ser el difusor de los vídeos porno eróticos que provocaron la retirada de Griveaux como candidato de Emmanuel Macron a la alcaldía de París.

«La República En Marcha» (LREM), el partido de Macron, intenta encontrar un sustituto o sustituta a Griveaux, que acepte la«cruz» de presentarse como candidato a la alcaldía de París.

Macron y sus portavoces oficiales guardan un silencio sepulcral. LREM y los miembros del Gobierno siguen ese ejemplo. El resto de la clase política denuncia una «intromisión intolerable» en la «vida privada» de un personaje que fue portavoz oficial del presidente de la República.

Prensa escrita, radio y tv, intentan guardar una prudente distancia. Pero redes sociales y opinión pública siguen con avidez nada contenida un escándalo que plantea problemas de inmenso calado sobre la respetabilidad de las elites políticas francesas.

Griveaux se ha convertido en un personaje de burla, escarnio y «show» porno erótico permanente . Se multiplican los chistes para todos los gustos. Se publican innumerables caricaturas que oscilan entre el «porno soft» y el «porno hard».

Los llamamientos al «respeto», la «honorabilidad», el «buen gusto», el «derecho a la intimidad», etcétera, chocan con la sensibilidad a flor de piel de una opinión pública convencida que la clase política nacional se «une» para defender corruptelas de muy diversa naturaleza.

El porno escándalo Griveaux ha dejado al descubierto el abismo que separa la «respetabilidad política» tradicional y las «sospechas» de una opinión pública que no se siente representada en los partidos políticos tradicionales.

A la izquierda, el PCF y el PS están hundidos en una histórica crisis sin fondo conocido , que solo beneficia a la extrema izquierda populista que lidera Jean-Luc Mélenchon, envuelto él mismo en escándalos judiciales de otra naturaleza.

A la derecha, LREM, el partido de Macron, no consigue salir de un rosario de crisis y tensiones, cuando Los Republicanos (LR, derecha tradicional) siguen «huérfanos» de Nicolas Sarkozy. Crisis que solo benefician a la extrema derecha populista de Marine Le Pen, víctima ella misma de una crisis financiera de cierta envergadura.

En ese marco de crisis general del sistema nacional de partidos, el escándalo Griveaux ilumina con neones de club de alterne un paisaje político en crisis.

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