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La penúltima caída de «El Chapo» Guzmán

Relato de la captura el narcotraficante más buscado del mundo

JUAN GÓMEZ-JURADO

Eran las siete de la tarde del pasado 20 de octubre cuando el piloto del helicóptero vio a El Chapo en un camino forestal de Pueblo Nuevo . El tirador confirmó la identidad desde su mira telescópica y solicitaron permiso por radio para abatir ... al fugitivo. Hubo un breve instante de silencio en la radio, e incluso el zumbido de las aspas de la aeronave pareció ralentizarse, mientras el dedo del francotirador aplicaba un poco más de presión en el gatillo. Hubo un ruido de estática y una negativa. Querían a El Chapo vivo y humillado . Dispararle por la espalda, con el riesgo de herir a las dos mujeres y una niña que le acompañaban, era impensable. No es el tipo de miramientos que alguien como El Chapo tendría. Él es el hombre que envió a cincuenta sicarios con rifles de asalto y placas de policía federal a una discoteca de Puerto Vallarta para vengarse de un atentado, 1.200 balas, cien por cada una de las que había recibido su Chevy Cutlass en el costado. O quizás fue el miedo de herir a esa familia por la que Joaquín Guzmán Loera siente devoción absoluta. No hay nada más importante que la familia para El Chapo, por eso él se ha procurado una bien grande, de cuatro esposas y diez hijos.

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