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La pena de muerte, la solución de Marruecos contra el yihadismo

La mano dura contra el terrorismo, que se lleva aplicando durante años, es la estrategia principal del gobierno a pesar de la condena de los organismos internacionales

Abdessamad Al Joud, el cerebro del grupo yihadista, a su llegada al tribunal custodiado por la policía marroquí. EFE

Pablo M. Campaña

El yihadismo ha vuelto a golpear al Magreb y con europeos de por medio. La lección que se aprende tras la condena a muerte de los tres fanáticos por el asesinato de las turistas escandinavas en Marruecos es que se no tolera ningún acto que pueda perjudicar la imagen del país y, mucho menos, que afecte a un sector tan valioso como es el del turismo .

No es la primera vez que allí se toman medidas de este tipo, aunque la pena capital solo se aplica en casos de terrorismo y desde 1993 se lleva a cabo una moratoria en su aplicación. En 2003, cuatro responsables de un ataque suicida fueron condenados a muerte, pero finalmente no fueron ejecutados. Asimismo, existe un proyecto de abolición de esta ley presentado al Parlamento en 2007. Los tres asesinos de Louisa Vesterager y Maren Ueland pueden llegar a correr la misma suerte que sus antecesores y salvarse de la ejecución, sobre todo por los intentos del país por mejorar su imagen de cara al exterior.

Varios organismos han reclamado la abolición de la pena de muerte dentro de las fronteras marroquíes. Es el caso de Amnistía Internacional , que ha intentado organizar en numerosas ocasiones actos para mostrar su repulsa a este tipo de resoluciones. Aunque estos intentos siempre han sido prohibidos por parte de las autoridades.

Preservar la actividad turística es una cuestión capital en Marruecos. El país norteafricano depende mucho de este sector, pues aporta más de un 11% al PIB nacional, además de ser el segundo ámbito que más empleo crea y el primer proveedor de divisas. El número anual de turistas es alto y sigue en aumento, pero queda lejos del objetivo marcado para 2020. Y es que la Primavera Árabe sacudió los cimientos de Oriente Medio y el norte de África, provocando cierto miedo y desconfianza a ojos del resto del mundo, especialmente en Túnez , cuyas envidiables cifras de visitantes se desplomaron tras numerosos ataques.

Esta convulsión obligó al rey Mohamed VIa adoptar reformas para frenar la reticencia a visistar sus. Los servicios de inteligencia, en colaboración con España , también jugaron un papel fundamental a la hora de preservar la seguridad dentro del territorio y luchar contra el yihadismo. A pesar de que el Ministerio de Exteriores asegura que Marruecos es un país seguro para los turistas, los radicales siguen teniendo mucha influencia en los barrios humildes y el temor a nuevos ataques siempre está latente.

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