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Pedro Rodríguez

Sonámbulos

La crisis de refugiados en el Mediterráneo no deja de cuestionar el proyecto de la Unión Europea

Pedro Rodríguez

Uno de los libros de historia más citados en estos días tan deprimentes es «Sonámbulos» (Galaxia Gutenberg, 798 páginas) del australiano Christopher Clark. El catedrático de la Universidad de Cambridge explica la génesis entre banal y descuidada de la Primera Guerra Mundial. Su inquietante conclusión es que aquella obscena catástrofe -que acabó con veinte millones de víctimas mortales y propició la Segunda Guerra Mundial- pudo haberse evitado si las partes responsables no hubieran optado por caminar dormidos.

Desde hace tiempo, este gran reproche de la desidia que supone el «sleepwalking» es aplicable a buena parte de los problemas que sufre Europa cien años después de la Gran Guerra. Con un lugar dolorosamente destacado para el peligroso automatismo y las cómodas querencias demostradas por la Unión Europea ante la gravísima crisis de refugiados que empezó en la primavera de 2015.

El éxodo de cientos de miles de personas desesperadas, peligrosamente canalizado a través del Mediterráneo, ha conseguido amenazar uno de los logros más importantes de la Unión Europea: el acuerdo de Schengen sobre la libre circulación de personas entre la mayor parte de los países miembros de la UE y también una serie de países extracomunitarios.

Junto a Schengen, el otro gran acuerdo cuestionado por esta letal yincana es la forma en que la Unión Europea procesa las solicitudes de asilo a través del llamado sistema de Dublín, en referencia al primer reglamento de este tipo aprobado el 15 de junio de 1990 en la capital irlandesa y que requiere que los refugiados soliciten asilo en su primer país de entrada a la UE.

Esta crisis acompañada de tanta indiferencia ha resquebrajado la confianza mutua y la solidaridad entre los socios europeos, empezando por el fiasco de un reparto equitativo de inmigrantes a través de cuotas obligatorias. Sin olvidar al Tribunal Europeo de Derechos Humanos con sede en Estrasburgo que acaba de rechazar el recurso de emergencia contra los puertos cerrados de Italia presentado por la nave Sea Watch 3. De esta manera, Europa va a poder seguir tan sonámbula como siempre.

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