Pavel Felgenhauer: «El Gobierno ruso ha perdido el control de la situación en el Cáucaso»
Pavel Felgenhauer es uno de los especialistas rusos en temas militares más conocidos. Ha trabajado en distintos diarios rusos, incluyendo el que se edita en lengua inglesa en la capital rusa, «Moscow Times». Colabora regularmente con varias organizaciones internacionales como The Jamestown Foundation. Actualmente es ... columnista del bisemanario «Nóvaya Gazeta», en el que trabajó Anna Politkóvskaya, asesinada en 2006.
-La violencia en el Cáucaso ruso se ha recrudecido en los últimos meses. ¿A qué se debe?
-Hay mucha insatisfacción con la política del gobierno central, con la corrupción a nivel local y con la brutalidad y abusos de las fuerzas de seguridad. A todo ello se ha unido la crisis económica, el paro, el aumento de la pobreza. La espiral de violencia se ha disparado hasta el punto de que se ha perdido el control.
-¿Quién está detrás de los atentados, la guerrilla separatista chechena?
-Sí, pero no solamente. En el Cáucaso Norte actúan en la clandestinidad células islámicas locales cada vez más eficientes y preparadas. Cuentan con apoyo económico desde el extranjero, aunque en menor medida que hace unos años.
-Usted es de los que vaticinaron la guerra entre Rusia y Georgia. ¿Habrá más enfrentamientos?
-La tensión existente ahora mismo en el mar Negro, donde Georgia está intentando evitar que lleguen barcos con mercancías a Abjasia, puede terminar en batalla naval.
-¿Qué hay detrás del incidente con el carguero «Arctic Sea»?
-Mire, no lo sé. El asunto es muy extraño y es evidente que hay gato encerrado. Pero no quiero especular sobre si lo que llevaba o lleva el barco son armas más o menos sofisticadas o bombas atómicas. La verdad es que no lo sé.
-¿Cree que EE.UU. y Rusia llegarán a un acuerdo sobre reducción de armas nucleares antes de que expire el actual START-1 en diciembre?
-Lo veo muy difícil. Hay problemas serios en la negociación, como la exigencia de Moscú de que se reduzca las unidades portadoras -misiles-, a lo que Washington se niega. Tampoco habrá una prolongación del START-1, lo que dejará a Rusia las manos libres para desplegar cohetes con cabezas múltiples, algo prohibido hasta ahora. Pero de ahí la cosa no pasará, la falta de acuerdo no supondrá nada trágico. No habrá una carrera de armamentos. Estados Unidos no la desea y Rusia no la puede sostener.
-¿Es verdad que ahora va en serio la modernización del Ejército ruso?
-Sí, parece que ya ha empezado una auténtica reforma. De las academias saldrán menos oficiales, pero estarán mejor pagados. Se están creando unas Fuerzas Armadas para conflictos locales, como el habido con Georgia o, tal vez en perspectiva, incluso en Ucrania.
-¿Es cierto que hay en perspectiva la compra de armamentos a países de la OTAN?
-Hay consenso en la dirección política rusa sobre la necesidad de adquirir armas en el extranjero dotadas de tecnologías más avanzadas. El Complejo Militar Industrial ruso (VPK) no está en condiciones de dotar al Ejército ruso de la suficiente cantidad de armas modernas. Pero creo que no será inmediato. Se tardará hasta que se estudien las distintas ofertas. Habrá que ver también qué dice al respecto Washington, ya que muchos de los armamentos que se fabrican en Europa van equipados con tecnologías sensibles elaboradas en Estados Unidos.
-¿Por qué preocupa tanto al Kremlin lo que ellos llaman intentos de reescribir la historia?
-La preocupación real de Rusia no se refiere sólo a la historia, sino que tiene una clara connotación actual. El sistema de Yalta, cuando la URSS añadió a sus dominios los países de Europa central, duró hasta 1989, año de la caída del muro de Berlín. Por eso, el Kremlin quiere ahora otro Yalta, un nuevo acuerdo sobre el reparto de las esferas de influencia en Europa y eso es el «pacto de seguridad» que está proponiendo.
-¿Qué es lo que teme Rusia?
-Que le traten de imponer valores como la democracia, la libertad de prensa, la independencia judicial o la necesidad de que haya rotación en el poder y que eso se haga con presión militar. Por eso, el despliegue de un sistema antimisiles en Polonia y en la República checa por parte de Washington se ve como una amenaza a la seguridad de Rusia, como algo que puede ser utilizado para obligar a que Moscú se comporte de una determinada manera. Es una cuestión de vida o muerte para la actual corrupta y antidemocrática élite rusa.
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