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Oscar Arias: «Los dados están marcados en las elecciones venezolanas»

El expresidente de Costa Rica y premio nobel de la Paz espera que la comunidad internacional sepa reaccionar

Oscar Arias en Barcelona INÉS BAUCELLS

EMILI J. BLASCO

Oscar Arias tiene una gran autoridad moral en América. Dos veces presidente de Costa Rica (1986-1990 y 2006-2010), fue galardonado en 1987 con el Premio Nobel de la Paz por ayudar a resolver los conflictos armados en los países vecinos. Como entonces no dudó en levantar la voz contra Estados Unidos por su papel en alguno de esos conflictos, ahora lleva años levantándola contra el Gobierno de Venezuela, por su falta de respeto a las normas democráticas. Arias ha participado estos días en la cumbre de Premios Nobel de la Paz celebrada en Barcelona.

-¿Hay garantías de que las legislativas venezolanas del 6 de diciembre puedan ser unas elecciones limpias?

-Yo he sido muy crítico sobre lo que ha venido sucediendo en Venezuela. He exigido que debería haber habido un cambio en el consejo electoral, para que sea imparcial y trasparente y una garantía para todos, porque ese no es el caso del Consejo Nacional Electoral de Venezuela. En Venezuela hay líderes políticos en la cárcel y otros no pueden ser candidatos porque están inhabilitados; los candidatos opositores no tienen el acceso a los medios de comunicación que tiene el partido del Gobierno, ni gozan de los recursos que tiene este para publicidad y campaña. Eso significa que los dados están cargados muy a favor del partido de Gobierno.

-¿Hay que sospechar de que no se admitan observadores internacionales cualificados?

-No han aceptado observadores ni de la Organización de Estados Americanos ni de la Unión Europea. Yo he liderado misiones de observación de la OEA y los equipos se envían con meses de antelación para medir todo lo que he mencionado antes. Si encuentran que un consejo electoral de un país no es completamente imparcial lo denuncian. Por eso el Gobierno de Venezuela no acepta observadores internacionales, ni siquiera aceptó a la persona que el Gobierno de Brasil recomendó para que fuera por Unasur. En definitiva, no quedo satisfecho con la preparación para las elecciones del 6 de diciembre.

-¿Ha presionado suficientemente la comunidad internacional para cambiar esa situación?

-No. Los gobiernos de América Latina han sido sumamente complacientes. No así algunos expresidentes; algunos hemos escrito muchas veces. Pero los gobiernos actuales han actuado con mucha cautela por temor o cobardía.

-¿Y habrá reacción internacional en el caso de que se constate fraude?

-Eso esperamos. En un país con el grado de inflación y desempleo que tiene Venezuela; con la disparidad que existe en los tipos de cambio, la violencia y la inseguridad ciudadana, y con unas encuestas que muestran una diferencia a favor de la oposición muy elevada, el Gobierno no puede ganar. No ocurriría en ningún país del mundo. Ante la escasez que padece el pueblo venezolano de productos básicos, el partido en el Gobierno no puede ser reelegido. Así de claro. Y si el presidente advierte, como lo ha hecho Nicolás Maduro, de que la revolución no se entrega -como diciendo que «si perdemos aquí nos quedamos»-, es que está admitiendo que no hay equidad para los partidos políticos en Venezuela.

-Al margen de la grave crisis económica de Venezuela, en el resto de Latinoamérica la menor inversión de China se ve con cierta preocupación. ¿Ha sido positiva esa enorme inversión china en la última década o la ve como un nuevo colonialismo?

-La veo positiva. Recuerdo una portada de «The Economist» que presentaba una torre de Babel con todos los organismos internacionales. Donde estaba el Fondo Monetario Internacional había un pequeño anuncio que decía: «Lo sentimos, no hay dinero, prueben en China». Esto es válido también para el Banco Mundial: sus principales socios no lo han capitalizado, de manera que no tiene los suficientes recursos para satisfacer las necesidades de los países en vías de desarrollo. China es el que tiene «cash» y es muy natural que los gobiernos acudan a ella para pedir ayuda, por ejemplo la destinada a infraestructura.

-En la cumbre de los Premios Nobel usted ha defendido la reducción de los gastos militares. ¿La cree posible?

-Claro que sí. Gobernar es escoger, decidir en qué gastas los recursos, que son escasos. Que el mundo gaste en armas y soldados casi 1,77 billones de dólares, es algo absolutamente innecesario, como lo es que Estados Unidos gaste el 35% de esa suma. Las armas tienen dos propósitos: uno, matar gente, y el otro, empobrecer a los pueblos. Es cuestión de decidir quién es el enemigo, y el enemigo es la pobreza, el cambio climático, la desigualdad que vive el mundo: todo esto se podría corregir.

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