Las nuevas reglas del juego para obtener fondos
MANCHESTER. A Jesse Unruh, el líder de los demócratas de California que no pudo con Ronald Reagan, se le atribuye la famosa aseveración de que «el dinero es la leche materna de la política». Pero a diferencia de pasadas elecciones, la reñida campaña presidencial de ... este año se alimenta de un calostro de intereses particulares filtrado por una nueva legislación que limita significativamente la financiación de los aspirantes a la Casa Blanca, quienes a estas alturas del calendario tienen la obligación de reunir por lo menos quince millones de dólares.
Las nuevas reglas del juego vienen dictadas por la reforma legislativa McCain-Feingold, en honor de los senadores que contra viento y marea han intentado regular la influencia del dinero en la política federal. Esta ley bipartidista, recientemente ratificada por el Tribunal Supremo, prohíbe el llamado «dinero blando», contribuciones no reguladas dirigidas directamente a los partidos y no los candidatos. Y también restringe el uso de anuncios políticos por parte de grupos de interés en víspera de elecciones.
Este nuevo corsé financiero ha alterado por completo la forma de alimentar las arcas electorales de los candidatos presidenciales durante el decisivo periodo de primarias. En lugar de cortejar a grandes donantes capaces de escribir enormes cheques, los aspirantes a la Casa Blanca tienen que operar bajo un limite de 2.000 dólares por contribución, lo que obliga a realizar un enorme esfuerzo a nivel de base.
Con estos controles en vigor y el uso de Internet, el resultado ha sido una dispersión de fondos entre los principales precandidatos en el Partido Demócrata que han llegado a enero con los recursos suficientes -unos cien millones de dólares en total- para montar campañas en toda regla. Cantidad que George W. Bush espera duplicar durante el periodo de primarias pese a no competir con ningún rival dentro de su partido.
Pese al multimillonario trasiego de fondos electorales registrado hasta la fecha, los grandes donantes del partido demócrata están esperando todavía a que el elenco de siete precandidatos se reduzca.
En anticipación de esos fondos privados algunos aspirantes, como Howard Dean, han renunciado a subvenciones públicas para no verse obligados a limitar el gasto total de sus candidaturas a la Casa Blanca.
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