La mujer de Cameron, a su rescate con un alegato por la permanencia

«Confío en el buen juicio de mi marido», explica, «y simplemente no puedo creer que este país esté mejor fuera». Es significativo que ella –o los gurús de Downing Street– haya elegido para publicar su artículo el tabloide conservador «The Daily Mail» , encendidamente antieuropeísta . Uno de los problemas de Cameron es que la prensa de su cuerda está volcada a favor del Brexit , en especial el «Telegraph» y el «Mail» («The Times», el periódico de Murdoch, se guarda más y enciende una vela en cada altar).

Las mujeres de Cameron y Boris Johnson , los capitanes de

«Remain» y «Leave», han cobrado protagonismo en el debate, porque acaba de trascender también que la prestigiosa abogada Marina Wh eeler , la esposa del que ya apodan como «La ambición rubia», jugó un papel relevante en su decisión de situarse frente a su jefe de filas. Wheeler convenció a Boris que el acuerdo negociado por Cameron en Bruselas era insuficiente y lo animó a enarbolar la bandera del «Leave» . La letrada y Johnson son padres de cinco hijos. Ella le ha perdonado sus sonados flirteos adúlteros, que incluyen un vástago extraconyugal .

La londinense Samantha Gwendoline Sheffield, que así se llamaba de soltera, es una patricia inglesa de libro, hija de una gran familia terrateniente con gotas de sangre real . Es descendiente del rey Carlos II de Inglaterra y pariente lejana de Lady Di. Inteligente, guapa y de buen talante, en las encuestas su valoración supera en ocho puntos a la de su marido. Samantha ha triunfado en su empleo en Smythson, una firma de papelería clásica de Bond Street, a la que dio la vuelta ampliando su negocio a las carteras y bolsos de lujo . En su artículo cita su experiencia empresarial y explica que «aunque estoy orgullosa del Made in Britain, he visto que es más fácil comerciar con los países de Europa que con los de fuera, y no porque estén más cerca, sino porque no hay fronteras y aranceles». Asegura que «me da miedo imaginar cómo serían las cosas si perdiésemos nuestros convenios espaciales con Europa».

Samantha, que lleva casada 20 años con Cameron y es aficionada a veranear en España, reconoce que su artículo cantará un poco: «Sé que hay gente que leerá esto y dirá: ‘Claro, ella tiene un interés personal’. Y tienen razón: tengo un interés personal en mis hijos y su futuro (…). No hago política, pero trabajo en una empresa y saco adelante una familia».

Buscando la complicidad del lector, apela claramente a lo personal. Llega a citar a sus tres hijos (Nancy, Elwen y Florence, de doce, diez y cinco años) y advierte que «no quiero jugar con su futuro». Los Cameron tuvieron un vástago más, Iván, que nació con una epilepsia muy severa que lo incapacitaba. Murió a los seis años, en 2009, una tragedia que los acercó al público y que todavía emociona a Samantha cuando su marido la evoca en algún discurso.

Sus palabras son clónicas a las del de Cameron: «Yo también encuentro frustrante la burocracia de Bruselas –frase que repite su marido-, pero las ventajas de estar desbordan las desventajas de irse».