¿Quién es 10 millones más rico en Serbia?

Las redes de conjurados en guerra que, por la mañana, purificaban a sangre y fuego la región y, con el crepúsculo, hacían caja con el contrabando de tabaco y CDs copiados, se prometen pingües lealtades de por vida, hasta donde la vida tiene un precio.

Cierto es que pocos allí han imaginado nunca que lo entregarían y que el círculo se cerraría –la justicia no es una certeza local consuetudinaria-; pero eso también son mitos de la tierra que, como muchos de los del Balcán, son medio recreados: del legendario Marko Kraljevic al burlón mariscal Tito, pasando por las seducientes vilas de los bosques.

Desde que fue acusado por las Naciones Unidas en 1995 , por estrangular a la ciudad de Sarajevo (12.000 vecinos muertos en tres años) y genocidio en Srebrenica (8.000 ejecutados en cuatro días), la historia de este militarote vacuno e inmisericorde ha proseguido entre la desfachatez de sus apariciones, el rumor misterioso y engrandecedor y la efectiva complicidad de sus leales en la fontanería del estado serbio: Mladic se sentía en casa.

Había más posters suyos en los bares que anuncios de se busca por 10 millones de euros , se hablaba de una red de sendas y casas seguras y secretas; su alter ego político, Rádovan Káradzić pasó tiempo en un inaccesible refugio de los Alpes adriáticos entre, Montenegro y Herzégovina.

Pero si éste sólo tenía ya a la mafia, Mladic contaba con la vieja inteligencia militar (KOS) y el fervor popular de los hechos de armas, así que se lo pudo ver a veces en restaurantes, en las carreras, en una base militar y hasta probablemente en Moscú. Desde el golpe contra Gorbachov, en 1991, hay una vieja guardia del PCUS que aún tiene que explicar mucho de todo el crimen balcánico. También algún militar francés prometió cierta camaradería militar vergonzante.

Cuando cayó el gran padrino, Slóbodan Milósević, el general se evaporó progresivamente, no sin hacer saber que “nunca veré La Haya vivo”. Alguien tal vez quiso asegurarse con la fría ejecución del reformista primer ministro Zoran Djindjić por antiguos señores de la guerra, no desconocidos de Mladic y Káradzić.

Entonces la UE y la OTAN vieron que no habría estabilidad en Serbia –el mayor estado de la región- sin democracia ni inversiones, ni éstas con acendrados criminales de por libre. Hubo redadas reales y ficticias y rumores siberianos que vendieron miles de periódicos; su familia incluso pretendió un certificado de fallecimiento el pasado año, alegando no haberlo vuelto a ver en siete años.

También se descubrió que en tanto, y hasta 2006, aún había alquilado apartamento en Belgrado; de la vergüenza pública del gobierno, la lista de fugados empezó por fin a reducirse con destino a La Haya, hasta coincidir finalmente en el nombre de Ratko Mladić y en la convicción de Belgrado de que no habría futuro posible sin cerrar tan negro pasado. La policía se presentó ayer al alba en casa de su primo Branislav en Lazarevo y lo detuvo.