Minas y restos por explotar, la muerte en diferido en Ucrania

Hay una Ucrania rural que ya está despejada de rusos, pero infectada de los artefactos letales que han dejado atrás, igual que hicieron en Afganistán. Se desactiva lo que se puede y se espera la ayuda

Yuri, un granjero ucraniano vestido con casco y chaleco antibalas, trabaja en la región de Zaporiyia Reuters

En la tierra de campos de Chernígov y Sumi, las regiones al noreste de Kiev que los rusos castigaron en su frustrada tentativa de conquistar la capital, los agricultores trabajan bajo el sol con casco y chaleco antibalas puestos, a veces saltando entre cráteres dejados ... por los bombazos. No es para menos . En la primera de esas dos provincias, en la muy campesina aldea de Nova Basan, el 13 de abril un granjero voló por los aires cuando su tractor pisó una mina, y no mucho antes, tres adultos habían perdido la vida y tres niños resultado gravemente heridos al circular con su coche por encima de otro artefacto similar, porque los rusos los habían escondido por las cunetas. El ingenio asesino «estaba escondido cubierto de paja y basura », certifica la comisionada de Derechos Humanos en Ucrania.

La faena se ha suspendido en muchas áreas de cultivo, y si los pocos -y de edades más bien avanzadas, rostros de surcos, manos de sarmiento-, que aún permanecen por aquí no van a poder ni ganarse el sustento y a lo peor, siquiera comer, esto se vacía del todo. Para eso ha surgido alguna que otra iniciativa creativa, como la de Grzegorz Draus, cura polaco en la casa de refugiados Markijan, en la lejana parroquía San Juan Pablo II de Leópolis , que se viene por aquí en furgoneta a repartir humildes semillas de huerto. De pepino, de tomates, de calabacines… Si de algo sabe esta gente de labranza, es de hacer la vida renacer. Y mientras la tengan entre manos, confía el sacerdote en que no se van a marchar. «Tienen una gran tristeza y fe, algunos duermen en el suelo», se lamenta desde la villa machacada de Novoselivka.

En el Donbass, donde los de Vladímir Putin campan desde 2014 , que haya minas es hace años de lo más común, igual que los restos de explosivos de guerra (REG). Ahora tampoco faltan al sur, en la zona de Zaporiyia y Meritópol, donde según su Administración Militar, estos rusos han sembrado los alrededores de aparatos explosivos ocultos para evitar que nadie se mueva para que no les desplieguen una resistencia guerrillera a las puertas de Mariúpol.

Es muy de Moscú esto de dejar la muerte en diferido por donde pasan. En Afganistán, miles de paralíticos y tullidos con mutilaciones espeluznantes son testimonio aún hoy del mucho dolor que el Ejército Rojo soviético les legó en su retirada en 1988, fecha desde la que el Comité Internacional de la Cruz Roja ha registrado 29.838 víctimas de minas en ese país. Sin olvidar, por supuesto, que facciones locales como talibanes luego hicieron suya esta sucia modalidad de perpetrar crímenes en latas y han ido reponiendo trampas allí donde otros las desactivaban.

Reparto de semillas en Novoselivka Parroquia San Juan Pablo II (Leópolis)

A la espera

Lo de las zonas rurarles en Ucrania y las minas y los restos explosivos va para largo. Para estadísticas, en plena contienda, la verdad es que no están. Sólo consta que en la línea móvil que les separa de la nebulosa separatista de Donetsk y Lugansk , hay unos dos millones y medio de personas expuestas a que un día la tierra les estalle bajo los pies según dan un paso inocente por un terruño, sin ninguna intención en particular.

«Tenemos 44 especialistas del Departamento de Emergencias dependiente del Ministerio del Interior trabajando en Chernígov y Sumi», explica una oficial de las Fuerzas Armadas de Kiev de nombre Lina, el apellido no se facilita, «y estamos esperando que lleguen expertos de Dinamarca y del Reino Unido», añade. No parece haber tomado nota del compromiso de España , proclamado una semana atrás por el presidente Pedro Sánchez en Kiev, de mandar técnicos especialistas en esta materia y en Incidentes Nucleares, Radiológicos, Biológicos y Químicos, todos ellos dentro de un Equipo Policial de Apoyo que también integraría investigadores de crímenes a disposición de la Corte Penal Internacional. Un personal que en princpio, y hasta donde conoce este diario, no ha llegado aún a al país invadido.

A la espera de ayuda, en esas dos provincias que quedan entre la frontera rusa y la capital ucraniana, el Gobierno de Volodímir Zelenski ha calculado que las minas están presentes en el 30% de las extensiones destinadas a agricultura , lo que resentirá profundamente la siembra de girasol y maíz que toca ahora y que, junto con el trigo , constituyen tres de las mayores exportaciones de Ucrania al mundo.

Pero por el momento, la prioridad no es la labranza , sino limpiar ciudades y pueblos.

En modo racimo

«Hay edificios donde evitamos que la gente entre hasta que no se han revisado bien, pero debe tenerse en cuenta que hay quien no tiene dónde ir», añade la militar, que ratifica que «hay declaraciones y evidencias de que las han plantado para que revienten cuando abres la puerta . Y especialmente para nuestros equipos, también las han puesto dentro de las carcasas de los proyectiles explosionados», enfatiza.

La inquietud ante este enemigo oculto es máxima. A la variedad de minas terrestre antivehículos de uso militar, minas terrestes antipersona improvisadas y otros artilugios letales, en esta guerra lanzada por el Kremlin se ha detectado en Bezruky, al norte de Járkov, el uso en zonas residenciales de un cohete de artillería que puede viajar más de 30 kilómetros y que, a su vez, dispersa una docena de minas PTM-1S, utilizadas por primera vez por EE.UU. en la operación ‘Tormenta del Desierto’ sobre el Golfo Pérsico. La particularidad es que cada una de ellas puede programarse para que permanezca latente y explosionen algún día al menor roce a su alrededor o bien para que vayan autodestruyéndose sucesivamente, en intervalos de 2 a 24 horas. «Estas armas combinan los peores atributos posibles de las municiones en racimo y las minas terrestres», -describió en declaraciones a ‘The New York Times’, que reveló la exclusiva, el investigador de Amnistía Internacional Brian Castner-. «Cualquiera de estos ataques indiscriminados es ilegal y están ocurriendo uno tras otro». Otro elemento de causa para que a Putin lo sienten en el banquillo.

En estos ámbitos que dependen de los cultivos, no saben por dónde empezar. Destacados industriales de grupos importantes como Agricom, que vende a 30 países y es líder en el mercado de la avena, o el viceministro de Política Agraria y Alimentación, Taras Vysotski, han expresado su convicción de que el Kremlin ha querido bloquear intencionalmente «la posibilidad de que la agricultura vuelva a ser productiva en Ucrania».

Un cartel advierte a la población del peligro de las minas y los explosivos

Parar la agricultura

«Los invasores dejaron minas por todas partes. Minaron la propiedad de las personas, minaron los coches, las puertas. Conscientemente hicieron todo lo posible para que el regreso a estas áreas después de la desocupación fuera lo más peligroso posible », arengó Zelenski en una de las suyas hace dos semanas, lo que trasladado a las calles ha dado lugar a carteles colgados por las municipalidades en los que se muestran fotos de los distintos cachivaches perdidos que son susceptibles de arrancarle a uno una pierna, o algo peor.

El conocimiento de las autoridades ucranianas respecto al mapa del minado enemigo es limitado, pero existe, como lo demuestra la alerta emitida el 18 de abril por la Dirección Principal de Inteligencia de su Ministerio de Defensa en la que se describía que, esa misma noche, «los rusos están realizando actividades de minados en todos los territorios temporalmente ocupados . En particular, a lo largo de la carretera Jersón-Snigirevka (el tramo entre Naddniprianski-Aleksandrivka), los invasores llevaron a cabo una densa implantación de explosivos en campos, plantaciones y caminos de tierra». Quitar de enmedio tanta muerte agazapada llevará lo indecible, «50 años para limpiar todo», calculaba estos días la directora de reducción de violencia armada de Handicap International, Perrine Benoist, que recordó que 56 años después, todavía está por terminar esa tarea en Laos, Camboya y Vietnam.

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