El miedo habita en la pequeña Viena ucraniana
Chernovtsy, cerca de la frontera con Rumanía, es conocida por su afición a la cultura. En estos días se ha convertido en un centro de paso de familias que huyen de la guerra
Pedro Blasco
Han pasado más de veinte kilómetros desde que hemos atravesado la frontera de Rumanía a Ucrania y nadie habla en el coche. La animada conversación que teníamos tres españoles y un argentino en el vehículo se ha cortado. No sabemos por qué, pero nadie habla. ... Estamos en un país invadido, en guerra, y se nos han cortado las palabras.
Un soldado, ya en Ucrania, con un AK-47, nos ha recordado que entramos en una zona peligrosa. Hay colas para entrar en Rumanía, unas 300 personas, la mayor parte mujeres con niños y algún abuelo esperaban el papeleo para poder entrar en un país en paz.
Poco antes de la línea que marca la cola las autoridades ucranianas han instalado una carpa para proteger del frío a los ciudadanos. En la fila hay niños mayores, pero también bebés casi recién nacidos. Las temperaturas de los últimos días han rozado los diez grados bajo cero, con nieve y viento, una delicia. En esa carpa o en la propia cola se producen las escenas más duras. Las familias, si han traído ellas mismos a los suyos, se despiden. Saben que quizá no se vean nunca más. Un drama. Otro grupo de mujeres, con sus hijos, han llegado en coches con amigos... o pagando, que el mercado negro también se dispara a los dos lados de la frontera.
Trasiego en la carretera
El grupo que viajamos hasta Chernovtsy lo forman tres vehículos con cooperantes que tienen orden de no separarse. La ciudad está a unos 50 kilómetros y en el viaje se ven bastantes coches que se dirigen hacia la frontera, pero no es una entrada masiva, aunque sí importante como podremos ver en el atasco contra el que chocaremos a la vuelta.
Apenas se ve actividad y personas en el trayecto, es como si tocaran a guerra, a muerto. Llegamos a Chernovtsy sin novedad. La ciudad tiene unos 260.000 habitantes y es el primer núcleo urbano que hay desde la frontera rumana. Se le llama la pequeña Viena por sus edificios y afición a la cultura, la educación y a la música.
Objetivo: papel higiénico
En los supermercados con cadenas alemanas similares a las españolas hay mucha actividad. Lo primero que llama la atención al periodista es la pirámide del producto más solicitado en nuestro país durante la pandemia del año pasado: el papel higiénico. Hombres y mujeres pasan por la caja muy cargados y no quieren hablar. Tienen prisa por llegar a casa.
En una de las calles de la ciudad visitamos un mercado callejero donde los vendedores son personas mayores y solo venden productos del campo. Desconfían de los extranjeros «y no queremos pensar que la guerra podría llegar aquí», dice uno de ellos. Todos podrían huir porque superan los 65 años, pero siguen en su mercado urbano. Las autoridades intentan animar a una población patriota –pero que reconoce que tiene miedo–.
Los cooperantes a los que acompañamos son de Mensajeros de la Paz y Remar. Las autoridades de la región les han pedido que instalen un comedor y ya han montado la primera carpa, la que almacenará los alimentos, que serán preparados en unas cocinas que instalarán a continuación.
La directora del lugar donde se ha colocado la logística ha cerrado la actividad a la que se dedicaban y nos dice en un inglés muy sencillo. «No saquen fotografías, que les pueden dar pistas al enemigo que nos invade». Le preguntamos cómo se encuentran y contesta, ya con lágrimas en los ojos: «Tenemos miedo».
En los próximos días van a colocar las carpas donde podrán servir estas mil comidas en caso de que se produzca una fuga masiva en dirección a Rumanía utilizando la vía de la frontera de Siret. «La nave tendrá unos mil metros cuadrados y, además de darles de comer, les informaremos de los recursos gratuitos que pueden encontrar una vez que atraviesen la frontera para acudir al país que deseen», afirma Juan Carlos responsable del proyecto.
El Gobierno cree que si los rusos siguen avanzando hacia Chernovtsy, habrá problemas de abastecimiento para estas familias. También pueden llegar los que se desvíen hacia este lugar si los invasores rusos atacan zonas cercanas a los pasos fronterizos de Polonia y la gente queda atrapada.
Más duro y peligroso
Las dos organizaciones llevan días recogiendo a cientos de refugiados en Siret. Después de que tienen toda su documentación en regla los llevan a albergues a descansar y los trasladan gratis en autobús a España, Italia o Alemania. Juan Carlos ya ha estado en otras ‘batallas’, como en los Balcanas o Lesbos, pero esto, dice, «es mucho más duro y mucho más peligroso».
Los nuevos ataques de Rusia han hecho que en las últimas horas haya aumentado el número de personas que atraviesan la frontera por Rumanía, según explicaron personas que ayer pasaron la mañana en la zona.
La ciudad vecina tiene menos actividad que la habitual. En su gran plaza central una furgoneta de la Media Luna Roja reparte café mientras tres chavales saltan con sus bicis BMX. Un cartel con un soldado preside la plaza. Dice: «Contigo expulsaré las fuerzas enemigas, y con mi Dios venceré los muros».
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