México: ¿Mejor romper con EE.UU. que un mal acuerdo?

«El secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, querría comenzar ya las negociaciones para que no duraran más allá de octubre o noviembre, porque eso le dejaría fuera de una posible carrera para la candidatura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a las elecciones presidenciales de junio de 2018. Pero la Administración Trump está más bien pensando en abrir el proceso en junio o julio, con lo que todo iría más atrasado», afirma José González Morfi, expresidente de la Cámara de Diputados de México y anterior secretario general del Partido Acción Nacional (PAN).

Cuanto más cerca de las elecciones, según advierte González Morfín, más presión tendrá el partido gobernante para llegar rápidamente a un acuerdo, de forma que puede «ceder más de la cuenta con tal de que no se rompa el Tratado». El objetivo es no poner en peligro el comercio de más de 500.000 millones de dólares que anualmente se registra entre ambos países, un volumen solo ligeramente inferior al comercio existente entre Estados Unidos y Canadá, la tercera nación que integra este pacto económico norteamericano, constituido en 1994.

En México muchas voces alertan de que el equipo de Peña Nieto va a ir a unas negociaciones sin estar suficientemente preparado para hacer frente a las posibles maniobras de Trump en la mesa negociadora.

Para Manuel Molano, director general adjunto del think tank Instituto Mexicano para la Competitividad, si bien el Tratado ha tenido el problema de acentuar la desigual en México, puede decirse que en general ha sido positivo para el conjunto del país. Entre esas ventajas generales destaca especialmente una: la mejor definición que ha supuesto en la protección de los derechos de propiedad, pues tradicionalmente la Constitución de México «ha tenido más en cuenta el interés público que la propiedad privada».

En su opinión, México va a cometer el «terrible error» de sentarse a una negociación frente a una delegación estadounidense en la que no parece que vaya a haber gente suficientemente entendida en complejas cuestiones económicas y comerciales, pues «los principales expertos ya se alejaron de Trump hace tiempo». Por eso, frente a «aquellos mexicanos emocionados porque creen que vamos sacar cosas de la renegociación», en realidad México corre el serio riesgo de que se apliquen aranceles más altos. «Más nos convendría salir del Tratado que un NAFTA II mal negociado», avisa Molano: más valdría que a los productos mexicanos que van a Estados Unidos se les aplicaran los aranceles normales de la OMC (Organización Mundial del Comercio), como ocurre con los chinos –«y ya vemos cómo los productos chinos penetran en el mercado estadounidense»–, que no un NAFTA II que cargue mayores aranceles sobre los productos mexicanos.

Molano considera que la ruptura del Tratado perjudicaría más a Estados Unidos, salvo en el caso de que Washington decidiera castigar a México no vendiéndole más gas natural , «lo que retrasaría veinte años el desarrollo mexicano».

Precisamente la negativa a mayores aranceles debiera ser la línea roja en la agenda de renegociación del Tratado, en opinión de este experto. También propone que se endurezcan las reglas de origen , para asegurar que hay más insumos norteamericanos en la elaboración de los productos que se manufacturan en los tres países asociados, así como que queden abiertos los epígrafes sobre petróleo y azúcar, que hasta ahora habían estado cerrados.

Por su parte, González Morfi plantea que se incluyan los asuntos laborales y migratorios , en una negociación que confía en que sea 'light' y que sea a tres bandas (incluyendo Canadá).

Las dificultades en las relaciones con México suponen «una oportunidad de mirar hacia adentro y también de ver más allá», apunta Armando Regil, fundador del think tank Instituto de Pensamiento Estratégico Ágora.

En cuanto a lo primero, Regil lamenta que Peña Nieto no supiera aprovechar el «momento mexicano» que supuso su llegada al poder en 2012 con una agenda de reformas en gran parte compartidas por la oposición. Por lo que se refiere a la mirada hacia el exterior, considera que México, además de una diversificación de sus exportaciones, debiera apostar por un liderazgo latinoamericano, que parcialmente había dejado de lado por su mayor aproximación a Estados Unidos.

Esa falta de visión estratégica es señalada también por María Fernanda Vidal , profesora de Geopolítica en la Universidad Panamericana. «No me preocupa el Gobierno de Estados Unidos, que ya sabemos cómo opera, sino cómo actúa el de México, que simplemente ha sido reactivo y no genera estrategias», dice.

Vidal no ve alternativas comerciales para México en Centroamérica o el Caribe, por el pequeño volumen de sus mercados. La estrategia geopolítica debiera pasar más bien por una orientación hacia el sureste asiático , con mayores inversiones de México en China para elevar el nivel de intercambio entre los dos