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Al menos treinta muertos en una guerra de bandos criminales en una cárcel de Brasil

La salvaje guerra entre facciones criminales ya dejó 103 muertos en los primeros quince días del año

Imagen de la prisión AFP

Verónica Goyzueta

Tres cabezas de presidiarios recién ejecutados arrojadas sobre el muro de la penitenciaria de Alcazuz, en el estado brasileño de Rio Grande del Norte (RN), fueron la comprobación de la tercera guerra de facciones criminales, en las dos primeras semanas del año, que ya suma oficialmente 103 muertos. Autoridades del Gobierno de Rio Grande del Norte, al norte del país, informaron el domingo de que la situación estaba controlada y confirmaron al menos treinta muertos -según el último balance del Instituto Técnico de Peritaje (ITEP)- en la confrontación entre miembros de los grupos Primer Comando de la Capital (PCC) y Sindicato del Crimen RN.

La masacre de este fin de semana comenzó el sábado con una pelea entre esas facciones en los pabellones 4 y 5. La policía entró a las 6 de la mañana del domingo, catorce horas después del inicio del conflicto.

Alcazuz es el mayor de los 16 presidios de RN, con más de 1200 presos, el doble de su capacidad. Las prisiones del norte son consideradas las más peligrosas de Brasil, con registros recientes incluso de casos de canibalismo y violaciones en masa .

2017 violento

Brasil comenzó el año con la peor crisis de su sistema penitenciario después de la masacre de Carandirú, en 1992, cuando 111 presos murieron en esa cárcel de São Paulo, donde la policía entró para reprimir un motín.

En la primera semana de 2017, otros dos motines terminaron en masacres, todas en el norte. La primera, en el Complejo Penitenciario Anísio Jobim, en Manaos, Amazonas, terminó con 60 muertos. La segunda, en la Penitenciaria Agrícola de Montecristo, en Boa Vista, estado de Roraima, murieron otros 33. En ambas carnificinas, los bandidos degollaron y quemaron enemigos hasta la muerte.

El número de muertes de los primeros quince días de 2017, ya representan un 28 por ciento del total de los 372 asesinatos registrados en prisiones brasileñas en todo el 2016.

Según datos oficiales, Brasil tiene 622 mil presos más que el doble de su capacidad , con un déficit de más de 250 mil vacantes, y es el cuarto mayor aprisionador del mundo después de Rusia, China y Estados Unidos.

La violación de derechos humanos al interior de las prisiones ha sido apuntada por la ONU y otros organismos internacionales, como uno de los motivos para el surgimiento de bandos que dan ordenes dentro y fuera de las cárceles. El PCC, el mayor de todos, es el mismo que en 2006 paralizó la ciudad de São Paulo con una serie de ataques orquestados por móviles desde las celdas.

Escuelas del crimen

Un reportaje especial de Folha de São Paulo, publicado el domingo, atribuye parte del colapso prisional brasileño al encarcelamiento masivo, que mezcla detenidos sin condenación y por pequeños crímenes, con bandidos peligrosos en locales que no recuperan a nadie. El artículo también alerta que en la gran mayoría de los casos, sin pruebas, lo que vale es la declaración policial.

Datos del Núcleo de Estudios de Violencia de la Universidad de São Paulo (USP), de 2012, apuntan que en un 62 por ciento de los casos en São Paulo, los detenidos por narcotráfico fueron presos con menos de 100 gramos de droga y un 80 por ciento eran primarios. Otro estudio realizado en Río de Janeiro coincide en que un 81 por ciento de los detenidos eran primarios y un 93 por ciento no portaban arma.

La presidenta de la Corte Suprema, Carmen Lucia Rocha, pidió esta semana la revisión urgente de todos los casos, como alternativa para resolver el colapso de las cárceles. El presidente Michel Temer, ha sido criticado por repetir soluciones que no han sido eficaces, como la construcción de cinco presidios, que reducirán el déficit carcelario en un 0,4 por ciento, pero no llegan a la raíz del problema.

«Cuando colocamos a esas personas en presidios dominados por facciones, estamos transformando infractores que no son peligrosos en personas peligrosas», declaró a Folha Julita Lemgruber, una de las principales especialistas en violencia de Brasil. «Como la violencia de los presidios transborda sus muros, ese crecimiento de su población es una inversión en nuestra propia inseguridad», advierte.

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