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Matanza de cristianos y de extranjeros en Sri Lanka

Casi 300 muertos y 500 heridos en ocho ataques suicidas coordinados contra iglesias y hoteles

ATLAS
Pablo M. Díez

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El final de la Semana Santa trajo ayer un sangriento Domingo de Resurrección a Sri Lanka, que sufrió una de las peores matanzas de cristianos de los últimos años. En una serie de ataques coordinados, ocho explosiones en iglesias y hoteles mataron a 290 personas e hirieron a otras 500. Entre los fallecidos hay una treintena de extranjeros, algunos de Estados Unidos, el Reino Unido y Holanda, aunque aún no se sabe si entre las víctimas había españoles.

Las autoridades anunciaron anoche la detención de 24 personas relacionadas con los atentados, pero no dieron más detalles salvo que se encuentren retenidos en dos lugares cercanos a Colombo.

Según informan las agencias internacionales, las explosiones sacudieron a las 8:45 de la mañana (5:15, hora peninsular española) tres iglesias cuando estaban llenas de fieles celebrando la Pascua de Resurrección. En una de ellas, la de San Sebastián en Negombo, al oeste del país, habrían muerto al menos 67 personas. Tal y como muestran las dramáticas imágenes difundidas por las redes sociales, la detonación destrozó su tejado y las ventanas y desató el pánico de los asistentes a misa, que salían confundidos del templo entre los regueros de sangre que dejaban los heridos. En la iglesia evangélica de Zion, al este de la isla en Batticaloa, habrían muerto otras 25 personas. También fue atacado el santuario de San Antonio en Kochchikade, un distrito de la capital, Colombo, donde habrían sido asesinadas otras 30 personas.

Junto a las iglesias, en un plazo de media hora hubo explosiones en tres hoteles de lujo de Colombo: Sangri-La, Kingsbury y Cinnamon. En medio de la histeria general, avivada por los rumores propagados por internet, poco después se registraron otras dos explosiones: una en un pequeño hotel frente al zoo en el suburbio de Dehiwala, en Colombo, que habría matado a tres policías y a un terrorista que se había inmolado, y otra en el distrito de Dematagoda.

Para controlar la situación, el Gobierno de Sri Lanka declaró el toque de queda desde las seis de la tarde hasta la seis de la mañana (hora local). «Condeno enérgicamente estos ataques cobardes contra nuestra gente. Apelo al pueblo de Sri Lanka a permanecer unido y fuerte en estos trágicos momentos», llamó a la calma el primer ministro, Ranil Wickremesinghe, en Twitter al tiempo que convocaba una reunión de emergencia de su Ejecutivo. Para que no cundiera aún más el pánico, pidió que no se propagaran «noticias no verificadas y especulaciones» por las redes sociales, sobre todo a través de WhatsApp y Facebook.

Primeras sospechas

Tal y como desveló una fuente anónima de las fuerzas de seguridad a la agencia AP, dos de los ataques habrían sido perpetrados por terroristas suicidas. A tenor de la televisión india News 18, el ataque contra el hotel Sangri-La habría sido cometido por un musulmán que se había inmolado, identificado como Zahran Hashim, y la explosión en Batticaloa la habría provocado otro, llamado Abu Mohammad, al hacerse estallar con explosivos. A la espera de que se confirme la autoría de los atentados, ha trascendido que el jefe de la Policía, Pujuth Jayasundara, alertó hace diez días del riesgo de ataques suicidas contra «importantes iglesias» por parte del NTJ (National Thowheeth Jama´ath), un grupo islamista radical que el año pasado destrozó estatuas budistas.

En los últimos tiempos se ha recrudecido la violencia religiosa en Sri Lanka, un país de 22 millones de habitantes donde el 70 por ciento son budistas, el 12,6 por ciento hinduistas, el 9,7 por ciento musulmanes y el 7,6 por ciento cristianos. Pero la mayoría de los ataques solían ser de la mayoría budista cingalesa contra los musulmanes, lo que llevó al Gobierno a declarar el estado de emergencia el año pasado.

Esta cadena de atentados ha revivido el horror de los 26 años de guerra civil con los Tigres Tamiles, derrotados hace una década tras un conflicto que se cobró entre 70.000 y 80.000 muertos y vio los primeros ataques suicidas de la historia. Diez años después, la violencia vuelve a golpear a Sri Lanka.

La violencia religiosa en Sri Lanka ha reemplazado al terror que antes sembraban los Tigres Tamiles, la guerrilla que luchó durante 26 años por la independencia de esta minoría étnica y fue derrotada hace ahora una década. Desde entonces, esta isla del océano Índico ha vivido una relativa calma que ha traído la mejora de la economía por la llegada del turismo y las inversiones internacionales.

La «praxis» terrorista

Pero la paz se ha visto rota en los últimos tiempos por los estallidos de violencia entre sus distintas religiones. La radicalización de algunas ramas budistas ha provocado enfrentamientos con los musulmanes con sus respectivas represalias.

Estos ataques también los han sufrido los cristianos. A tenor de la Alianza Nacional Cristiana Evangélica de Sri Lanka, que aglutina a más de 200 iglesias y organizaciones cristianas, el año pasado hubo 86 incidentes de discriminación, amenaza y violencia contra esta fe. Este año se han registrado ya 26, entre los que destaca la irrupción de un monje budista en una iglesia para impedir un misa el domingo 25 de marzo, según informa la BBC.

Ahora, la violencia religiosa ha estallado con toda su intensidad con esta matanza de cristianos, que parece haber copiado los atentados suicidas que cometían los Tigres Tamiles. Fundados en mayo de 1976, los Tigres para la Liberación del Eelam Tamil (LTTE) eran una de las guerrillas más antiguas y sanguinarias del mundo, En julio de 1983 desataron la guerra civil al matar en una emboscada a 13 soldados de la mayoría cingalesa. .

Desde que, el 5 de julio de 1987, el capitán Miller estrellara un camión lleno de explosivos contra una base militar y matara a 40 soldados, los Tigres Tamiles cometieron más de 160 atentados suicidas. Entre sus víctimas destacan importantes mandatarios como el ex primer ministro indio Rajiv Gandhi, asesinado cuando hacía campaña en 1991 por su apoyo al Gobierno de Colombo contra la guerrilla tamil, y el propio presidente de Sri Lanka, Ranasinghe Premadasa, muerto en 1993.

Durante los años 80 y 90, los Tigres Tamiles controlaron un tercio de Sri Lanka y pusieron en jaque al Ejército con osados ataques que golpearon a la propia capital, Colombo, e incluso a su aeropuerto internacional y al santuario budista más sagrado del país. Por todo ello, la guerrilla liderada por Prabhakaran, el Tigre Número 1, fue incluida por Estados Unidos y la Unión Europea en la lista internacional de organizaciones terroristas. El fracaso de las conversaciones de paz con el Gobierno, las deserciones y el Ejército acabaron con los Tamiles en 2009. Pero, diez años después, la violencia vuelve por sus fueros perdidos

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