Adiós al jefe de 'la firma'
Leal, metepatas y alérgico a la autocensura, fue durante 74 años el sostén privado de la Reina
Nadie se queda aquí para siempre. Ni siquiera aquellos que parecían eternos, como Felipe de Edimburgo , que se acaba de morir a los 99 años cuando había superado, aparentemente, una operación de corazón que dada su edad había resultado muy delicada.
Un golpe ... muy duro para la extraordinaria Isabel II, de 94 años, que adoraba al hombre con el que se casó en 1947, cinco años antes de ascender al trono por carambola (su padre no estaba llamado a ser Rey y le abrió el paso la abdicación de su hermano Eduardo VIII, un snob filonazi). La prueba del aprecio de la Reina por su marido es que ella, siempre comedida, prudente hasta el extremo, de la escuela clásica del «labio superior rígido» y la contención emocional, lo elogió en su día como «mi roca» . Y lo era. La divertía enormemente con sus salidas de pata de banco y al tiempo le aportaba seguridad. Isabel y Felipe son padres de cuatro hijos y abuelos de ocho nietos. De puertas adentro, en lo que ellos llaman 'La Firma', el mando, la última palabra, se dice que siempre la ostentó Felipe. No así en lo que hace a la Corona, donde su mujer le dejó pronto bien claro que Reina solo hay una y que no cabían tutelas, ni exóticos proyectos innovadores.
El Duque de Edimburgo, siempre fibroso e impecable, con fama de metepatas y un sentido del humor cáustico, que desbordaba los melindres de la corrección política actual, se fue haciendo con los años un sitio en el corazón de los británicos. Pasaron de verlo como un personaje áspero a considerarlo una suerte de «tesoro nacional» , que ha combinado un incansable afán de servicio con ese toque de excentricidad que encanta a los ingleses. «Declaro esta cosa inaugurada, sea lo que sea», se despachó en un viaje oficial a Canadá en 1969. En 1981, con el país en recesión, derrapó por todo lo alto: «Se quejaban de que querían más tiempo de ocio y ahora se quejan de que están en el paro». En 2008, en su visita al Chelsea Floral Show, un festival de jardinería en el barrio de Londres, celebró la hermosura de un helecho y fue corregido por una experta. «No he pedido puñeteras lecciones», le espetó el Príncipe.
Así era Felipe de Edimburgo
Isabel se enamoró de Felipe -nacido en Corfú y de sangre real alemana, rusa y danesa- con solo 13 años, cuando el entonces apuesto príncipe heleno, un hombre rubio de 1.88m de talla, le hizo de cicerone en una visita a un centro de la Armada. Felipe tuvo una infancia dura : conoció el exilio y su madre, una enferma de esquizofrenia, fue ingresada en un hospital y desapareció de su vida en su niñez. Afincando en Inglaterra, hizo carrera en la Marina Real, a la que renunció para dedicar su vida a la Reina, que a pesar de su cariño hacia él, siempre marcó las distancia en la vida pública, empezando por el propio día de su coronación en 1953, cuando en contra de los deseos de Felipe lo relegó a un segundo plano. La prensa inglesa más amarilla ha especulado con que en los primeros compases de su matrimonio el Príncipe protagonizó algunos devaneos inquietantes por el Soho en compañías femeninas. Pero nunca se concretó rumor alguno.
En los últimos años, el Príncipe había sufrido algunos percances de salud, pero nunca con su vida en riesgo. En 2011, fue sometido a una angioplastia y al año siguiente sufrió una infección de vejiga. Tres años más tarde, causó baja once días por una operación en el abdomen y al siguiente anuló a última hora un acto en unas islas de Escocia por «un fuerte catarro». Pero desde entonces y hasta sus crisis de este año se mantenía en un estado muy aceptable para su edad.
Ya no habrá más anécdotas de Felipe de Edimburgo: «¿Cómo se las arregla para que los nativos no estén borrachos durante el examen?», preguntó a un perplejo instructor de una academia en una visita a Escocia. También tenía manías curiosas (por ejemplo es notorio que detesta a Elton John y otras estrellas del pop). Durante años utilizó un pequeño y falso taxi verde para circular de incógnito por Londres. Era también todo una dandy. La revista estadounidense GQ (Gentlemen’s Quarterly en su fundación en 1957) lo eligió el varón que mejor viste de la Familia Real, dentro de su ránking anual de 50 hombres británicos. La distinción tenía su valor, porque en el jurado figuraban Armani, Tom Ford, la modelo Lara Stone y la diseñadora Vivienne Westwood.
Boris Johnson lo ha despedido diciendo que «inspiró la vida de incontables jóvenes». Y es cierto que mantuvo durante décadas una fundación con la que los ayudaba. Pero el verdadero logro de su vida fue saber adaptarse a los deberes , a veces ingratos, del segundo plano y convertirse el apoyo más leal y constante de la Reina, que ahora habrá de seguir sola su camino.