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En Liechtenstein, gana el Príncipe

Los nuevos poderes que se le atribuirán al Príncipe de y en Liechtenstein, según la vieja denominación del Sacro Imperio, serán vetar leyes, nombrar jueces y cesar al Gobierno. Una voz de la oposición declaró: «Éste debe de ser el primer país que vota regresar a la Edad Media»

Hans Adams II. EPA

BERLÍN. En liliput jugaba ayer el Príncipe contra sus políticos, con victoria final de dos a uno para el primero. Dos tercios de votantes le han hecho ganar poderes a la constitución. Si no -había dicho- se habría exiliado.

Los nuevos poderes permitirán a Hans Adams II, Príncipe de y en Liechtenstein, según la vieja denominación del Sacro Imperio, vetar leyes, nombrar jueces y cesar al Gobierno; el inquieto Monarca, de 58 años, venía invocando los cambios, desde una agria disputa que tuvo con su Gobierno en 1992, con el fin -decía- de dar legitimidad a su posición en el ambiguo marco de la constitución de 1921.

Los opositores, de indistinta filiación, han acusado al Príncipe de convertir la reforma constitucional en un referéndum sobre la Monarquía, para ganarla. Así han presentado otra iniciativa que habría permitido a los votantes vetar las decisiones del Príncipe. Sigvard Wolhwend, del partido del Secretariado Democrático, opinaba al cierre de campaña que el Príncipe «no puede convertirse en incontrolable».

En el poder desde 1989

Hans Adams II, reinante desde 1989, tenía ya derecho a disolver el Parlamento y convocar elecciones, pero deseaba asimismo poder nombrar y cesar gobiernos en éste, el cuarto estado más pequeño de Europa y sexto en el mundo. Analistas suizos explican que, aunque la mayoría de los ciudadanos se opondría a un poder absoluto, se encuentran al tiempo muy ligados a la familia principal, ya que ella misma es apenas el único símbolo de este mínimo y, sólo recientemente, rico país.

El padre de Hans Adams y él mismo han convertido este modestísimo valle del Rin en un paraíso fiscal. Tal por ello un 65 por ciento de los 17.000 votantes decidieron ayer respaldarlo, sin esperar a ver si pondría en práctica la amenaza de abandonar el castillo de Vaduz y exiliarse a Viena, de donde llegó su familia para instalarse en las primeras décadas del siglo XX.

El «dualismo» del que se habla en Liechtenstein, entre Príncipe y pueblo, quedaba complicado en la votación: La propuesta del Príncipe y su hijo Alois (34 años) había sido firmada por 6.242 ciudadanos, mientras que la propuesta alternativa del comité «Paz Constitucional» lo fue por 2.206.

La propuesta aprobada incluye también limitaciones al Monarca, perdiendo el poder de regir por decreto por más de seis meses, nombrar funcionarios y, teóricamente, la propia Monarquía podría ser sometida a referéndum. La Unión Patriótica (VU) pedía un doble no para ambas propuestas y el partido del Progreso Burgués (FBP) aparecía fraccionado.

El diario Vaterland escribe en su edición «online» que la emotividad de la campaña ha procurado un récord de votantes de un 90 por ciento. Una decena de pequeños grupos se han implicado, con manifiestos y contramanifiestos, y gatos muertos aparecieron ante las casas de algunos críticos.

«Un excelente resultado»

Tras el resultado el Príncipe puede estar orgulloso de sus súbditos. «Un excelente resultado. Podemos estar satisfechos», dijo Hans Adams a la radio local cuando, en pocos minutos, se conocieron los resultados. Los opositores de la Monarquía, dijo Hans Adams a la prensa, no tenían «ninguna solución que ofrecer». Sin embargo un miembro del comité opositor lamentaba que, en su opinión, «éste debe de ser el primer país europeo que que vota para regresar a la Edad Media».

El Príncipe mantiene posiciones controvertidas sobre muy distintas cuestiones, desde la ecología a la autodeterminación para cualquier pueblo por pequeña que sea su demarcación, incluídos los trece municipios de su propio estado que sólo suma 32.000 habitantes en 160 kilómetros cuadrados. «Lleva las cosas siempre hasta el extremo», decía hace dos años su propio primer ministro a este diario.

Hans Adam, hábil banquero y uno de los hombres más ricos de Europa, declaró antes del voto que la victoria no sería para él mismo, pues pensaba abdicar tras la disputa. Dentro de la fluidez de palabra de que hace gala, ha criticado que de la jefatura del Estado le cuesta tiempo y dinero y sólo gana en disgustos. Su hijo ya se ha mostrado dispuesto a sucederlo y, respecto a su futura función, afirma que «si el pueblo desea que tenga una función política debe esperar que opine cuando lo crea necesario».

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