La justicia en China, tan ciega como Chen Guangcheng
Tras la marcha de Hillary Clinton, ¿permitirá el régimen de Pekín exiliarse al conocido disidente ciego y castigará a las autoridades locales que lo encerraron ilegalmente en su casa 19 meses?
pablo m. díez
Tras una semana de infarto que ha puesto contra las cuerdas las relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos, el disidente ciego Chen Guangcheng se recupera en el Hospital de Chaoyang del pie que se rompió durante la heroica fuga de su arresto ... domiciliario el pasado 22 de abril. Custodiado por la Policía desde que abandonó la Embajada de EE.UU., donde se refugió durante seis días, en su habitación espera el pasaporte que el régimen de Pekín le ha prometido para que pueda salir del país y «estudiar» en Nueva York, cuya universidad le ha invitado con una beca que incluye a su familia.
Este es el acuerdo que, durante su asistencia a la reunión anual entre ambos países, alcanzó la secretaria de Estado, Hillary Clinton, con las autoridades chinas. Pero, una vez concluida su visita, ¿cumplirá el autoritario régimen de Pekín su parte del trato y permitirá el exilio de Chen tras haber desvelado que la justicia en China es tan ciega como él?
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Liu Weimin, insiste en que «puede solicitar el visado como cualquier ciudadano normal» porque no tiene ninguna causa legal pendiente. ¿Por qué, entonces, llevaba confinado bajo arresto domiciliario en Dongshigu , su pueblo de la provincia oriental de Shandong, desde que fue liberado en septiembre de 2010 tras pasarse cuatro años en la cárcel?
Un viejo proverbio chino recuerda que «las montañas son altas y el emperador está lejos» para explicar la impunidad con que suelen actuar las autoridades locales y, de paso, descargar la responsabilidad del Gobierno central. Nada más escaparse, Chen Guangcheng colgó en internet un vídeo donde pedía al primer ministro, Wen Jiabao, que investigara los abusos y vejaciones que él y su familia habían sufrido durante su arresto domiciliario. ¿Es que acaso el régimen no sabía que el disidente estaba encerrado en su casa y que las autoridades locales habían contratado a un grupo de matones para que nadie pudiera visitarlo ?
Resulta difícil de creer porque tanto EE.UU. como la Unión Europea y numerosos grupos defensores de los derechos humanos habían criticado con frecuencia su detención irregular. En febrero del año pasado, el activista hasta grabó otro vídeo donde denunciaba que seguía preso y sometido a constante vigilancia las 24 horas del día. Cuando amigos y periodistas intentaban ir a verle a Dongshigu, eran ahuyentados por los matones y la Policía, como comprobaron en sus carnes el actor Christian Bale y un equipo de la CNN en diciembre.
Gracias al revuelo que ha montado, lo más probable es que Chen Guangcheng pueda exiliarse en EE.UU. y acabar así con el calvario que viene padeciendo desde que, en 2005, empezó a denunciar las esterilizaciones masivas y abortos forzosos de miles de mujeres en la provincia de Shandong para cumplir la «política del hijo único». Pero el destino que aguarda a otros disidentes menos conocidos será muy distinto.
Desde el estallido de las «primaveras árabes», el régimen chino ha intensificado la represión y la censura en internet, auténtico caballo de batalla por la proliferación de las redes sociales, en aras de una supuesta estabilidad del país que siga garantizando el progreso económico y la mejora de las condiciones de vida. «El 80 por ciento de la población está satisfecho con el Gobierno, pero hay un 20 por ciento que hace mucho ruido », reconocía recientemente a ABC un portavoz del Ministerio de Exteriores, olvidando quizás a conciencia que en China esa «pequeña cifra» son 260 millones de personas , la mitad de habitantes que tiene la UE.
«Desgraciadamente, la historia de Chen no es triunfo de los derechos humanos en China. Aunque él y sus allegados logren la libertad, es probable que el resto de sus parientes sufran represalias», alertaba desde Hong Kong Wang Songlian, de la ONG Defensores Chinos de los Derechos Humanos (CHRD), quien lamentaba que «nadie ha sido castigado por golpear y detener al disidente». Será porque, en China, la justicia es tan ciega como el propio Chen .
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