El Joe que de verdad manda en Washington no es Biden

El senador demócrata Joe Manchin puede salvar o hundir la presidencia, pero la izquierda de su partido le ha declarado la guerra

El senador demócrata, Joe Manchin, rodeado de periodistas AP

El sitio en el que se han tomado las decisiones más importantes del año de presidencia de Joe Biden no es, en contra de lo que pueda parecer, el Despacho Oval. En realidad ese lugar está a cinco kilómetros de la Casa Blanca y a ... apenas tres del Capitolio. Es un barco anclado en el puerto deportivo de Washington, de color blanco con una línea oscura a ambas bandas y una bandera de barras y estrellas que pende sobre la popa. En esa parte trasera se lee, bajo la bandera, el nombre del barco, que no deja dudas sobre quien su ilustre habitante: «Almost heaven» .

Las dos palabras en inglés significan «casi en el cielo», y son el comienzo de una canción icónica como pocas en el imaginario colectivo de la Apalachia rural y el estado de Virginia Occidental: «Take me home, country roads», es decir, «llevadme a casa, carreteras rurales». No es que el dueño del bote, el senador demócrata Joe Manchin, suela navegar con este rio arriba hasta Charleston, la capital de ese estado de Virginia Occidental, algo que con suerte le lle-varía varios días. Su señoría vive en el barco, todo el año, cuando le corresponde estar presente en el Capitolio por las jornadas de sesiones y otros asuntos del poder legislativo. Vivir en este barco es la forma de Manchin de demostrar, como suelen hacer muchos diputados y senadores, que de Washington no le gusta ni pisar el suelo. Los hay que comparten piso. Otros duermen en un sofá o cama plegable en su despacho. Y Manchin duerme cada noche en el río .

El barco 'Almost heaven', donde vive Manchin ABC

La broma que hoy corre por los bares de copas de Washington, siempre plagados de funcionarios, asesores, asistentes y demás moradores de este gran laberinto político, es que el Joe que de verdad manda en esta ciudad no es Biden, sino Manchin . Y es cierto que el senador, demócrata centrista, más cercano a los republicanos de lo que a sus compañeros de partido les gustaría, tiene con un solo dedo la capacidad de hundir cualquier punto de la agenda de gobierno del presidente.

Y lo ha hecho recientemente, el pasado domingo 19 de diciembre, y para más escarnio, en Fox News , ambiente natural del ‘trumpismo’ y ecosistema en el que viven todo tipo de adversarios del presidente Biden.

En esa entrevista en la Fox, Manchin repitió algo que lleva diciendo desde que llegó al Senado en 2010: «Lo digo siempre, si n o puedo volver a casa a explicar el sentido de mi voto a la gente de mi estado , entonces no puedo votar a favor». Y después añadió: «No puedo apoyar esta ley, no puedo, he intentado todo lo humanamente posible, he hecho lo que he podido, pero me es imposible». La ley a la que se refería Manchin es el gran proyecto de la presidencia Biden , un colosal paquete de gasto, que en principio era de más de tres billones de dólares y después bajó a dos, y contiene ambiciosas reformas en materia social y medioambiental.

Pánico en la Casa Blanca

Cuando Manchin hizo esas declaraciones, la Casa Blanca entró en un lógico pánico dado que su más ambicioso plan de reformas quedaba muerto. Toda la agenda de política nacional del presidente —los programas medioambientales, las ayudas sociales, la reformas educativas— se desmoronaba. Como gesto de cortesía, el equipo de Manchin avisó a la Casa Blanca 30 minutos antes de la entrevista . La portavoz de Biden, Jen Psaki, emitió inmediatamente un comunicado en el que acusó a Manchin de haber engañado a Biden , dado que ambos habían hablado en numerosas ocasiones, y que el presidente incluso llego a recibir al senador en su residencia privada de Delaware.

«El senador Manchin prometió mantener las conversaciones en los días venideros, y trabajar con nosotros para llegar a un consenso. Si sus declaraciones en Fox y su comunicado suponen poner fin a estos esfuerzos, entonces son un giro inexplicable en sus posiciones y una ruptura de sus compromisos con el presidente », dijo Psaki.

‘The Washington Post’ le ha bautizado como «el otro presidente demócrata» por su cercanía a las ideas republicanas

Pocas veces acusa abiertamente la Casa Blanca a un senador de su propio partido de traición. Menos frecuente aun es que lo haga y al senador en cuestión le de igual, y no suceda nada de nada. Eso ha agrandado la figura de Manchin. La Biblia política de EE.UU., el diario ‘The Washington Post’, le bautizó hace poco como « el otro presidente demócrata» . El senador republicano Mitt Romney, también díscolo y verso suelto en su partido, le saludo un día en un ascensor del Capitolio con un mordaz «hola, señor presidente». Había delante varios periodistas.

La razón por la que Manchin es tan importante hoy en Washington está en las elecciones de 2020 . En la misma votación que perdió Donald Trump, el Senado quedó con dos escaños en el aire, los dos de Georgia, que fueron a una segunda vuelta. Esta se produjo en enero, y los demócratas ganaron por la mínima. Cada partido quedó así con 50 escaños y quien tiene el voto de desempate es la presidenta del Senado, cargo que recae sobre la vicepresidenta, Kamala Harris.

Los demócratas, por lo tanto, no pueden permitirse bajas, ni una. Y quien mas díscolo ha resultado ser es Manchin, que representa a un estado republicano hasta la médula, en que Trump ganó con un 68,5% en 2016 y un 68,6% en 2020. Para los periodistas en Washington, buscar a Manchin se ha convertido en todo un oficio . Hay medios, como la web Politico, que tienen a un reportero especializado en el senador, tan importante es. Se le persigue por los intrincados pasillos del Capitolio, se le espera a la puerta del Ala Oeste tras sus largas visitas a Biden, y hasta se le espía en la lontananza en su preciado barco, en el que los fines de semana da fiestas realmente bipartidistas , en las que se ha fotografiado a senadores y diputados de ambos partidos y también trumpistas, algún que otro ministro y hasta al jefe de gabinete de Biden, Ron Klain.

En una ocasión, hostigado por un enjambre de reporteros, Manchin negó en el Capitolio que diera fiestas en el barco. «Son reuniones en las que se habla , nos conocemos y hablamos». Es decir, allí se toman esas decisiones que pueden salvar o matar una presidencia.

Chapado a la antigua

No es que Manchin sea un republicano en el armario, o al menos no siempre vota con ellos . Estuvo con su partido en la votación decisiva del gran plan de infraestructuras y el paquete de estimulo, dos logros indudables de la presidencia Biden. Y en 2017, con Trump recién llegado a la Casa Blanca, votó en contra de su rebaja de impuestos y su intento fracasado de invalidar la reforma sanitaria de Barack Obama. Más llamativo, voto a favor de recusar a Trump en los dos juicios políticos de impeachment.

Pero, Virginia Occidental es Virginia Occidental, y para poder ser elegido allí uno debe apoyar la tendencia de armas, oponerse al aborto y proteger las minas de carbón de la furia de los ecologistas . Eso ha creado en parte un abismo entre Manchin y su partido, que cada vez está más a la izquierda. Cori Brush, diputada de Misuri, le ha llamado, abiertamente, enemigo de las mujeres, de los niños y los negros. (Ella misa es afroamericana). El senador por Vermont Bernie Sanders, ídolo de los llamados demócratas progresistas, le ha acusado de traicionar a las clases trabajadoras de su propio estado, Virginia Occidental: «Les va a tener que explicar muchas cosas».

Podría decirse que Manchin, católico y de ascendencia italiana , es un tipo de demócrata chapado a la antigua , de los que crecieron con Jack Kennedy en la Casa Blanca, antes de que el partido aprobara las leyes de derechos civiles que permitieron la ilegalización del racismo institucional. El mentor de Manchin fue Robert Byrd , que de joven milito en el Klu Klux Klan y después se pasó 51 años en el Capitolio como senador por Virginia Occidental, defendiendo el bipartidismo y la unidad política. Cuando Byrd murió en el cargo en 2010, Manchin, que entonces era gobernador de su estado, se presentó a la elección especial. Ganó y cuando se volvió a presentar en 2012, arrasó con un 60% de los votos. (En 2018 cayo a un 49% y estuvo a 19.000 votos de un total de 560.000 de perder ante el candidato republicano, algo que en parte puede explicar sus acciones desde entonces).

En una ciudad que vive de la política y vota demócrata en un 95%, como es Washington, Manchin es caza mayor, lo que explica que el hombre deba vivir en un barco. Tampoco es que le sirva de mucho. A finales de octubre unos e cologistas montados en unos kayaks de color naranja rodearon el barco, que estaba anclado, y durante días le gritaron, a veces megáfono en mano, que aprobara el paquete de gasto social de Biden o seria responsable del naufragio de la presidencia.

Ira pública

Al final, al parecer harto, Manchin se asomó por la popa y hablo con los activistas, explicándoles lo que siempre dice: que para votar a favor de algo debe ser capaz de explicarlo a sus votantes en Virginia Occidental.

No les convenció. Días después los ecologistas, apostados en el embarcadero, le siguieron hasta el garaje cercano en el que aparca su coche, un Maseratti. Al grito de «Manchin mata nuestro futuro» y «Queremos vivir», rodearon el coche, bloqueando su salida. Finalmente, fueron dispersados por los escoltas del senador, que pudo salir.

Está claro que esta ira pública le beneficia a la Casa Blanca y a sus socios más a la izquierda en el Senado. En la entrevista con Fox News, Manchin dijo abiertamente que una de las razones para aniquilar el mastodóntico paquete de gasto social y medioambiental de Biden, a parte de los efectos sobre el déficit y la inflación, eran las presiones recibidas por «los asistentes y empleados del presidente». Su problema, dice el senador, no es con Biden . De hecho, ambos tienen un perfil bastante similar: demócratas centristas, católicos empedernidos, nacidos en los años 40 y formados en los años de la bonanza posterior al New Deal y la II Guerra Mundial. Cuando Manchin juró el cargo de senador por primera vez en 2010, lo hizo ante Biden, que entonces era vicepresidente y por tanto presidente del Senado. Ambos se dijeron amigos después. Está por ver qué dice de él el hoy presidente, tras este primer año tan atribulado en la Casa Blanca .

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