Japón abre otro frente con China al no indemnizar a las víctimas de guerra
China solicitará a la Unesco que declare Patrimonio de la Humanidad la base de la Unidad 731, que probaba armas químicas y biológicas sobre seres humanos
PEKÍN. En la mayor crisis chino-japonesa desde 1972, la justicia nipona abrió ayer un nuevo frente al rechazar indemnizar a varias víctimas de la Segunda Guerra Mundial. En el momento más inoportuno para las deterioradas relaciones entre ambos países, el Tribunal Superior de Tokio ... ha desestimado las demandas presentadas por diez personas contra el Gobierno japonés, al que reclamaban 100 millones de yenes (716.347 euros) por los daños que les infligieron tropas niponas durante la ocupación de China (1931-1945).
Entre los demandantes hay supervivientes de la masacre de Nanjing, de los bombardeos japoneses y de los siniestros experimentos de la Unidad 731, un equipo científico que empleaba a los prisioneros de guerra como conejillos de indias en sus pruebas para obtener armas químicas y biológicas.
Postrada en una silla de ruedas, Jing Lanzhi, viuda de uno de esos cobayas humanos que falleció como consecuencia de tales experimentos, recibió ayer el fallo ante la puerta del tribunal. A sus 81 años, la acompañaba Yoshio Shinozuka, un antiguo empleado de la Unidad 731 que, arrepentido por las aberraciones que allí vio, se ha convertido en defensor de las víctimas.
Primera sentencia, en 1999
Y es que el Tribunal Superior no ha hecho sino confirmar la sentencia de otro juzgado que se negó a indemnizar a los supervivientes en 1999. La Sala se ha aferrado al mismo argumento y ha justificado su decisión en que «bajo la ley internacional, las víctimas individuales de guerra no tienen derecho a buscar directamente una compensación por parte de un país, mientras que, bajo la ley civil, el Estado tampoco puede asumir esa responsabilidad».
A pesar del varapalo legal, similar a los que vienen recibiendo las ancianas que acusan a Japón de que sus tropas las explotaron como esclavas sexuales, el abogado de las víctimas recurrirá la resolución ante el Supremo.
Cuando la apelación llegue al máximo órgano judicial nipón, es muy posible que la base de la Unidad 731 se haya convertido en Patrimonio de la Humanidad. Al menos, eso es lo que pretende un grupo de historiadores chinos que, apoyado por el Gobierno, va a solicitar a la Unesco esta distinción que ya poseen el campo de concentración nazi de Auschwitz y el Monumento a la Paz de Hiroshima, donde cayó la primera bomba atómica en 1945.
Convertidas en un museo del horror, las instalaciones de la Unidad 731 se encuentran a 20 kilómetros de Harbin, en la provincia nororiental de Heilongjiang. Descubierto hace 60 años, dicho complejo tenía 150 edificios, entre los que había laboratorios, salas de operaciones, dos cárceles y tres crematorios, que albergaban los más atroces experimentos de los científicos japoneses. Al más puro estilo nazi, la Unidad 731 efectuaba vivisecciones en seres humanos, sobre los que se probaban armas químicas y biológicas como la peste bubónica, el tifus o el cólera.
Más de 200.000 muertos
Al menos 3.000 civiles, entre chinos, rusos, mongoles y prisioneros de guerra americanos y europeos, fueron utilizados como conejillos de indias en el campo de Harbin, que empezó a funcionar en 1939 y fue destruido por el Ejército nipón en 1945 para ocultar pruebas. Fuera del recinto, se calcula que unas 200.000 personas murieron como consecuencia de las armas que salían de sus laboratorios. Entre ellas, destacan las bombas de gas mostaza que, como las veinte encontradas la semana pasada, fueron enterradas por los japoneses y, desde el fin de la guerra, han matado a 2.000 inocentes.
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